#8M: renovado y masivo grito feminista

TEXTO Y FOTOGRAFÍAS JOHANNA PELTZER

 

 

En un nuevo Día Internacional de la Mujer, mujeres y disidencias de todo el país volvieron a salir a las calles luego de dos años atravesados por la pandemia y la convocatoria fue masiva. En Paraná, la última marcha que se llevó adelante con normalidad fue la del 9 de marzo de 2020, que estuvo atravesada por la furia del femicidio de Fátima Acevedo, encontrada muerta en un aljibe el día anterior. En 2021 hubo convocatoria, pero por el coronavirus fue con cuidados y muchas acompañaron desde sus casas. Este 2022, el regreso a las calles se sintió más fuerte que nunca.

La consigna de este año estuvo marcada por la situación política y económica del país. Bajo el lema «Fuera FMI: la deuda es con nosotras y nosotres», la movilización partió desde Plaza 1° de Mayo hasta el Centro Cívico, donde miles de mujeres compartieron la lectura del documento y diversas representaciones artísticas. Como reza el dicho, no cabía un alfiler en Plaza Mansilla.

«Ni Una Menos», «Vivas nos queremos», «Avisame cuando llegues», «No hay peor virus que el patriarcado», «Lo contrario al feminismo en la ignorancia» y «Quiero ser libre, no valiente» fueron algunos de las proclamas que se vieron escritos en los carteles. Amigas, hermanas, madres, jóvenes, adultas, niñas, todas bajo la misma premisa: luchar por sus derechos.

 

    

 

Cifras dolorosas

En Argentina, este año hubo 64 femicidios y travesticidios, lo que significa que una mujer muere cada 32 horas en nuestro país. En Entre Ríos, hubo 52 en los últimos seis años y dos fueron en este 2022. Pero lo alarmante también son la cantidad de denuncias por diferentes tipos de violencia de género que se hicieron: más de 13.000 en la provincia durante el año pasado y más de 1.800 en estos dos primeros meses. Allí se evidencia otro de las exigencias: el de la Justicia.

«Más allá de que nos seguimos organizando y saliendo a las calles, hay una justicia que no nos reconoce todavía. Hay un sistema que es machista que permite que haya cosas que sigan sucediendo: que no funcione el botón antipánico, que no te tomen las denuncias, que los femicidas entren por una puerta y salgan por la otra. Estamos hartas», dijo Marisol Esponda, referente de Nuestra América.

La falta de presupuesto y de creación y administración de políticas públicas de género hacen que no haya una respuesta efectiva de protección de la mujer ante un hecho de vulneración y violencia. Por eso el reclamo de la declaración de emergencia y también el pedido de involucrarse como sociedad: «Veo las cifras y me genera dolor pensar que hay tantas mujeres que viven así. A veces tenemos altos niveles de conciencia, pero no tanta capacidad de acción por parte de los organismos estatales y sociales, por eso necesitamos que la comunidad también se concientice y cuide. Tenemos que hablar con todos, los hombres deben sentirse interpelados. Basta de hacer la vista gorda», aseguró Sofía Uranga, abogada feminista. 

 

 

Siempre presentes

En la lectura del documento, se hizo un espacio especial para aquellas víctimas de femicidio en Entre Ríos cuyas causas en la justicia siguen impunes. ¿Gisela López? Presente. ¿Jessica Do Santos? Presente. ¿Lucía Torres Mansilla? Presente. ¿Alejandra Rucu Silva? Presente. ¿Verónica Lescano? Presente. ¿Eliana Ledesma? Presente. ¿Stella Maris Castagno? Presente. ¿Noemí Guadalupe Suárez? Presente.

Quien también participó en la marcha fue Ana Brugo, mamá de Julieta Riera, la joven arrojada desde un balcón por su pareja Jorge Julián Christe, que hoy se encuentra preso condenado a cadena perpetua por el femicidio. Con una mezcla de emoción, tristeza y angustia, Ana no se pierde ninguna movilización y siempre camina con la foto de su hija en brazos.

Este 29 de marzo hay una nueva instancia en la justicia por el caso, ya que la defensa de Christe volvió a apelar la pena y será el Tribunal de Casación quien se encargue de dirimir. «Esperemos que no se haga lugar al pedido que hacen porque está más que probado que no fue un accidente, que Julieta no se tiró, que él la mató», afirmó.

