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Hace 50 años, los jóvenes del 68 parisino salieron a la calle a romper las estructuras de una sociedad opresiva. Entre otras cuestiones, se propusieron liberar la palabra. Uno de los medios elegidos fueron los muros: con carteles y grafitis conquistaron una manera propia de decir. Su inspiración era política y estética: confluían diferentes corrientes del marxismo, el anarquismo y el feminismo con el situacionismo, el arte conceptual, el surrealismo, el dadaísmo, el nihilismo y el hipismo.
Así aparecieron consignas como: «Sean realistas: pidan lo imposible», «Prohibido prohibir», «La barricada cierra la calle pero abre el camino», «En los exámenes, responda con preguntas», «Cambiar la vida. Transformar la sociedad», «Heráclito retorna. Abajo Parménides. Socialismo y libertad», «Contempla tu trabajo: la nada y la tortura forman parte de él», «La novedad es revolucionaria, la verdad también», «La vida está más allá», «Todo es Dadá», «Lo sagrado: ahí está el enemigo», «La poesía está en la calle», «Si lo que ven no es extraño, la visión es falsa» o «Soy marxista de la corriente de Groucho».
Con el paso del tiempo esos textos de la juventud comunera no han perdido su vigencia y se han extendido a lo largo del mundo. Su fuerza permanece y ha llegado a Paraná. El enunciado «La imaginación al poder» estampada con un esténcil sobre uno de los laterales del colegio del Huerto aún mantiene su potencia.
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