TEXTO Y FOTOGRAFÍAS PABLO RUSSO
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«Ahora ya está, ya elegiste, estás en la lona», cantó la murga La Clarinada sobre el tablado, la noche de la final en Salto, Uruguay. En el particular concurso del Carnaval 2020 en esa ciudad del interior de la República Oriental, al igual que en el resto del país, el cambio de gobierno que se produjo pocas horas después de la decisión del jurado marcó presencia crítica en la mayoría de las letras de las agrupaciones. El carnaval uruguayo, producto masificado y transformado en atracción turística internacional, mantiene parte de su esencia como reducto popular en las barriadas y en los pueblos del interior, sin por eso perder calidad. En estas líneas, una visita a la ceremonia pagana del rey Momo en la localidad que propaga sus ecos sonoros surcando el río, hasta el lado entrerriano de la historia.
Es el Puente Internacional Salto Grande, sobre la Central Hidroeléctrica Binacional del mismo nombre la que une a concordienses y salteños. De un lado del camino, el río que fluye; del otro, el lago artificial con sus algas de contaminación a la vista. En Salto, la geografía presenta un relieve caprichoso en el que los arroyos y la naturaleza se integran al paisaje. En la costa la gente disfruta del atardecer con el curso de agua en bajante, sobre las piedras de Salto Chico. Si hasta da la sensación de que se podría cruzar caminando de un país a otro. Los puestos de churros y tortas fritas van quedando relegados a favor de los carritos de chivitos (lomitos) y baurúes (hamburguesas) a medida que oscurece. Para llegar al lugar del certamen se pregunta de camino: se trata del Parque Harriague, un amplio espacio verde que alberga un anfiteatro al que se accede por una senda de ripio sin iluminación ni señalización.
Hasta allí arrimó una caravana continua de autos, camionetas 4×4, motos y gente de a pie, dando cuenta del amplio arco social que participa como espectador del carnaval. Un hombre acercó una mesita de plástico hasta el enrejado de la entrada. Lo acompañaba un ayudante con la caja y el talonario. Mientras se acomodaban para dar ingreso, conversaban con los cuida coches sobre los avatares del partido: Salto empataba 1 a 1 con Río Negro, según la radio portátil que colgaba de una de estas personas, que a su vez sostenía un mate y un termo. Con los puestos iluminados de fondo desde los que humeaban los choripanes y el aceite hirviente del «Rey de las papas fritas» que pelaba su materia prima sobre el terreno, el cobrador de entradas recomendaba ir a tomar cerveza helada Patricia al rincón que se promocionaba con un cartel de Pilsen. De paso, comentó que ya era hora de que alguien se hiciera cargo de la inseguridad en el país y de que se deje de alimentar vagos con los planes sociales que él paga con sus impuestos. Como sin darse cuenta, el tipo que celebraba que no se hayan invitado a los presidentes de Cuba y de Venezuela a la asunción de Luis Lacalle Pou, iba entregando menos tickets de los que cobraba. Adentro, las murgas que subieron al escenario esa noche parecían contestarles con su canto cada uno de sus estereotipados argumentos.
De todos modos, el público se presentó dividido en sus aplausos durante las letras más políticamente directas y críticas a la gestión de gobierno que se inicia. En el departamento de Salto, el candidato del Frente Amplio, Daniel Martínez, fue el más votado en la primera vuelta de las elecciones de 2019, aunque como en casi todo el país haya sido Lacalle Pou el ganador del ballotage. Las murgas, sea por tradición o convencimiento, mantienen la tendencia frenteamplista.
A los asientos de cemento se le acoplaban reposeras a los costados de la platea, entre las que corrían los gurises con sus juguetes luminosos made in China. El concurso, denominado Gustavo «Maradona» Claret en homenaje a un murguista local integrante de Falta la papa, fallecido hace algunos meses, comenzó oficialmente poco después de las 21 cuando el locutor anunció que la Junta Departamental de Drogas había dispuesto un espacio al costado del escenario para hidratación. Convocó entonces al presidente de la Asociación Salteña de Actores de Carnaval, Gonzalo Rodríguez, quien comunicó que lamentablemente la final sería entre tres agrupaciones en lugar de cuatro ya que Con gusto no pica, de Mercedes, no podría asistir. Un último aviso informó que un auto con matrícula de Paysandú tenía las puertas abiertas y sus luces prendidas; y luego sí, se escuchó la música de órgano con un repique de fondo como llamador de la primera presentación.
«Señores y señoras, que se abra el telón, que se enciendan las luces y que comience a cantar murga La Bacacuasa», introdujo el hombre al micrófono. Se sucedieron entonces sobre las tablas del Víctor R. Lima La Bacacuasa, La Clarinada y La Fulana, esta última de Paysandú, y la fiesta duró hasta la madrugada del domingo. Entre una y otra, se hizo la pausa necesaria para que se formen filas en los puestos de comidas y bebidas, y para que los más fanáticos vayan a un costado del escenario a conseguir una fotografía con sus ídolos de caras pintadas y disfraces coloridos. Cada murga, en su espectáculo, pasó por el saludo o presentación en el que definieron su tema; un salpicón, con asuntos de actualidad; los cuplés, que son la parte central; y una retirada, broche de oro con el que bajaban del tablado y se mezclaban con el público hasta que el canto se desvanecía.
El Certamen de Murgas 2020 de Salto, de acuerdo con la subjetividad del jurado a cargo, premió a La Bacacuasa en primer término; La Fulana en segundo; y La Clarinada en tercero, dejando desierto el cuarto puesto. Las dos primeras tenían mujeres entres sus componentes; la que ganó era local; la que salió segunda presentó unas magníficas voces individuales. La del tercer lugar, en cambio, tuvo un claro posicionamiento político crítico de la derecha: «Con Lacalle se termina todo el despilfarro, bebé, ¿qué es eso de tener buen celular?», entonaron con precisa coordinación, un rato antes, los varones vestidos de viejas oligarcas amigas de la madre del nuevo presidente.
En Salto, con el teatro al aire libre del Parque Harriague en su esplendor, entre la noche de febrero y marzo, terminó el carnaval que comenzó con un presidente y cerró con otro.
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