TEXTO Y FOTOGRAFÍAS PABLO RUSSO*
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Hay unos niños jugando en la playa bajo la luna llena. Un gran perro parece cuidarlos en el espacio donde terminan los palets que ofician de baranda que delimita el patio del bar. El patio es una playa que no da al río sino a unos camalotes que intermedian. El bar es Parientes del Bar, a pocos metros de entrar por la calle Del Pescador en el barrio de Puerto Sánchez. Además de esos gurises, claro, hay un centenar de personas bebiendo y comiendo repartidos en la parte de arriba, que da al asfalto, o abajo, en la arena. Siempre a cielo abierto, con el Paraná de fondo o con las casitas en alto al pie de la barranca, según hacia donde se mire.
Algunas mesas y asientos de madera y unas luces de colores son la sencilla escenografía del espacio que María Paz Gallo y Constanza Cullen atienden en la barra de arriba mientras que, ese sábado, dos artistas plásticos (Roberto Pastrana y Sergio Damonte) pintan sus cuadros en vivo al tiempo que abajo transcurre un recitado con el nombre de Poesía Costera Suburbiana. Allí se turnan al micrófono poetas locales como Zolo, Thiago Schonfeld –un chico de diez años-, Ivan Taylor, Marcelo Atelman o Mariana Bolzán, con otros santafecinos y músicos como el trío de mujeres de Miel Latina, la chilena Ana Contreras con Mauro Leyes en la guitarra y María Silva. No se paga entrada, la colaboración es a la gorra. En un rincón de ese escenario al ras, la mesa de Abrazo Ediciones ofrece parte de su producción. Gisela Rondan es la organizadora del encuentro poético, que «surgió del deseo de que haya un espacio de expresión amplio, con la poesía como base pero que combine con música y artes plásticas, todo en vivo», según cuenta a 170 Escalones. Al anunciar, explica que se trata del décimo quinto encuentro. Es que con ese nombre se organiza desde 2016, aunque antes se llamaba de manera diferente: en 2015 era Lo femenino en la escritura y ocurría en el Club Español; siempre a pulmón como un espacio autogestivo que se propone como ciclo mensual. «Pretendo que no sea una cuestión elitista en la que los que van a leer escriban desde un tecnicismo, sean profesores de literatura o estén dentro de la SADE. Lo que se intenta rescatar son las raíces costeras con las que venimos impregnados desde la poesía de Juan L., Emma Barrandeguy o Stella Berduc. Porque cuando escribimos, como poetas de río, es inevitable lo paisajístico, es lo que nos llama, nos interpela, y se ve muchas veces plasmado en las letras», explica Gisela. «El tema de “suburbiano” es un juego de palabras entre suburbio y urbano. La idea es esa, mezclar, que se vean las diferentes clases, voces, que llegue a todos lados», amplía.
«La cultura popular es la que nos interesa promover», comenta Paz sobre lo que ocurre en su bar inaugurado a principios de noviembre. De viernes a domingo a partir de las 18 la intención es causar el encuentro en «un espacio donde los artistas locales puedan compartir sus composiciones, expresiones, y que la gente también disfrute», aclara. Paz y Constanza tienen recorridos diferentes –una estudió cine y ejercía la dirección de arte, la otra es bioquímica-, pero las unió precisamente eso: el disfrute de la cultura, a lo que le sumaron el placer por elaborar alimentos caseros. El espacio lo encontraron por intermedio de un contacto y fueron a hablar con la dueña: Gloria, la vecina que vive enfrente, que hace un tiempo había construido el balcón-muelle de madera y el localcito. «Estaba un poco deteriorado, así que desde agosto le metimos carpintería, albañilería, ambientación y remodelación», señala Paz. De a poco fueron avanzando, sumando banquetas, barras, remodelando y reciclando para levantar un negocio rústico y austero.
