TEXTO Y FOTOGRAFÍAS FRANCO GIORDA
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La palista Mica Maslein fue medallista en los Juegos Panamericanos Lima 2019 y también participó el año pasado del Mundial de Canotaje que se llevó adelante en Hungría, una de las mecas de ese deporte. Llegó a la actividad de manera tardía: recién a los 24 años comenzó a entrenar para alcanzar el alto rendimiento. En la actualidad, cerca de los 31, es parte del equipo nacional de la disciplina y está disputando un lugar en el plantel que competirá en las Olimpíadas de Tokio 2020. Ella es una de las pocas mujeres que transitan a diario el río en un bote de competición. Esta situación le genera cierta perplejidad porque no encuentra los motivos por el que las chicas no se dediquen de manera más generalizada a esta actividad. Remar en el río Paraná es una pasión que no conoce de cansancios, aburrimientos ni flojeras para esta deportista. Es más, el agua es su medio antes que la tierra tanto para su ocupación como para su recreación; que en definitiva en su corazón no se diferencian mucho. En esta entrevista realizada en la Escuela de Canotaje, Expedición y Natación en Aguas Abiertas (ECENAA), Mica habla de su vínculo con el agua, su trayectoria en el deporte, los entrenamientos, la soledad, las tormentas y el futuro, entre otras cuestiones.
¿Cuál es tu primer recuerdo del río?
Mi primer recuerdo es en el Rowing cuando mi papá era entrenador y nosotros íbamos a la escuelita de canotaje.
¿Cuántos años tenías?
No me acuerdo bien. Tal vez, ocho. Íbamos a jugar en el agua. Más que estar arriba de las embarcaciones nos gustaba darnos vuelta.
O sea que tu primer recuerdo del río tiene que ver directamente con el canotaje
Fue la manera en la que me acerqué. O sea, íbamos a la playa con mi mamá y mi papá pero yo me acuerdo más cuando lo disfrutábamos jugando con los kayaks.
Antes de dedicarte a la competencia en el canotaje tuviste un recorrido por otros deportes, ¿cómo fue ese trayecto?
Siempre estuve muy comprometida con el deporte. De chiquitita mis papás me llevaron a gimnasia artística. A partir de ahí, además de gustarme, la actividad deportiva se convirtió en una necesidad y siempre lo hice de una manera muy responsable. Nunca fue un hobby. Siempre fui muy competitiva en todo. Entonces, lo hice con mucha exigencia. Practiqué gimnasia, natación, básquet, vóley. En lo que más me mantuve fue en vóley; en Rowing también.
¿Llegaste a competir en torneos nacionales no?
Si. Estuve en dos ligas nacionales como refuerzo del club Estudiantes porque en Rowing no teníamos tanto nivel como para eso. Las chicas de Estudiantes eran mejores y ellas ascendieron a jugar esa liga nacional y me invitaron a participar.
¿Cuándo decidiste dar el vuelco hacia el canotaje?
En su momento no seguí canotaje porque también hacía natación y vóley y no me daba el tiempo para hacer todo bien. Entonces, me quedé jugando al vóley, pero un año me lesioné la rodilla y me costó recuperarme. Cuando volví me lesioné otra vez. Ahí vino más jodida la operación y cuando me di cuenta que ya no iba poder volver a jugar me quería morir. Solamente iba a laburar y no hacía otra cosa. Había empezado a hacer gimnasio para fortalecer la pierna, pero no hacía un deporte bien. En ese momento, se estaba armando en la Escuela de Canotaje un grupo de competición y me invitaron. Desde el primer día que vine me apasioné tanto que nunca más falté. Ahora no entiendo cómo es que dejé cuando era chica. Por ejemplo, con el equipo nacional tenemos vacaciones; pero yo me tomo tres días y ya quiero volver. Todavía no me cansa. Mis compañeras de la selección que hace años que lo hacen rigurosamente esperan las vacaciones y se las toman. Yo no lo padezco. Me encanta. Entonces, ando todos los días acá en el puerto.
