A vencer o morir. Tras las huellas del PRT-ERP en Entre Ríos

TEXTO ALEJO MAYOR

 

 

El delta del río Paraná es uno de los más grandes del mundo. Más de 300 km de longitud y de 14.000 kilómetros cuadrados desde Diamante hasta desembocar en el río de la Plata. En una isla de uno de los tantos archipiélagos que habitan esa telaraña fluvial, el de las Islas Lechiguanas, en el límite entre las provincias de Entre Ríos y Buenos Aires, un viejo anarquista cedió su rancho a un grupo de revolucionarios para que lleven a cabo, desde la más ferrea clandestinidad, el quinto congreso de su agrupación. En aquella isla perteneciente al departamento de Gualeguay (luego de muchas disputas entre Buenos Aires y Entre Ríos por su territorio) se produjo el congreso del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) donde se decidió la creación del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), la herramienta armada de la guerra revolucionaria que debía conducir a la victoria y la instauración de la patria socialista.

Un 25 de mayo, fecha simbólica por excelencia de los comienzos en la patria (capitalista), hace 60 años, se fundó ese mismo PRT. También un 25 de mayo, pero hace 100 años nació el escritor Haroldo Conti, uno de sus más conspicuos referentes en el plano cultural. También el delta y su laberinto lo encontró viviendo en una isla del Tigre, en uno de los tentáculos acuáticos de la parte bonaerense. Así como se comunica fluvialmente con Entre Ríos, también vínculos amistosos y literarios lo desembocan en el gualeyo Juanele Ortiz, de quien toma su apellido como nombre de guerra. Como soldado de la revolución Conti será «Ortiz».

Con el marxismo-leninismo como brújula política-ideológica, el PRT nació fruto de la unión entre dos grupos pre existentes, el Frente Revolucionario Indoamericano Popular (FRIP), de los hermanos Santucho, y Palabra Obrera (PO), el grupo trotskista liderado por Nahuel Moreno. Una fuente provenía del noroeste del país (Santiago del Estero, fundamentalmente), bajo el agobiante sol de la zafra y el sufrimiento del proletariado de los ingenios azucareros. La otra hacía pie en la organización de los obreros industriales de los anillos conurbaneros que ahorcan la Capital Federal, el que sabía de overoles y de invadir la casa del patrón para lavarse los pies en la fuente de plaza de Mayo.

En el IV congreso de la agrupación, realizado en el barrio porteño de Once en febrero de 1968, estas dos vertientes que convergieron volvieron a bifurcarse, dando lugar a dos grupos diferenciados, referenciados en las sendas prensas donde publicaban sus ideas: PRT-La Verdad (el grupo de Moreno) y PRT-El Combatiente (Santucho). La cuestión que dividió las aguas fue la de la lucha armada: para el grupo orientado por Santucho debía emprenderse lo antes posible la construcción de un ejército popular para iniciar una guerra revolucionaria prolongada, en tanto el grupo de Moreno seguía sosteniendo el insurreccionalismo centrado en la clase obrera organizada como estrategia de toma de poder. Al siguiente congreso, después del convulsionado ’69 que hizo estallar el país mediante una serie de «azos», de nuevo al delta, la isla, al rancho y a la discusión sobre el brazo armado.

 

 

El PRT en el país del sauce

Poco se sabe o se ha escrito sobre PRT en Entre Ríos, pero algunos testimonios y la lectura de El Combatiente nos aportan algunas piezas de un rompecabezas que hay que seguir armando. La regional entrerriana del PRT se consolida hacia 1973. Un núcleo importante provenía de una agrupación estudiantil santafecina: la Agrupación de Resistencia Estudiantil-Tendencia Antimperialista Revolucionaria (ARE-TAR), frente estudiantil del PRT en la Universidad Nacional del Litoral (UNL). En esta agrupación, con presencia en las facultades de Ingeniería Química (FIQ) y de Ciencias Jurídicas y Sociales (FCJS), militaban muchos jóvenes entrerrianos que residían en la capital paranaense y cruzaban el túnel subfluvial diariamente. En aquellos años, la UNL contaba con sub sede en Paraná (aún no se había creado la Universidad Nacional de Entre Ríos), pero este grupo tenía presencia del otro lado del río. Esa estrecha conexión geográfica fue también organizativa y el devenir de la regional Entre Ríos estuvo muy vinculada a las tareas de la regional Santa Fe del PRT. Luego del «devotazo» , triunfo del «Tío» Cámpora de por medio, también un 25 de mayo, pero esta vez de 1973, algunos militantes fueron enviados a Santa Fe, desde donde recobró impulso la regional Entre Ríos. Ese mismo día asumía la gobernación entrerriana el peronista Enrique Tomás Cresto.