El femicidio de Julieta no está impune, pero en el fondo hay algo que nunca va a sanar. «Me pongo en el lugar de las madres que no tienen justicia por sus hijas y me da mucha angustia. Porque yo sí la tuve, él está preso y eso me da algo de paz, aunque para una mamá nada basta. Por eso mi mensaje para ellas es que no bajen los brazos, como yo. Porque yo voy a seguir luchando para que no haya más Julis nunca más», cerró con los ojos brillosos. 

 

 

La pelota no se mancha, el jugador sí

En este 8 de marzo, el fútbol también fue parte del plano y tanto en el documento del día como en la marcha se evidenció el reclamo hacia Diego García, jugador acusado de abuso sexual con acceso carnal que actualmente está formando parte del plantel del Club Atlético Patronato. En ese marco, la agrupación Rojinegros Unidxs busca desafectar al centrocampista de la comitiva como repudio al hecho y en apoyo a la víctima.

«García comete el hecho cuando estaba en Estudiantes y las socias feministas del Pincha lograron echarlo a través de los protocolos del club. Luego pasó a Talleres, donde no pudo suceder lo mismo, pero sí se logró que no juegue de titular. Ahora está gratis acá en Patronato y nosotras como parte del club queremos que se lo desafecte del plantel y que se vaya de la institución», contó Melina Portillo, pionera de la agrupación.

«Como socias, el club nos tiene que responder, representar, y eso no está pasando. En el estatuto dice que ningún socio puede estar procesado, sin embargo, tienen un jugador procesado por abuso. Entonces no se entiende. García sigue libre, jugando, provocando y revictimizando a la víctima a través de las redes sociales. Queremos que no termine su contrato, que se vaya y que no juegue más», finalizó. 

 

 

Violencia laboral

Uno de los puntos centrales que se destacó este año fue la violencia económica que sufren las mujeres a partir de la brecha laboral con los varones, que abarca desde diferentes tareas hasta salarios dispares. Desde que el patriarcado se definió como estructura social, hay una división sexual del trabajo: para mujeres el de cuidado y reproductivo, como cocinar, limpiar, llevar a los chicos a la escuela o hacerse cargo de adultos mayores; y para los hombres el de trabajo privado.

El problema del trabajo de cuidado es que está invisibilizado y no es tenido en cuenta como parte del mercado, por ende, no es remunerado. «Cargar con esto significa que tenemos menos tiempo para estudiar, trabajar, capacitarnos o destinar a otras tareas. Por eso, se necesitan políticas públicas y el compromiso de los privados para romper con esta imposición y poder reconstruir la estructura social», explicó Nadia Burgos del MST Nueva Izquierda.

En Argentina, las mujeres en trabajos informales cobran hasta un 38% menos que los varones y no sólo se evidencia en el salario sino también en el volumen de trabajo. «Si el Estado y las empresas tuvieran que poner guarderías, lavanderías o comedores para igualar lo que hacemos las mujeres significaría el 17% del PBI del país. Es decir, es la rama que más ganancia genera, pero hoy en día se ahorra porque lo hacemos gratis», expresó.

 

 

El reclamo de la ESI

«Estas profes sí te creen. Basta de violencia de género. Más ESI en las escuelas» decía un cartel que colgaba del cuello de una docente. Se trata de Natalia Altamirano, profesora, que también hace viva la lucha por la implementación de la Educación Sexual Integral dentro de las aulas. «Vemos muchas situaciones de violencia en las instituciones educativas, abusos en la infancia, problemas en los noviazgos, discriminación de la disidencias y costumbres patriarcales que son necesarias erradicarlas, por eso aportamos nuestro granito de arena todos los días», manifestó.

La Ley existe desde el año 2006 pero su aplicación no es pareja en todas las escuelas ni en todos sus contenidos. Por eso, este 8M se pidió nuevamente por su necesaria implementación como herramienta para la educación y la prevención de abusos, violencias, embarazos no deseados, problemas de salud mental por orientaciones sexuales o identidades de género, entre otros.

«Hay escuelas que tienen horas de taller, pero depende de cada una y también de las resistencias que haya. Yo lo hago desde mi lugar y las familias están invitadas a participar, no es algo oculto, no es pornografía. Es importante que se hable en las casas sobre prevención, cuidados y por qué se siguen manteniendo ciertos mandatos», finalizó.

Así las cosas, una vez más las mujeres salieron a las calles a pedir poder vivir. Como si fuera algo irracional o supremo. Están queriendo vivir: en paz, con justicia, sin violencias, sin abusos, sin discriminaciones ni muertes. Es una deuda del Estado y de la sociedad toda garantizarlo. Y si todavía no se entiende el mensaje, habrá más marchas, más carteles y mucho más #8M hasta que suceda.

 

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