9 de diciembre de 2024

Bardos barderos

TEXTO Y FOTOGRAFÍAS PABLO RUSSO

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Al final de la función de Plan B o la deconstrucción del artefacto en La Vieja Usina, los diez actores sobre escena, más la directora Valeria Folini y su asistente Walter Arosteguy contagiaron al público cantando el feliz cumpleaños. La obra sirvió para la celebración ya que justo ese día, 28 de abril, Teatro del Bardo (TdB) cumplía veinte años de existencia.

 

 

Autorreferencial y brechtiana, Plan B no fue inicialmente diseñada como festejo, a pesar de ser una puesta atípica del grupo por cómo estuvo planteada desde su inicio. A contrapelo del modo en que surgen habitualmente las propuestas de TdB en las que un actor decide sobre qué quiere trabajar y busca convencer a otros y otras en el proyecto; esta vez fue Valeria Folini la que resolvió qué es lo quería dirigir (El alma buena de Szechwan, de Bertolt Brecht) e hizo la convocatoria a formar parte de ella. La historia en sí misma se entrelaza con sus condiciones de producción y su puesta en escena, teorizando y practicando a la vez el efecto de extrañamiento o de distanciamiento que fundamentaba Brecht como método, habilitando la excusa para que el colectivo hable de sí mismo. Es decir, de los actores y actrices de TdB, que en este caso son cinco con larga trayectoria y otros tantos recién llegados. Quienes bardean en Plan B son Gabriela Trevisani, Nadia Grandón, Juan Kohner, Andrés Main, Marisa Grassi, Ana Marina Romero, Tovio Velozo, Sebastián Boscarol, Verónica Petean y Pedro Peterson.

Los ensayos que hoy se muestran sobre tablas arrancaron en febrero de 2018 en un espacio y terminaron en otro. Hasta fines de año alquilaban un lugar que compartían con otros artistas, pero hace algunas semanas inauguraron una escuela -Escuela Del Bardo- en un local propio con el sitio necesario para también poder trabajar en las obras. Sobre avenida Almafuerte a pocos metros de las cinco esquinas, rodeados de casas de repuestos de auto, el grupo acondicionó un galpón en el que funcionaba un viejo taller de herrería para dar rienda suelta al sueño de transmitir la experiencia adquirida. Ahora, en esa particular construcción que sigue los caprichos en desnivel de la lomada que baja desde el Cristo Redentor, ofrecen un espacio integral de formación de actores. Allí proyectaron un trayecto pedagógico de tres años que comenzó con ocho seminarios para 2019, aunque hay otras formas de estar sin ser alumno de todos, asistiendo a algún curso en particular o tomando talleres vocacionales. La Escuela se suma así al resto de las galaxias del universo Del Bardo que funciona –desde hace diez años- bajo el paraguas institucional de la Asociación Civil Del Bardo: la carpa La Moringa; la edición del libro Resistencia trágica. La construcción de la embriaguez y el ensueño (2018); los tres números de AUCA Revista De Artes Escénicos de publicación eventual; un programa de radio sobre historia entrerriana; una treintena de espectáculos estrenados; el ciclo «La escuela va al teatro»; y, por supuesto, el Equipo de Educación por el Arte que ofrece funciones en colegios con 18 obras que abarcan desde el jardín de infantes hasta el secundario. Esto último, confiesan sus integrantes, es lo que les llena la olla.

 

 

Juan Konher afirma que TdB es como una familia disfuncional; para Walter Arosteguy se trata de un grupo anárquico con crecimiento amorfo. Ambos coinciden con Valeria Folini en que la característica más destacada es un intento de profesionalización al que apuntan. «No todos pensamos lo mismo ni estamos de acuerdo, ni hay una cosa rectora», dice la fundadora. Otra peculiaridad que resaltan es el constante ejercicio de acción y reflexión sobre esa acción, en un proceso continuo. «Encontramos una manera de filosofar en el espacio y sobrevivir», sintetiza Konher. «El intento y objetivo de profesionalización no todos lo logramos en la misma medida», aclara Folini. Esto es: algunos viven del teatro y la docencia teatral, y otros no tanto. «Somos una célula autogestiva que se inventa el trabajo, el mercado, la sobrevivencia; y encontramos en esto de juntarnos una forma de atravesar dificultades y obstáculos, de inventar una profesión. De no salvarse solos», agrega. En TdB no existe un modo unívoco de tomar decisiones: al que se le ocurre algo tiene que arrastrar al resto, o al menos a los que lo sigan en esa idea. Cada proyecto es autónomo y debe buscar su director, sus actores, decidir cuándo ensaya, cómo se financia y cómo se vende. Luego, deja el 5% de lo que genera para el conjunto.