¿Qué edad tenías cuando volviste al canotaje?
Fue hace seis años, más o menos. Tenía 24. El primer día que vine me invitaron a hacer una bajada de entrenamiento desde el Parque San Martín hasta acá. Yo no sabía si iba a estar estable en el bote. Con mi hermana Camila fuimos en K2 porque ir de a dos es más llevadero. Si te cansás, te acompaña la otra. Vinimos esa mañana a probar un bote de la Escuela y anduvimos bien, entonces nos largamos desde allá. Fueron tres horas remando. Una locura porque nadie se manda a hacer esos kilómetros entrenando siendo que hace años que no lo hace. Me encantó y acá estamos todavía.
En otras disciplinas, los 24 años para empezar a competir parece una edad avanzada
En canotaje, por suerte, la edad del alto rendimiento se extiende bastante. No es como en otros deportes donde los impactos lesionan más, el pico se alcanza a corta edad y después se empieza a bajar. En canotaje, a los 23 hay campeones del mundo, pero se extiende mucho más. Con treinta y largos siguen remando sin ninguna dificultad. En Argentina, la mujer no hace mucho canotaje. Entonces, no somos tantas y entrar en un nivel de las 10 primeras no es tan difícil. Sí hay algunas, que hoy son mis compañeras de equipo, que marcan una diferencia de nivel. Entonces, yo estuve un año compitiendo a nivel entrerriano; al otro año, entré al Mundial de maratón que también es fácil porque no hay tantas chicas en el país; y después me invitaron a estar en el equipo de velocidad. Entré, pero era de las últimas y con mucha diferencia con las mejores. Me llevó su tiempo. Desde hace tres años que me dedico solamente a esto y diría que recién ahora estoy alcanzando el nivel de las de más arriba. Con mis compañeras y mi entrenador decimos que fue raro meterme al nivel de las chicas siendo que no tenía otra base de entrenamiento que la de los otros deportes que había hecho antes pero que no tienen que ver con canotaje. Yo siempre digo que es por mi cabeza dura y por la tenacidad de querer estar como ellas y superarme todos los días. Para poder estar en el equipo tuve que dejar de trabajar y dedicarme a fondo. Por ahí, cuando sos más chico tenés medias tintas. En cambio, yo dije que si me dedicaba a esto iba ser al 100.
¿Te podés sustentar con esta actividad?
Sí. Hoy vivo del canotaje. Tengo dos becas: una de la Secretaría de Deportes de la Nación y otra del Enard (Ente Nacional de Alto Rendimiento Deportivo).
¿Cómo se obtienen esas becas?
Se obtienen teniendo resultados. Cuando empecé en la selección concentraba un tiempo antes de la competencia. Pedía licencia en mi trabajo, competía, y me volvía. No seguía concentrando porque no tenía una beca y tenía que regresar a trabajar.
¿En qué trabajabas?
En la Escuela de Iniciación Deportiva del club Estudiantes. Soy profe de Educación Física. En un momento, el entrenador nacional me preguntó si contaba conmigo para concentrar. Nosotros entrenamos tres semanas afuera, en ese momento era en Rosario, ahora es en Tigre, y una semana en casa. O sea, trabajar no se puede. Entonces, apunté a eso y viví durante algunos meses de mis ahorros. Tenía un bote que no usaba y lo vendí. Aguanté y aguanté hasta que tuvimos una medalla en un Sudamericano y a partir de ahí empecé a cobrar la beca. Está bueno porque tenemos apoyo. Lo difícil es llegar.
Dijiste que no son muchas las mujeres que se dedican al canotaje, ¿hay en Paraná otras chicas que están en la alta competencia o aspirando a ese nivel?
Sí. Sobre todo, en el Club Náutico donde viene una camada bastante grandecita de chicas que, por ahí, ya formó un grupo y eso atrae a más mujeres. Todas son más chicas que yo. Están en el equipo nacional en sus categorías: cadetes, menores, etc. Supongo que van en este camino de buscar llegar al equipo nacional y competir afuera como me pasa a mí. En Entre Ríos, el Náutico es el que más mujeres tiene. Acá, en el ECENAA, entrenan conmigo dos mujeres más.