Una figura importante para la regional fue Manuel Justo Gaggero, abogado nacido en Paraná, en 1940. Gaggero, que dirigió el importante diario El Mundo, había sido abogado de la CGT de los Argentinos y, al igual que muchos militantes del PRT en la provincia, provenía del peronismo (de la Unión de Estudiantes Secundarios, primero, y la Juventud Peronista luego). En el ’62 había viajado a Cuba a instruirse militarmente y allí conoció al Che Guevara, a John William Cooke y a Alicia Eguren.

En un clima de conflictividad muy radicalizado en el que desde el Estado se fue incrementando la represión legal e ilegal, se creó en la provincia el Comando Paraná. Este fue expresión violenta de la Juventud Peronista de la República Argentina (despectivamente conocida como «Jotaperra»), referenciada nacionalmente en Julio Yessi, de la Alianza Anticomunista Argentina, la Triple A.

En Entre Ríos no se mantuvieron en funcionamiento comandos del ERP, ni se realizaron actividades militares. Si bien existía armamento y se realizaban prácticas, no hubo hechos armados y la organización se centraba en las tareas políticas. El único atentado de relevancia de una organización política armada en la provincia fue perpetrado por Montoneros. Se trató del ajusticiamiento del militar retirado Jorge Esteban Cáceres Monié, junto a su esposa, mientras atravesaban en balsa el arroyo Las Conchas, a pocos kilómetros del centro paranaense, en diciembre de 1975. El hecho aparece en la película del año 2015 Operación México, dirigida por Leonardo Bechini.

En Federación existían al menos dos células, que funcionaban en estrecha conexión con Concordia, uno de los centros organizativos principales del PRT en Entre Ríos. La mayoría de los militantes de la zona eran trabajadores de la UOCRA y aserraderos, madereros, y actuaban en el frente sindical. El funcionamiento de estas células era clandestino, los traslados de los compañeros para la reunión eran tabicados (aún entre integrantes de las mismas células), procedimiento normal para los militantes revolucionarios en esa época. En la seccional Concordia, desde donde se realizaban tareas de agitación y propaganda, llegó a funcionar una pequeña imprenta local. Se escribían tres artículos por mes y los se enviaban mediante los mecanismos propios del partido a la regional Paraná-Santa Fe y desde allí a Rosario y luego a nivel nacional. Se elaboraban volantes también con un mimeógrafo de motor eléctrico. Este hecho fue de relevancia ante la caída de la imprenta nacional del partido en Córdoba.

Algunos militantes se proletarizaron, es decir, ingresaron en fabricas o empresas a trabajar y desde allí realizar tareas de militancia sindical y la inteligencia cotidiana. Esto sucedió por ejemplo en la Central Hidroeléctrica de Salto Grande, ubicada a 15 kilómetros de Concordia y de la ciudad uruguaya limítrofe de Salto. En noviembre del ’75 hubo un paro por tiempo indeterminado en Salto Grande por mejoras salariales que conllevó la ocupación de un local de la UOCRA de Concordia, como protesta a la conducción burocrática del gremio. La confrontación frontal con la burocracia sindical fue uno de los ejes de la política clasista del PRT, como bien lo documentan películas como Los traidores de Raymundo Gleyzer, y la producción del grupo Cine de la Base, ligados al partido.

