TEXTO PABLO RUSSO
FOTOGRAFÍAS FICER
Hay cosas poco habituales hoy en día, pero que pueden ocurrir en el marco de un festival de cine como el FICER: participar de la nostálgica ceremonia de proyecciones en fílmico. Entre las perlas de la sexta edición del evento cinéfilo, hubo dos momentos en los que las imágenes grabadas en soportes físicos volvieron a cobrar vida en sendas proyecciones con tecnología de Súper 8 y 16 milímetros.
La primera fue el jueves, con los materiales recuperados de Jorge Surraco; la segunda tuvo lugar el viernes, con películas de Marylin Contardi que contaron con la operación, nada menos, que del hisrtoriador de cine y coleccioista Fernando Martín Peña.
Foco Jorge Surraco
Surraco fue un educador, cineclubista y superochista nacido en Gualeguay en 1937. Recurrentemente volvía a Entre Ríos a filmar películas. Por iniciativa de su hija, Claudia y la Cinemateca de Entre Ríos con el apoyo del Museo del Cine Pablo Ducrós Hicken, fueron recientemente acondiconadas tres de sus producciones realizadas entre los 70 y los 80. En la segunda noche del FICER se proyectaron, con presencia de sus hijas y otros familiares que luego conversaron con el público, Yataí (1985); Federación (1975); y Este río, estas islas… (1978), donde Surraco narra un viaje por la poesía de Juan L. Ortiz.
La operación estuvo a cargo de la pericia técnica de Leandro Varela. Con el proyector ubicado en el centro de la sala Noble del IAAER, Varela controló la situación sentado a un lado del dispositivo, interviniendo cada vez que lo requería la maquinaria para algún ajuste o para el necesario cambio de rollo. Con guantes negros cual cirujano manipulando un material sagrado, contó también con la ayuda de la linterna de un celular mientras el acto de enganchar la película era registrado por otra cámara digital. En ese metro cuadrado convergieron pasados y actuales modos de registrar el mundo, para el deleite de los presentes.
Foco Marylin Contardi
Al igual que en la jornada anterior, la función en la sala Noble dedicada a la figura de Marylin Contardi fue un éxito. Con la presencia de la realizadora, traductora y poeta santafecina acompañada por Raúl Beceyro, y la experticia de Fernando Martín Peña, la velada atrajo a numerosas personalidades, reconocidos poetas, escritores, cineastas y otros artistas que confluyeron en esta actividad del FICER.
La vieja ciudad, Un film sobre Juan L. Ortiz, Zenón Pereyra, un pueblo de la colonización y Jardín de infantes fueron los materiales compartidos, generados entre los años setenta y principios de los noventa.
Un rato antes al ingreso del público, Peña se situó en el extremo opuesto a la pared que oficiaría de pantalla, con su proyector de 16 milímetros que trajo junto a los rollos de películas. Probó y comentó que alguna de ellas despedía un olor avinagrado, porque durante mucho tiempo no había sido conservada adecuadamente. Ahora estaban en su poder, es decir, a salvo (esto lo agregamos nosotros). La proyección tuvo una interrupción inicial porque el amplificador de sonido del aparato comenzó a tomar las interferencias de dispositivos celulares. Se generó un pastiche extraño e involuntario con el sonido, por el cual debió hacerse una pausa para pedirle a los presentes que apagaran sus teléfonso o los dispusieran en modo avión. Mientras, Peña rebobinaba a mano para volver a lanzar la luz de las imágenes de La vieja ciudad en la oscuridad de la sala y todo fue como un viaje en el tiempo.
El encuentro con las imágenes proyectadas en fílmico y sus fantasmas ofreció una experiencia de lujo, caricia para sibaritas, que raramente pueda darse por estas islas fuera de un festival de cine.
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