TEXTO FRANCO GIORDA
FOTOGRAFÍAS CAROLINA FONTANA
El libro tal como lo conocemos, desde la invención de la imprenta a esta parte, ha sido el dispositivo por excelencia para la circulación de textos. A este noble soporte se ha sumado en la era presente el formato digital. Sin embargo, en paralelo, existen otras maneras, artísticas o artesanales, para la comunicación a través de la palabra impresa.
Un ejemplo de estos elementos alternativos para la lectura se puede encontrar en ferias y recitales de Paraná donde Carolina Fontana lleva una mesa con una rica variedad de objetos, bellos en sí mismos, destinados a compartir prosa y poesía de un modo creativo y hasta sorprendente.
Estas piezas son producidas a partir de distintos materiales y diseños que proponen una experiencia particular para el acto de leer. Hasta el momento, la autora tiene alrededor de 20 modelos terminados. En todos se puede apreciar la delicadeza de dobleces, entretejidos, barnizados, cosidos o pegados de diferentes tipos de papel o cartón para alcanzar estructuras particulares (y lúdicas) que permiten encontrar textos a uno y otro lado de las superficies, completar sentidos o descubrir poesías que no se ven a simple vista, entre otras propuestas.
Carolina contó a 170 Escalones que el emprendimiento «no tiene nombre formal. Al primer fanzine que hice le puse el nombre de mi cuenta de Twitter e Instagram que es @melimarainbow y así quedó». Con este nombre se pueden rastrear también en las redes sociales los objetos mencionados.
Emulan diferentes formas: cassettes, flores, atados de cigarrillos, corazones, hexágonos, entre varias otras. Algunas tienen nombre como «Batifanzine» (un origami con forma de murciélago que contiene un texto de Carolina y otro de Chana Bertolami), «La 97» (realizado en papel y cartón que al desplegarse se abren distintas habitaciones de una casa en las que transcurre el cuento narrado), «Corchitos de la Fortuna» (corchos cortados al medio y calados por dentro donde se aloja un mensajito: «algunos de los mensajes son lindos, profundos y reflexivos y otros son un corchazo en el ojo. Nunca se sabe qué mensaje te va a dar el corchito», contó divertida su creadora).
Otra de las formas fue bautizada como «Diapositivas del fuego», la cual merece una atención particular. Al respecto, Carolina dijo lo siguiente: «las realizo imprimiendo las poesías en un papel común que luego se pinta varias veces con un barniz que contiene un pigmento que reacciona al calor. Luego esto se monta sobre un cartón que también se pinta de negro. Para poder leer las poesías es necesario someterlas al calor, aproximadamente a 40°C. El pigmento utilizado es importado y de momento es difícil de conseguir además de costoso. Entonces, puede que esta última tanda que hice sea la última». Su inspiración fueron las tazas que reaccionan al calor: «Me puse a investigar cómo se hacía hasta que conseguí el polvo termocrómico, probé mezclarlo con barniz hasta que me gustó la terminación y de ahí pinté hasta que quedaba negro. Me sigue resultando muy difícil calcular la proporción de la cantidad de polvo y barniz; es todo a ojo. Tampoco le puedo echar mucho porque queda una pasta y es imposible pintar, así que pinto muchas veces hasta que queda negro».
Los textos alojados en diversas hechuras pueden estar dedicados a un perrito, a la violencia urbana, a la soledad, al amor o a las estrellas. En estos trabajos de producción hogareña, las formas y los contenidos van de la mano. Además de poesía y cuentos se pueden encontrar otros escritos como «31 frases para sobrevivir el mes». Las palabras son acompañadas con imágenes impresas, acuarelas, ilustraciones o dibujos. «Pinterest e Instagram son unos disparadores geniales de ideas, igual siempre me gusta tratar de darles una vuelta más y agregarles algo mío» aseguró Carolina.
En cuanto a su motivación para elaborar estas obras de lectura, la hacedora sostuvo que «para mí son un cable a tierra, un rato en que desconecto de las obligaciones y conecto con el juego, con el asombro. Y me gustan más cuando logro un diseño que sorprende y acompaña a contar una historia».
Sobre los orígenes del emprendimiento, contó que «el proyecto comenzó en el marco del taller de fanzines que dictó Chana Bertolami a principios de 2022 y desde ahí no paré». Luego, agregó: «voy a todos los eventos que me invitan. También algunas personas me contactan por Instagram, ya sea porque alguien les contó de algún fanzine o me vieron en alguna feria», refirió.
Consultada por la autoría de los textos compartidos, señaló que «de momento, todas las poesías son mías. En cuanto a los cuentos, hay algunos míos y también hice un fanzine con cuentos/relatos de tres amigas. Más adelante está la idea de hacer alguna recopilación de poesías que me gustan, pero aún no termino de darle forma».
Sobre su relación con la escritura, recordó: «empecé a escribir como a los 18 años. Al tiempo, una tía leyó lo que hacía y me invitó al Taller itinerante de letras Paraná que dirigía Graciela Gianetti. Esto habrá sido a mediados de los 90» y agregó: «tuve dos blogs de poesías por muchos años; en uno publicaba cosas mías y en el otro, poesías de otros autores. También tuve uno que coescribíamos con una amiga. Con la aparición de Twitter fui dejándolos atrás». En cuanto a material propio que ha visto la luz pública, señaló: «me han publicado algunos cuentos y poesías, pero hace mucho, alrededor del año 2000, y todo suelto, ningún libro».
En cuanto a su asistencia al taller de fanzines de Chana contó que «surgió de casualidad. Una amiga en común, que era compañera de ella en el Proyecto Toda Persona, publicó un flyer promocionando el taller. Yo en ese entonces estaba haciendo mi tesis y estaba completamente saturada. Como necesitaba cambiar de aire le pregunté a una amiga qué onda con los fanzines y me la súper recomendó, así llegué a la Chana. El resto es historia, jaja», sintetizó Carolina con la chispa con la que emprende sus ideas.
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