¿Cómo ha sido este camino de pocas mujeres en la disciplina?
En realidad, lo que yo me pregunto es por qué la mujer no hace este deporte. El otro día, en el gimnasio, hablábamos con los varones de por qué será que hay tan pocas mujeres. Ellos decían algo que a nosotros nos parece insignificante, pero hay familias que dicen que no mandan a las hijas porque le va a crecer la espalda. Es una pavada. Yo me pregunto cómo puede ser tan limitado eso. Es raro. Tiene que ver con el tema físico. Concluimos que uno de los puntos puede ser ese. La cuestión importante es que cuando sos chica podés jugar en el agua y eso está buenísimo para las nenas de 10 u 11 años que empiezan.
¿Cómo es tu rutina de entrenamiento?
Tenemos diferentes épocas. En algunas estamos a full y en otras se entrena un poco menos. Ahora estamos en la pretemporada. Entonces, aparte de remar, nadamos, corremos y hacemos gimnasio.
¿Todos los días?
Sí. Menos los domingos que se descansa. Los martes y jueves a la tarde también tenemos libre.
¿Doble turno?
Sí. A la mañana se hacen dos turnos de agua o un turno de agua y uno de gimnasio. También puede ser un turno de agua y correr o un turno de agua y natación. Empezamos tipo ocho de la mañana, después descansamos un rato, tomamos unos mates y volvemos a salir. Al mediodía almorzamos. A la tarde arrancamos de vuelta.
¿Cómo te llevás con la soledad en el río?
En los entrenamientos más tranquilos no me molesta. De hecho, en los dos primeros años, yo trabajaba de mañana y de tarde. Entonces, me venía al mediodía a entrenar sola. Hoy en día me pregunto cómo pude hacerlo tanto tiempo porque, realmente, hoy necesito del grupo. Cuando salimos a palear más tranqui y a hacer kilómetros no pasa nada, pero cuando son más intensos, necesitás del otro para competir y exigirte un poquito más. Sí o sí dependés del grupo. Es un deporte individual pero que se entrena mucho en equipo.
Estás más en Tigre que acá
Sí. En competencia también vamos a concentrar a España. Nuestro mundial es en agosto. La etapa previa es julio. Acá hace mucho frío para hacer la puesta a punto. Entonces, nos hemos ido a Misiones y, últimamente, nos vamos a un lugar de entrenamiento en España. En Tigre en verano se hace un poco tedioso.
En cuanto a lo duro que pueden ser los entrenamientos ¿cuentan con apoyo psicológico?
Si queremos, sí. Yo hasta ahora nunca lo usé, pero muchos de los chicos lo usan; más que nada por el rendimiento personal. Cuando estás en un nivel alto es difícil mejorar ciertos aspectos. Hay que pulir cosas muy pequeñas y creo que ahí la cabeza juega un rol muy importante. En realidad, hay que ser un poco loco para hacer esto porque es venir a sufrir, pero a nosotros nos gusta sufrir. En el entrenamiento, todo el tiempo luchás contra tu cabeza que quiere dejar de sufrir.
¿Cómo definirías tu relación con el río?
El río es más mi medio que el afuera, que la tierra. Justo anoche hablaba con mi novio de eso; de los vicios de la gente, del alcohol, por ejemplo, y yo creo que tengo cierto vicio por estar en el agua. Es una necesidad y, al mismo tiempo, es mi desconexión. Si no lo tengo no estoy del todo conforme. Lo disfruto tanto entrenando como yendo a la isla con mis amigas a tomar sol. Me encanta el agua. Me resulta feo cuando pasan estas cosas como el chico que el otro día se ahogó a la salida del puerto. Al río hay que respetarlo, hay que conocerlo, pero, al mismo tiempo, es muy lindo disfrutarlo. Hay gente que viene de afuera y cree que es un medio que lo puede manejar como la calle y no es así. Por ahí, la gente tiene miedo de darse vuelta en el bote y para mí lo más lindo es eso. Con mis amigas nos íbamos río arriba, nos poníamos los salvavidas y nos tirábamos al agua a flotar. Eso es hermoso. Algunos que no lo pueden disfrutar por la tensión y el miedo que les genera. Creo también que el río es el medio donde he conocido un montón de gente. De hecho, la mayoría de mis amigos son del río. Es como un ente que nos unió a todos y eso está buenísimo. Sabemos que venimos al puerto y somos una gran familia.