Paz plantea que la relación con el barrio es buena, aunque sabe que de cerca se conocen las internas. «Nos han ayudado muchísimo. Algunos vecinos con conocimiento de electricidad y otros chicos que se acercaron a prestarnos unas guirnaldas de colores. Ellos siempre están afuera y preguntan qué propuestas hay», dice. En cuanto a la gastronomía, las empanadas de pescado que cocinan las chicas no tienen nada que envidiarle a las de la familia Lemos, por ejemplo, un clásico de la cuadra. También hay pizza de arroz yamaní y hamburguesas; para tomar: jugos, licuados y cervezas. «Los ingredientes que manejamos tratamos de que sea dentro de la economía justa, y no trabajamos gaseosas. Encargamos pan casero, compramos en comercios familiares y elaboramos en casa. Ahora estamos en la búsqueda de productores de vinos entrerrianos, para apoyar al comercio regional de alguna manera», señala Paz. Simona Ramírez y Natalia Rueda son dos compañeras más integran el equipo del bar gestionado por mujeres, que tiene su juego de palabras con el significado de la palabra Paraná en guaraní: agua que va hacia el mar, o pariente del mar. «La idea es que también tenga su identidad propia del río, así que en ese sentido qué mejor que Puerto Sánchez», piensa Paz.
La sensación puede ser un poco extraña si se mira el entorno. Hacia un lado está el Thompson, con sus boliches sobre la playa y el asfalto en rotonda híper iluminado. Hacia el otro costado se ve la dársena del puerto, la costanera con su tránsito incesante, el Parque Urquiza y los edificios de la ciudad sobre los que se destaca el gran hotel. En Puerto Sánchez, en cambio, se respira cierta tranquilidad nocturna de barrio que, posiblemente, el bar llega a desconcertar. Las propuestas gastronómicas de las familias de pescadores suelen ser los fines de semanas al mediodía, mientras que la peña de Dardi, a pocos pasos del bar, ocurre los martes y jueves de noche en el mismo local que durante el día es de venta de pescados. La convocatoria de Parientes, indefectiblemente, modifica el paisaje. «Nos encargamos de armonizar lo mejor posible, porque no estamos de local, no somos de acá ni vivimos acá; somos del centro, y cuando llegamos a ese espacio lo que más nos interesa es mantener un respeto y una concordancia con el ritmo mismo del barrio», comenta Paz. El estacionamiento fue el primer problema que saltó a la vista: los autos avasallan y crean una desarmonía sobre la angosta calle Del Pescador. «La gente por ahí estaciona en las puertas de las casas y como el bar va creciendo, estamos invitando a todos los Parientes que estacionen en el playón del Thompson, en la zona de camping, y que caminen 100 metros», pide Paz, quien tiene muchas veces que llamar por micrófono a sus parroquianos para que corran vehículos para que puedan entrar los vecinos. De cara al 31 de diciembre esperan muchísima más gente que la habitual porque se viene la fiesta Nuevo año y largo cachengue al río con la DJ Ro García.
Si bien la zona tiene su reputación bohemia de pintores, músicos y compositores que la frecuentan, al pintoresco balcón de madera y su extensión de arena no suelen acercarse los lugareños. Lo cierto es que por ahora, entre el chamamé, el folclore, el stand de editoriales, una banda indie de La Plata y otra cordobesa que mixtura humor con raíz de murga, el único costero que se arrima todas las noches en el Indio, el gran perro de Gloria que se la pasa en el bar y si uno se aleja por la playa acompaña a ver si pinta algún juego. Parientes, por el momento, no es un bar del barrio, sino un bar en el barrio, como una exótica implantada que se hace lugar entre la flora local y llama la atención con su propuesta cultural.
*Integrante del PID 3181 (FCEDU / UNER) “Escenas de la música urbana. Experiencias históricas y actuales del rock-pop en Paraná”
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Qué hermosa idea!!! Está de conectar nuestro río con el arte y la gastronomía…un paisaje muy típico nuestro sin tanta intervención humana.
Iré a conocerlo!!!
Éxitos!
Genial la nota de Parientes del Bar… me dan gsnas de estar allí…soy de la patagonia
Hola Silvia. Cuando vengas, es un lindo lugar para visitar 🙂
Idea magnífica!! ? ojalá tenga buena respuesta de la comunidad !! Te felicito sobrino x el artículo !! ?????