TEXTO Y FOTOGRAFÍAS JOHANNA PELTZER
Una vez más miles de mujeres se congregaron en todo el país en el marco de un nuevo Día Internacional de la Mujer Trabajadora. En la capital entrerriana, la movilización hacia Plaza Mansilla tuvo un tinte diferente este año, como dos caras de una misma moneda. Por un lado, la indignación de la desigualdad. Por el otro, una rara sensación de tranquilidad.
La provincia aún está conmocionada por dos hechos sangrientos ocurridos en la última semana: el crimen dudoso, de «connotación intrafamiliar», de Ana Laura Splendore en Paraná y el brutal femicidio de Valeria Leoncino en Concordia, ocurrido en manos de un compañero de trabajo que estaba obsesionado con ella. Ambos reclamos se colaban con fuerza entre los muchos otros históricos que grita el movimiento.
Pero también se sentía una especie de paz en el ambiente. Una tranquilidad de caminar rodeada de personas que buscan lo mismo, de saber que nadie te iba a hacer daño ahí, de sentir que un poco la cosa ha cambiado, que ver que hay futuro en la lucha.
Crecimiento
Mari Alé es una de las feministas más antiguas de la ciudad y este miércoles temprano subió a Facebook un posteo conmovedor: un bombachazo que hicieron en el 8M del año 2014. «Éramos poquitas en ese momento, sólo once, y mirá lo que somos ahora», recordaba la publicación.
«Fue mucho trabajo, pero no había miedo de salir a la calle. Empezamos a convocar reuniones en espacios públicos, notas en medios de comunicación, charlas con compañeras que entendieron la problemática y así poco a poco fuimos creciendo en la lucha. Nosotras sabíamos que la apuesta política tenía que ser a partir del arte, un arte que genere conmoción, preguntas, movimiento», dijo en diálogo con 170 Escalones.
Esas once mujeres que una vez se propusieron ser parte del cambio, este miércoles estuvieron rodeadas por 15.000 personas más y ven poco a poco los frutos de su lucha. «Estamos transitando estos caminos muy contentas, porque las que ya estamos viejas vemos que hay futuro y cada vez más lindo. Hoy estábamos acá preparando todo y veíamos gurisitas y gurisitos que se acercaban con pañuelos en los brazos y eso emociona. Ellos están habitando otro mundo mejor», finalizó Alé.
La revolución de las viejas
La frase tomó más relevancia este verano después que Moria Casán la usara cuando hablaron de su cuerpo en bikini, pero en realidad su historia se remonta a la pandemia (más allá de que hay un libro con su nombre). El movimiento surgió en diciembre de 2020, cuando mujeres de más de cincuenta años comenzaron a reunirse y trabajar día a día contra los estereotipos hacia los adultos mayores. Ese movimiento tiene su réplica en Paraná y estuvo presente en la marcha.
«Estamos acá porque, a pesar de nuestra edad, queremos seguir luchando por nuestros derechos. En mi generación era bastante complicado, había represión, el modelo era la ama de casa, la madre, y muchas nos rebelamos contra ello: con los hippies, con las minifaldas, a la fuerza de los codazos, pero es así que fuimos conquistando», expresó Cuqui Lisnovsky de 78 años.
En la capital entrerriana, el grupo tiene más de 50 mujeres mayores adheridas y muchas de ellas estaban en la plaza. «Esto es la revolución es porque nosotras no dejamos de pelear por más que ya estemos jubiladas, vamos envejeciendo pero seguimos vivas, con un montón de ganas de hacer cosas y no queremos que nos dejen de lado», aseguró Marisa Pros de 65 años.
«Las jóvenes que vengan van a seguir adquiriendo derechos y sé que algún día vamos a lograr una paridad. No somos iguales a los hombres, pero sí queremos equidad en un montón de tratamientos. Esa es nuestra lucha y emociona ver esta plaza así de llena», cerró.
Lucha joven
Siempre se dice que las nuevas generaciones «vienen con otra cabeza» y son esas cabezas las que hoy están más concientizadas y se suman a la lucha para lograr la revolución. Desde el trabajo de las madres que llevan a sus hijas e hijos a la plaza, hasta aquellas veinteañeras que van entre amigas, todo deja entrever que las cosas van a cambiar. Ya se han movido, falta, pero hay camino.
«Ahora veo movilización en las escuelas, conciencia de lucha entre los mismos estudiantes, información. Cuando yo estaba en la secundaria, en 2017 o 2018, eso no existía y menos en el interior», aseguró Carla de 22 años. Sofía, de 19, también viene de un pueblo donde ahora hay marchas e incluso se debate en las plazas: «hay más información ahora y uno puede elegir qué pensar», indicó.
Violencia de género, femicidios, abusos, acosos, brecha salarial. Si las desigualdades e injusticias no cesan, el grito de lucha será cada vez más ensordecedor. Pero entre tanta indignación y furia, un haz de paz se cuela, dejando saber que hay futuro. Que se empezaron a ver cambios en el presente, pero que el mundo que vendrá será mejor. A fuerza de las viejas o las nuevas, falten pocos o muchos años, pero es un camino que hoy deja estar entre la convulsión y la paz.