21 de noviembre de 2024

El arte va al bar

TEXTO FRANCO GIORDA

FOTOGRAFÍAS ANALIZ GALLARDO – EDGARDO SALUZZIO

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Edgardo Saluzzio es un artista de Crespo que, luego de cuatro décadas con residencia en Córdoba y Buenos Aires, ha regresado hace dos años a su pago, donde había vivido hasta los 17. En su estancia fuera de su ciudad natal se recibió de arquitecto en la Universidad Nacional de Córdoba, se dedicó a la profesión y a las artes plásticas.

Desde que está de vuelta en la capital de la avicultura, Edgardo se hizo habitué de un bar que es conocido como «el bar del Tío», en alusión al apodo del dueño que lo atiende. Con esa referencia basta; la cantina no necesita identificación ni cartel que lo destaque porque todos saben dónde queda. «Representa el lugar del encuentro social, donde vamos a divertirnos y a conversar y donde yo quería que se viera mi trabajo artístico», explicó el artista en diálogo con 170 Escalones.

Así fue que organizó una exposición que tuvo su presentación pública el jueves 22 de julio durante una cena en la que Edgardo invitó a los parroquianos y parroquianas para festejar el Día del Amigo. «Esto lo solemos hacer. Armamos comidas en el bar y nos juntamos también para festejar los cumpleaños», contó.  Al día siguiente, llegaron más amigos, esta vez provenientes de Paraná, «ya más vinculados al ambiente cultural», precisó.

 

 

En el marco de la charla con este medio, dio detalles del lugar de la muestra: «No está en la zona céntrica, sino un poquito más retirado, a la vuelta de la terminal. Es una puertita de aluminio y adentro hay cuatro mesas de pool y distintas barras. Los que van son camioneros, panaderos, gente que trabaja en el campo, empleadas domésticas, empleados de comercio. Por lo general, todo el mundo va solo, a encontrarse con la gente del bar. La propuesta fue llevar mi trabajo donde está la gente, donde están los amigos. Me interesaba ver ese encuentro y que vieran mi expresión artística que es muy íntima; para mí, es como una batalla. Son trabajos en grandes formatos».

Consultado sobre las características estéticas de su labor, contó; «he estado trabajando con elementos del campo, con tierra, diferentes pastos, palos de alambrados, alambres de púas, espartillo, paja de sorgo Alepo. Es un trabajo muy matérico y tridimensional. Me interesaba mostrárselos a mis amigos del bar porque estos elementos son muy reconocidos por ellos y quería saber qué opinión les generaba».

En relación al marco de la exhibición, Saluzzio argumento que «yo quería que la interacción no saliera de ese ámbito, sino que fuera jugando al pool, conversando, con la iluminación del lugar y con sus paredes pintadas de un rosa medio asalmonado».

Sobre la recepción, sostuvo que «ha sido una sorpresa muy grata porque yo esperaba encontrarme con más reacción, pero no, todo lo contrario. Ha estado todo el mundo encantando con la “decoración” (risas), todos lo han acogido muy favorablemente. Incluso, quieren que siga estando».

 

 

Recorrido

Uno de los hitos en la trayectoria de Saluzzio es haber sido seleccionado en 1997 para ArteBA que se realizó en el Centro Cultural Recoleta de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Además, ha realizado numerosas exposiciones en diferentes ciudades. Entre otros trabajos, recordó también «una instalación muy grande, de muchos paneles, Mis ojos rotos, que pasó a ser parte del legado cultural de las Abuelas (de Plaza de Mayo)».

Otro de los mojones que Edgardo destaca de su camino transitado es haber trabajado en la Fundación Nautilus, en La Cumbre (Córdoba), junto al artista Remo Bianchedi, donde el objetivo era asumir el arte como transformación social. «La idea era que se realizaran talleres con artistas de diferentes disciplinas. Mi trabajo consistía en el arte en la calle. Yo, como arquitecto, tenía una visión particular de cómo se debía intervenir en las calles, en las pequeñas ciudades como La Cumbre que justamente en ese momento se estaba asfaltando y se estaban haciendo atrocidades con lugares muy particulares del pueblo. Entonces, ya en ese momento manejaba el concepto de llevar el arte donde está la gente» y agregó que lo realizado en ese taller dedicado a la Acción Urbana fue expuesto en la Fundación Klem de Buenos Aires y en el Centro Cultural Borges.

 

 

Inquietudes

A Saluzzio siempre le han interesado los materiales y diferentes técnicas de trabajo. Él lo atribuye a su formación como arquitecto y a su experiencia en la construcción. «Me formé en la década del 80 y en esos años estaba la discusión sobre la posmodernidad y la recuperación de los elementos tradicionales en la construcción» rememoró. Luego agregó «mi pueblo de Crespo tiene una cultura muy particular por los rusos alemanes, por su dialecto, por su cultura, por los carros. Entonces, en aquella época yo incorporaba elementos en la arquitectura que reciclaba de los carros rusos de Crespo; eran unas triangulaciones que tenía el tren delantero del carro, era como un herraje grande de lapacho con un círculo. He usado esa estructura como capitel en obras de arquitectura y también lo utilicé como una señal que puse en las vías, en un encuentro de artistas en La Cumbre. Todavía está esa obra por donde pasaba el tren en otra época. Así que la utilización de elementos y de transformar objetos es algo que vengo haciendo desde hace muchísimo tiempo».

Por fuera de este mundo palpable, también, durante más de una década, Edgardo se dedicó al arte digital. «Estuve 11 años encerrado en una computadora haciendo trabajos digitales que ahora estoy reciclando».

 

Herencia

«Cuando se murió mi viejo, heredé campos y animales. Entonces, decidí postergarles la vida a esas vacas todo el tiempo que pudiera. Vivieron cinco años más. En principio, eran 95 pero ese número se redujo porque era imposible sostener el proyecto. Por otra parte, mis dos hermanos, ingenieros agrónomos, tenían mucha presión para que desistiera con ese tema. Los animales se hicieron muy grandes. Ese tal vez esa sea mi principal trabajo artístico. Lo fui documentando con fotos. Mi propósito era que vivieran en la mayor libertad posible. Cuando tuve que desistir de eso por una cuestión económica, fue una época muy triste. No pude continuar con ese proyecto y me encontré con los alambres, con los pelos que dejaban los animales porque eran muy grandes, algunos superaban los 1200 kilos, que levantaban los alambrados, se rascaban y dejaban los peluchones con los que hice la obra Poética del rascado vacuno con la que gané el Segundo Premio en Escultura del Salón Anual del Museo de Bellas Artes de Entre Ríos de 2020», compartió el artista.

 

 

Futuro

Con respecto a sus proyectos en marcha, adelantó que «estoy preparando unas bases de 1,20 por 2 metros con chapadur y una pequeña estructura para ponerlos semienterrados con tierra y pasto, en el campo, probablemente, en el corral para que los animales dejen sus huellas y después llevarlas al taller para seguir trabajando sobre eso».

 

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