En la otra costa, la realidad era algo diferente. Allí funcionaba la dirección regional y, además de las tareas de logística y propaganda, había inserción en sectores fabriles, estudiantiles y se mantenía una ligazón con los pequeños productores y trabajadores rurales (indistintamente llamados «campesinos» en la prensa partidaria, de acuerdo al vocabulario tributario de las experiencias revolucionarias rusas, chinas y vietnamitas). Se visitaban sus casas y campos en distintas localidades como Diamante, Crespo o Viale, y se realizaban reuniones muchas veces en carpas que se levantaban para la ocasión, siempre con la presencia de una maquina de escribir. Se discutía sobre política y economía, buscando conocer la situación e incidir en los conflictos agrarios. Había entonces un momento de auge de la conflictividad en el campo, con un fuerte protagonismo de las Ligas Agrarias, que también tenían su accionar en Entre Ríos. A juzgar por el hincapié que se hace en varios números de El Combatiente en los conflictos agrarios entrerrianos y el accionar de las Ligas Agrarias en varias provincias, podemos estimar que existió presencia e influencia del PRT en esos conflictos. Desde la prensa nacional partidaria se seguían atentamente las denominadas huelgas agrarias en la provincia, desarrolladas durante el último período del gobierno de la dictadura de la Revolución Argentina. En Entre Ríos, Juan Carlos Onganía designó en 1966 al entonces brigadier Ricardo Favré que gobernó hasta las elecciones de 1973. Además de la inexistencia de planes de colonización de parte del gobierno y la falta de estímulos para la siembra dado los bajos precios, desde las páginas de El Combatiente se denunciaba la entrega de las Islas Lechiguanas a una empresa imperialista. «Colono de una tierra que no es tuya, en todos los discursos se te nombra como eje del país, y te alaban los ministros de Agricultura mientras negocian tu vida y tu trabajo con el imperialismo yanqui y el inglés», escribía Emma Barrandeguy en su poema Enderézate, en 1934, y los revolucionarios del PRT hicieron suyo el llamamiento a los explotados rurales de la escritora gualeya.

Dada la tarea de proletarización de sus militantes, muchos ingresaron a trabajar en fábricas, donde, amén de sentir y hacerse en la práctica de la condición obrera, realizaban actividades sindicales. Esta intensa actividad de la conflictividad de las bases a nivel fábrica fue lo que se conoció como la «guerrilla fabril», según la sentencia del viejo caudillo radical Ricardo Balbín. Según consigna El Combatiente, en Paraná se constituyó una regional del Movimiento Sindical de Base, que participó del II Plenario Nacional del MSB, realizado el 13 de abril de 1974 en el Sport Club de Córdoba.

También existía inserción en los estudiantes secundarios de la capital provincial a través de la Juventud Guevarista, el brazo juvenil del PRT formado en el año 1974.

 

 

Golpe, noche y final

El 24 de marzo de 1976 se produjo el golpe cívico-militar que instauró la dictadura autodenominada Proceso de Reorganización Nacional. Si bien la situación venía caldeada, a partir de aquí la represión y persecución se intensificó. En Entre Ríos el gobierno de Cresto (al que le restaba un año de mandato) fue depuesto y, luego de la intervención federal del coronel Juan Carlos Trimarco, fue designado por Jorge Rafael Videla como gobernador de facto el brigadier Rubén Di Bello. Trimarco, por su parte, a partir de diciembre de 1976 pasó a desempeñarse como comandante de la II Brigada de Caballería Blindada de Paraná. Los militantes debieron tomar medidas de extrema seguridad a fin de sobrevivir a las razzias. Luego de la dura derrota en Monte Chingolo, fatal para la organización, se hicieron sentir las consecuencias en la provincia. No tardaron en caer referentes y militantes en Paraná, Concordia y también en Santa Fe.  Hacia 1977 la regional del partido en la provincia estaba prácticamente desarticulada. Misma suerte corrió la de Santa Fe (Capital y Norte) y pronto la totalidad del partido. Quienes pudieron sobrevivir la larga noche de la dictadura atravesaron exilios y presidios. Previo paso por las cárceles de Paraná y de Gualeguaychú, muchos anduvieron por Coronda y Resistencia. Algunos de estos referentes no volvieron a dedicarse a la política, otros lo hicieron en fuerzas que suelen poblar el amplio espectro del llamado progresismo.