¿Cuáles fueron las competencias de las que participaste en el último año?
A nivel competitivo, 2019 fue el año más importante. Fui a los Juegos Panamericanos en Lima que son los segundos en jerarquía después de los Juegos Olímpicos. Como hace tres o cuatro años que estoy en el equipo hice todo el ciclo olímpico hasta llegar a los Panamericanos y la verdad que fue una experiencia increíble. Obtuvimos la medalla de bronce con mis compañeras en un K4. Me encantó toda la repercusión que tuvo en la gente que no conoce mucho el canotaje. Después fuimos al Mundial, pero quedamos afuera en la serie así que me dediqué a estar en la tribuna. Esa competencia era muy importante porque era el Preolímpico. Entonces no faltó nadie. Estaba el mejor nivel de canotaje. Fue en Hungría, que es como la cuna del deporte. Como soy nueva lo vivo con mayor sorpresa. Al momento de quedar afuera nos dio tristeza, pero después me sentí súper contenta por la experiencia.
¿Por qué creés que les fue bien en Lima y mal en Hungría?
Porque son dos cosas diferentes. A nivel América, el canotaje argentino está en un nivel alto. En cambio, a nivel mundial, estamos a años luz. Cuando hemos ido, el mejor resultado que hemos tenido es clasificar a una final B. Hay muchas por delante. Este año nos habían puesto la exigencia de que teníamos que sí o sí ir buscar una medalla en los Juegos Panamericanos porque el Enard empezó a tener menos recursos. Entonces, el equipo para mantener el presupuesto y que nos sigan pagando la beca necesitaba tener resultados. Entonces, hicimos toda la preparación para Lima. El Mundial fue cuatro semanas después y no se puede estar en el punto más alto tanto tiempo. Fue una preparación rara. Llegamos al mejor nivel para Lima pero para el Mundial veníamos cayendo en el rendimiento.
¿Tienen chances para clasificar a los Juegos Olímpicos?
Sí. Nos quedan dos chances pero ya no en el K4. Solo en el K2. La primera es en mayo en el Panamericano que es el Preolímpico continental. Después hay una chance más en una copa del mundo, pero solo K1. Así que estamos entrenando a full. Empezamos antes la pretemporada. Somos cuatro mujeres las que nos estamos disputando para formar ese K2.
¿Cuál es la embarcación en la que te sentís más cómoda?
Me gustan más los botes de equipo. El que más me gusta es el K2, pero en el que más he competido es en el K4.
¿En qué distancias?
Corremos 500 metros
¿Cuál es la carrera que más te ha gustado?
La de este año en Lima. Fue la mejor carrera que hemos hecho en nuestras vidas. Otra que me gustó fue en Colombia, cuando gané la medalla en el Sudamericano. A partir de ahí, empecé a tener la beca. Fue especial por el rendimiento que tuvimos en ese bote. Ni me lo esperaba y salió muy bien. Éramos el bote B de Argentina y le ganamos al bote A y a todos los otros equipos. Salimos campeonas sudamericanas. Esa fue la carrera que más contenta me puso. Ahí corrí con Magui Garro, de Concepción del Uruguay.
¿A qué club representás?
A nivel nacional al Club Náutico de Paraná y cuando corro a nivel entrerriano a la Escuela de Canotaje. Generalmente, salimos con los chicos del puerto, pero siempre nos juntamos con los del Náutico porque son re solidarios. Ahí está Tomás Itria que es el entrenador de ellos, pero a él le encanta el canotaje entonces no solo defiende a su club, sino que invita a todos. Él me invitó a competir a nivel nacional porque la escuela no estaba afiliada a la Federación Argentina. Soy un pedacito de acá y un pedacito de allá.
