TEXTO Y FOTOGRAFÍAS MARIANA MELHEM
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La urbanización del ferrocarril
Suele hablarse frecuentemente del concepto «urbanización del ferrocarril» haciendo referencia al carácter fundante del sistema ferroviario que se instaló entre fines del siglo XIX y las primeras décadas del XX. Mientras, se analizan en menor medida los efectos de su irrupción en el interior de ciudades preexistentes.
En Paraná los «caminos de fierro», se instalaron siguiendo una diagonal en sentido noroeste – sureste que se bifurca en dos tendidos: uno noreste -hacia estación Parera- y otro con sentido sur hacia Oro Verde.
Las vías son las piezas fundamentales en la segunda transformación urbana que experimentó la ciudad durante el siglo XIX y que define su fisonomía actual. La primera transformación fue la necesaria para cumplir con su rol de Capital del país (entre 1854 y 1861) e implicó el paso definitivo de Villa a Ciudad Capital. La segunda se dio en coincidencia con la gobernación de Eduardo Racedo que, entre muchas otras acciones, restituye la capitalidad provincial a Paraná y desarrolla un ambicioso plan que contaba con la habilitación de un nuevo Centro Cívico Provincial y una red de infraestructura ferroviaria. De esta red, el primer tramo proponía la vinculación entre las dos capitales, Paraná y Concepción del Uruguay para proceder luego a la articulación norte sur, facilitando la integración de todos los puntos del territorio a través de la creación de una empresa del estado que su sucesor (Sabá Hernández) pondrá en manos inglesas al poco tiempo.
Articulación Estación – Puerto
En el momento de su implantación, tanto el Cuadro de Estación, como parte de la traza de la vía, se hizo siguiendo una línea paralela al arroyo. Quizás fue para aprovechar la situación de límite que imponía el Antoñico, el mayor curso de agua del interior de la ciudad; tal vez el bulevar Racedo, uno de los bulevares de ronda, sea otra de las claves para comprender dicha elección. Vale recordar, que la denominación «entre bulevares», utilizada hasta nuestros días, habla de los límites del área urbanizada, según lo dispuesto por la Ley de Ejidos.
Lo cierto es que las previsiones de crecimiento no parecen contempladas en la opción propuesta, sobre todo si se piensa que, para la fecha del tendido, ya se había promulgado la mencionada Ley de Ejidos (1872) donde se establecía que en cada ciudad debía definirse un área urbana, un área de quintas y una para chacras; previendo tamaño de manzanas y lotes de acuerdo con los usos permitidos para cada una. Esta disposición se completaba con la realización de los planos correspondientes, la identificación de sus propietarios y las actividades que desarrollaban. Se puede inferir que, en aquel momento, lo que más interesaba era vincular ferrocarril y puerto, como en casi todas las ciudades ribereñas, no en vano Bajada Grande es el km 0 del recorrido que, para su inauguración (1896), ya se encontraba en manos inglesas.
Una arqueología del trayecto
¿Pero cómo es el trayecto? Se tiende a pensar en los términos de circulación que presenta el sistema vial para el automóvil, pero sorprende descubrir que esta traza, en algunos sectores, dibujaba la misma línea sinuosa del arroyo o la que la topografía le obligaba a tomar.
Un recorrido a la inversa de lo proyectado originalmente permitirá descubrir las huellas de la vía que aún se mantienen. Así se reconoce sobre calle Ituzaingó lo que en la actualidad es un cantero central pero su ancho responde a que debía contener la vía y prever un área de seguridad a ambos lados del eje (de 15 metros cada una). Esto favoreció el trazado de calzadas y veredas transformando aquel terraplén de paso en un diseño de bulevar donde antes, con la pendiente necesaria, circulaba el tren. La vía corre paralela al arroyo y hacia el norte en el tramo que va desde la estación central hasta la calle Cura Brochero. En este punto, el Antoñico cambia de rumbo con destino a la desembocadura ubicándose al norte de las vías que se internan lentamente en San Agustín.
Ituzaingó sigue su recorrido paralelo al arroyo y con Cantero Central hasta unos pocos metros después de su intersección con la calle Cura Gil y Obligado. Luego describe una curva paralela al arroyo (último lugar donde se relacionan), otra curva hasta aproximarse al vértice de Larramendi y bulevar del Puerto Viejo, para dibujar una suave ondulación que se acerca y se aleja de la avenida hasta encontrarse con el río, en el área del antiguo Puerto de Bajada Grande.
Recomponer el Puerto
De aquel puerto quedan pocas referencias y cuesta imaginar cómo era, tanto como descubrir el recorrido de vías que hoy ha sido reemplazado o cubierto con edificaciones. Las instalaciones eran de una escala asombrosa, aún perviven unos pocos fragmentos de vías, un muelle, el complejo de la antigua estación con sus funciones complementarias que se reconocen por su sistema de construcción prefabricado semejante a las arquitecturas de La Boca en Buenos Aires, típica resolución de las compañías inglesas que se repite también en otras instalaciones ferroviarias de nuestra provincia.
Una de las pocas fotografías antiguas de aquel Puerto, sirve como descripción para recomponer, al menos parcialmente, la escala del conjunto. Se percibe que contaba con guinches, zorras, depósitos y muelles. En un plano esquemático del sector realizado entre 1925 y 1931, se distinguen tres galpones y un elevador de granos pertenecientes a la compañía Bunge y Born, los galpones y estación del FCGU, la Aduana, tres muelles y un área de corral.
Recuerdos cada vez más borrosos
El largo tiempo transcurrido desde la desafectación del tren y la necesidad de disponer tierras para la realización de viviendas, ha provocado que muchos tramos hayan desaparecido prácticamente, haciéndose difícil imaginar cómo era ese recorrido. Algunos vecinos recuerdan que la vía no solo fue la conexión entre puerto y estación sobre el tren, muchos de los inmigrantes que se afincaron en la ciudad a principios del siglo XX, usaban como camino peatonal el que quedaba a los costados de los rieles para llegar hasta Bajada Grande y vender los productos que llevaban en el atado, regresando por el mismo lugar sin temor a perderse en el descampado.
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