 

 

De homenajes y huellas urbanas… del enemigo

En María Grande, una localidad a 65 kilómetros de Paraná, una escuela lleva por nombre Mayor Juan Carlos Leonetti, el militar encargado del operativo en el que fueron asesinados Mario Roberto Santucho y Benito Urteaga. Si bien la escuela fue inaugurada en 1935, desde 1979, bajo el padrinazgo del Escuadrón de Ingenieros Blindado II, el gobierno militar entrerriano la re bautizó con el nombre del militar que, de acuerdo a lo que escribió el periodista Ricardo Ragendorfer en su libro Los doblados, se había incorporado al Batallón de Inteligencia 601 para trabajar «con exclusividad en una misión crucial: capturar vivo o muerto al líder del ERP». Sin embargo, dicho homenaje se convalidó en democracia, cuándo en el año 2000, durante el segundo mandato provincial del radical Sergio Montiel, en el ingreso del establecimiento escolar se colocó un busto (obra de la artista plástica paranaénse Marisol Bellino) y una placa de Leonetti. En el acto estuvo presente el por entonces jefe del Ejército, Ricardo Brinzoni, que había sido compañero de Leonetti en el Colegio Militar. En el 2001, mediante el decreto 726, Montiel suprimió la Semana de la Memoria, que desde 1997 se realizaba entre el 24 y el 31 de marzo en los establecimientos educativos, con el argumento de «la necesidad de colaborar en los procesos de pacificación del país».

En pleno centro de la ciudad de Paraná, sobre uno de los muros de la histórica sede de la Facultad de Ciencias de la Educación, ubicada en la intersección de la avenida Alameda de la Federación y la calle Buenos Aires, desde hace varios años puede verse un esténcil que, con aerosol verde sobre la aspera superficie del edificio, reproduce la imagen de una persona de edad avanzada, con saco y corbata, lentes y una incipiente calvicie. A su lado, un texto que reza «Jordán Bruno Genta. Asesinado por el E.R.P. 27-10-197… M.A.S. Patria». El paso del tiempo y el avance del musgo hacen imposible la visibilidad del último dígito. ¿Quién fue este personaje que desde el concreto observa, silente, a través de sus «culos de botella» a centenares de peatones que discurren ante su imagen sin detenerse a pensar en su persona? Fue un intelectual del nacionalismo católico, que ejerció la docencia durante más de 40 años en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires y que escribió numerosos libros divulgando sus ideas conservadoras y reaccionarias. Uno de ellos, de 1964, titulado sin eufemismos Guerra contrarrevolucionaria, era un texto de formación política destinado a los miembros de las fuerzas armadas. Genta era hijo de un anarquista, profundamente ateo y anticlerical, que lo nombró así en honor a Giordano Bruno, el pensador italiano que fue condenado a morir quemado en la hoguera por la Iglesia Católica durante la Santa Inquisión por sostener, entre otras cosas, que el sol era una estrella y que el universo era infinito y debía contener infinitos planetas con vida en ellos. Recorriendo un itinerario inverso al que su padre habrá soñado para él, Jordán Bruno Genta cumplió con la tragedia de su nombre de la condena a la muerte violenta por parte de sus enemigos de ideas. Fue acribillado de once balazos cuando se dirigía a misa, en una parroquia vecina a su casa, en la ciudad de Buenos Aires. El ERP, en un comunicado, se hizo cargo de su muerte como un ajuste de cuentas. El año era 1974.

Desde el rancho en una de las islas lechiguanas donde se fundó el ERP, a los restos fósiles expuestos de la memoria política del campo enemigo que conviven al día de hoy con nuestra cotidianeidad, pueden encontrarse huellas, indicios, rastros de la experiencia militante y revolucionaria del PRT en la provincia de Entre Ríos. Una estela que convocó al concierto universal de la revolución socialista a corazones locales miembros de una generación que estuvo dispuesta a vencer o morir.

 

 

 

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