«Llegar a esa instancia de poder vivir de esto tiene que ver con el grado de compromiso que uno quiere tomar y con la relación entre el individuo y la grupalidad; cuanto más involucrado estás mucho más fácil vivir del teatro», afirma Arosteguy. «Yo soy más dogmática: si vos tenés otro laburo nunca vas a poder vivir del teatro. Si querés vivir de esto renunciá y arranquemos, porque si vos estás seis horas trabajando de otra cosa y le vas a dedicar lo que te queda del día no alcanza. Tenés que soltar y ponerte a laburar ocho horas de esto. Esa es la experiencia que tengo», expresa Folini. Integrantes de Teatro del Bardo se consideran a quienes tienen espectáculos en común, y para eso hay que poder estar dispuesto a hacer funciones todos los días de semana a cualquier hora del día. «Por eso no nos llueven los actores; hay que hacer el producto, pensarlo, diseñarlo, crear una imagen, saber hablar, convencer, venderlo… todo un laburo de gestión cultural que no es solo ponerse la pilcha y salir a escena», avisa Arosteguy.

 

 

Llaman «vender»a visitar escuelas, relacionarse con municipalidades y secretarías de culturas de provincias. Hacen trabajo de escritorio (estar atentos a subsidios, festivales, etc.), artístico creativo y, además, el de recorrer instituciones educativas para que adquieran los espectáculos del proyecto artístico-pedagógico del Equipo de Educación por el Arte. «Visitamos las escuelas y les proponemos nuestras obras que son eje de actividades que tocan temas que los chicos ven en las materias. La obra no solo tiene como fin crear nuevos espectadores para el teatro, sino que el arte sea herramienta pedagógica para abordar algunos temas», detalla Arosteguy. Por una puesta, promedio, TdB cobra doce mil pesos a las escuelas. Ese dinero lo ponen los chicos, las instituciones o las cooperadoras. Hay casos en los que las docentes hacen fiestas o venden pollos para financiar una función, sobre todo en el interior de la provincia. Además de Entre Ríos, el equipo recorre Santa Fe, Córdoba y Buenos Aires, principalmente. «Somos como visitadores médicos», compara Arosteguy.

El ciclo «La escuela va al teatro» tiene cinco años y está pensado para capitalizar lo que ya han realizado en estos veinte. Ocurre una vez por mes en el Teatro 3 de Febrero de Paraná. Esta metodología de Educación por el Arte es anterior a TdB. El nombre y la metodología tienen más de treinta años y fueron heredadas de Viajeros, un grupo que funcionaba en Humahuaca y del que participaba Valeria Folini y Gustavo Bendersky, que se disolvió a fines de los años noventa. Folini y Bendersky recalaron en Villa Domínguez, donde fundaron Teatro del Bardo en 1999 y, desde allí, comenzaron a relacionarse con el Centro Cultural La Hendija de Paraná. Luego de un paso por México amarraron en la costa de este río a principios de siglo. «No sabíamos otra forma de hacer teatro que no sea en grupo, pero en esta grupalidad reaccionamos contra la tradición del teatro en grupo done hay un director, casi siempre varón, que dirige los espectáculos, el proceso, lo que se hace, con quién y cómo. Pensamos un grupo de actores que hacen, dirigen, escriben, iluminan, pero sin director de grupo. Sí hay directores en cada uno de los espectáculos, pero no en el grupo», explica Folini. El marco teórico viene de la «antropología teatral» que fundó Eugenio Barba, quien además le puso nombre de «tercer teatro» al fenómeno del teatro en grupo que se da fuertemente en Latinoamérica. Bardo, por su parte, remite al quilombo del que venían con la experiencia en Humahuaca; y por otro lado a que sus primeras obras fueron Antígona y Electra, y bardo le llamaban los griegos a quienes iban de ciudad en ciudad contando historias.

 

 

La sociedad con La Hendija duró hasta 2005. Mientras crecía el grupo también lo hacían las diferencias con los modos de Armando Salzman de gestionar el lugar. La anécdota que hoy recuerdan entre risas es que al irse no devolvieron todas las llaves y como estaban en el proceso de una obra siguieron ensayando en la sala de calle Gualeguaychú de contrabando, algunas noches hasta la madrugada. «Hay una idea política acerca del teatro que sí compartimos todos los integrantes del Bardo, y que es una visión del mundo en la que estamos alineados», apunta Folini respecto a la ideología del conjunto que tiene sus alas peronistas, trotskistas y anarquistas. Juan Konher las resume irónicamente diciendo «somos todos peronistas», pero es inmediatamente desmentido por el resto. En Plan B, por ejemplo, parten de un autor que llevó sus lecturas marxista al plano de la dramaturgia para deconstruirlo a tal punto que suena la marcha peronista en escena y que algunos de los actores ponen sus dedos en «v», para disgusto de su directora -responsable última de la escena- y regocijo de parte del público.

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Plan B o la deconstrucción del artefacto se presentará el sábado 11 de mayo a las 21 en el Teatro 3 de Febrero de Paraná. El viernes 10 de mayo estarán en el Centro Cultural Birri de Santa Fe y a la semana siguiente en el Festival Otoñal de Nogoyá.

 

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