¿En qué pensás cuando salís a entrenar?
No pensás. Por ahí, justamente el sábado salimos a hacer 22 kilómetros y ahí pasás por varias etapas, en algunas vas bien, en otras estás cansado. En esos casos sí pensás un poquito más. Si no, no pensás en algo extra. Es lo que estás haciendo en el momento. Ese día hizo mucho calor. Salimos a las seis de la tarde para irnos hasta Colastiné en Santa Fe. Íbamos remando y pensé que estuvimos a punto de no salir por el calor, pero yo estaba súper fresca haciendo eso y no en mi casa queriéndome morir abajo del ventilador. Se te vienen esos flashes de pensamiento, pero si no no pensás porque es tan exigente que lo único que querés es que se termine el minuto de trabajo.
¿Qué hacés para enfocarte en las competencias?
El día anterior me imagino la carrera todo el tiempo. Aparte tengo mis cábalas que las respeto. Mis amigas se ríen. En la mochila llevo una bolsita con los amuletos. Estoy intranquila cuando no puedo imaginar la competencia. Después puede salir otra cosa pero una intenta hacerlo en la mente para que salga como una quiere.
¿Qué llevás cuando salís a entrenar?
Una botella de agua abajo del asiento. Llevamos el reloj y el GPS pegado adelante, afuera del bote. Cuando sé que voy a volver tarde llevo la llave del galpón. No se puede cargar mucho y prefiero no tener peso.
¿Te han agarrado tormentas?
Sí, pero nunca lejos porque ya sabemos que si se viene feo remamos por la costa para poder refugiarnos. Una vez estábamos entrenando y nos agarró una fuerte con mucho viento; no podíamos volver, pero nos quedamos en el Náutico y después cuando calmó nos vinimos para acá. Otra vez, estaba paseando con mis amigas. Habíamos cruzado al islote y ese día hubo muchos rayos, mucha lluvia y justo estaba ahí Cosita Romero que había llevado gente en una lancha con toldo y nos metimos con ellos y esperamos un rato. Nosotros estábamos esperando que pase y después íbamos a volver, pero cayó la Prefectura, nos buscó la piragua y volvimos en lancha. Parece como si fuese un desastre, pero nada que ver. Hay que esperar un rato y cuando termina, volvés.
¿Qué planes tenés para el futuro?
Dependerá de lo que pase con la clasificación a las Olimpíadas. Si no clasificamos no hay más competencias para nosotros en todo el año. Después tengo que ver si sigo en el equipo o no por la cuestión de la familia. Yo vivo con mi novio y es difícil. Él me acompaña un montón. No todo el mundo tendría la capacidad de aceptar esa distancia. Entonces, tengo que ver si sigo en el equipo o si lo hago más de hobby. Entrenando fuerte, compitiendo en nacionales, pero sin estar en ese concentrado permanente de tres por uno. Esto fue como un paréntesis. Así que esto en un momento se me terminará y volveré a trabajar. Me gustaría poder dedicarme a enseñar canotaje. En el Náutico siempre me dicen que me están esperando, pero Tomás Itria me dice que prefiere que siga remando y que todavía no vaya a trabajar. La única contra que tiene esto es estar afuera. Siempre decimos con las chicas que nada nos impediría seguir haciéndolo: es lo que nos gusta, vivimos de esto. Por suerte, tengo un título así que cuando deje de hacerlo puedo ponerme a trabajar. Es más difícil para alguien que no estudió porque mis compañeros siempre siguieron haciendo canotaje desde que terminaron la secundaria y entraron en el equipo y algunos no tuvieron la posibilidad de estudiar o interrumpieron lo que habían empezado. Ellos tienen un poco más de incertidumbre. Yo ya sé que cuando deje el canotaje, volveré a trabajar de profe.
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