TEXTO FRANCO GIORDA
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Una de las propuestas de este último día del Festival Internacional de Cine de Entre Ríos (FICER) es el documental Método Livignston (2019, 72’, ATP) de la directora Sofía Mora. Livingston es el apellido de Rodolfo, un arquitecto del barrio porteño de La Paternal que inventó un modo particular de diseñar inmuebles.
Después de haber vivido una extensa trayectoria por fuera de los cánones académicos, el protagonista es registrado a sus 80 y largos en diferentes instancias en las que expone su propia visión de la arquitectura (y de la vida misma). Así es que aparece recordando su experiencia en la construcción de casas para trabajadores en la Cuba revolucionaria, dialogando con amigos, entrevistando a clientes, disertando en algún café, participando en programas de televisión o dando clases a estudiantes universitarios. En cada caso, su impronta excéntrica lo distingue.
El trabajo cinematográfico también lo muestra en la cotidianeidad de su hogar, junto a su compañera y su pequeño hijo. En ese ámbito explica la historia de su residencia y la distribución lograda a partir de algunas reformas. De este modo, el vínculo entre los espacios y la existencia diaria queda expuesta de manera clara a partir del testimonio en primera persona del personaje central.
Otro edificio con su sello que es analizado es el Instituto de Astronomía y Física del Espacio de la Universidad de Buenos Aires, el cual es recorrido por dentro y por fuera con planos detenidos en decisiones arquitectónicas determinantes.
En concordancia con el interés por la política de la figura central del film, la pieza documental también trata su paso por la función pública al frente del Centro Cultural Recoleta, sus discusiones en la televisión con Bernardo Neustadt o sus columnas de opinión en La Noticia Rebelde. Su carácter de niño terrible se manifiesta en cada una de sus expresiones, tanto en su trabajo como en su discurso.
Su actitud en disonancia con lo establecido no le hace perder de vista el dinero. Entonces, en más de una ocasión, se ocupa de remarcar la necesidad de tener en cuenta este factor al momento de llevar adelante los proyectos. Este es un tema de discusión con su pareja, quien concreta ideas similares, pero en contextos de miseria y déficit habitacional.
El humor es una constante en este personaje. Es capaz de reírse de sí mismo, apela a la ironía en las polémicas en las que participa, es gracioso con sus amigos e incluso en sus conversaciones con los realizadores de la película.
En este último sentido, la obra no borra los dispositivos que permiten la realización audiovisual, es decir, la puesta en escena es exhibida sin tapujos. Justamente, esta decisión estética permitió un giro que aporta a la película una veta significativa inesperada. En uno de los intercambios con los técnicos surge, casualmente, un dato que mejor no develar pero que remiten a la historia personal del arquitecto y lleva a que el film genere un nuevo hecho en la vida de Livingston.
Por otra parte, son muy fértiles sus diálogos y contrapuntos con diferentes personas, como su amigo, el psicólogo social y arquitecto Alfredo Moffatt. Los encontrados puntos de vista no obturan la posibilidad de diálogo. Livingston apuesta, en su método profesional y en su vida toda, a la conversación. La libertad es lo que guía a este hombre en su recorrido por la arquitectura, la discusión pública o en la esfera privada.
El guion es compartido entre Sofía Mora y Candelaria Frías. La producción estuvo a cargo de Néstor Frenkel (que a su vez es director de Amateur, película que también se proyecta este sábado a las 18).
La función de Método Livingston, ganadora del Premio del Público de la última edición del Festival de Cine Independiente de Buenos Aires (BAFICI), será en La Vieja Usina a las 16. La entrada es libre y gratuita.
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