TEXTO PABLO RUSSO
FOTOGRAFÍAS ESCUELA GUADALUPE Y ESCUELA PINCEN
«¿Allá comen torta frita? Acá es costumbre cuando llueve», escribió Fabián, que en el 2021 era alumno de 6to año de la Escuela Nuestra Señora de Guadalupe, en su carta dirigida a estudiantes de la Escuela Cacique Pincen, de la Isla Martín García. Esta y otras epístolas entre alumnos, que fueron y vinieron siguiendo el curso del gran río, formaron parte del proyecto Cartas al río, que comenzó uniendo estas dos instituciones y que ahora se propone pegar un salto expansivo.
A las primeras cuartillas, desde el sur les devolvieron textos e imágenes, así que en la escuela del barrio La Floresta organizaron una salida fotográfica para ilustrar la consecuente correspondencia, que fue tanto virtual como física, y que concluyó a fin de año con una exposición y espacio de lectura pública en el hall de entrada sobre la calle República del Líbano.
«El proyecto consistía en el envío de cartas de los estudiantes de un lado hacia el otro, sobre todo tematizando en torno a su propia vivencia en relación al río, tanto en la isla como en Paraná», le explicó Sebastián Russo, autor de la idea que trabajó junto a la docente Celeste Florez de la Pincen, a 170 Escalones. «Nos parecía relevante que el grave problema de la bajante histórica, que tiene niveles de afectación tanto ambientales como económicos y sociales, fuera incluido en el marco de las materias (literarias), atravesado por la palabra y por la imagen de los chicos y chicas», agregó.
Sebastián entiende el formato carta como un modo de construcción de un diálogo, «un intento de conversación a la distancia, con la espera como un atributo que quizás en tiempo contemporáneo impide por las propias lógicas comunicacionales que también atraviesan a las escuelas. Volver a ese formato es un retorno al tiempo que permite la reflexión, pero también la imaginación», fundamentó el sociólogo que desde hace algunos años trabaja dando talleres en la Martín García.
Desde la Guadalupe, Fabricio Almada y Antonella Zapata fueron quienes, como docentes, coordinaron la pata entrerriana de esta comunicación a distancia. «Los chicos de nuestra escuela están cerca del río, de Bajada Grande, como zona recreativa y de pesca tanto deportiva como de sustento», comentó Almada. «No pudimos avanzar tanto en dinámicas ambientales o referidas al río como era la intención inicial por el contexto complicado de burbujas, interrupciones de la presencialidad y demás; pero sí adelantamos en la escritura de empezar a conocernos», completó Fabricio. Hubo dos grupos: los de segundo y los de sexto año. «Los más grandes estaban interesados en pensar cómo era la vida, la rutina en la escuela, en la isla, con dinámicas muy diferentes a las que tenemos en la ciudad», detalló el docente.
«Apoyo mucho este tipo de actividades porque le dan sentido al trabajo en el aula», comentó Antonella, quien relató que al principio los estudiantes no sabían qué contar, así que a partir de la búsqueda en internet surgieron las primeras inquietudes: cuáles eran las costumbres, si tenían eventos típicos, comidas, fiestas, boliches o bares, por ejemplo. «Así fue que comenzaron sus primeras cartas, llenas de preguntas, después de haber recordado qué era una carta, qué estructura tenía, cuáles eran sus características, porque al surgir nuevas tecnologías es algo que vamos archivando y olvidando», dijo la docente.
Estas letras iniciales fueron enviadas de modo digital, por medio de WhatsApp, escaneadas. «No puedo explicar con palabras cómo fue el momento en que los chicos recibieron sus respuestas. Lo que se le ocurrió a Fabri fue imprimir las imágenes y las cartas y ponerlas en sobres para que el acto de recibirla sea más simbólico y cobre sentido. Cada chico elegía una carta que compartió con el resto del grupo. Fue muy lindo ver sus caras y saber que estaban estableciendo un vínculo con alguien que no conocían. Fue movilizante, para ellos y para nosotros como docentes», confesó Antonella.
Después del reclamo de no haber incluido fotos en la primera correspondencia, se armó una salida por La Floresta: el Volcadero, la barranca con la vista a la laguna Escondida y los bañados, así como la Biblioteca Comunitaria Nora Cortiñas formaron parte de los rincones capturados que mostraron a sus compañeros de la isla del Río de la Plata. «Con ese nuevo envío se fueron abriendo un poquito más, contando de ellos, de sus vidas»; recordó Antonella.
Las cartas también viajaron de manera física en el interior de una botella, que llegó cerca de fin de año a la desembocadura del delta y tuvo su vuelta de correo poco después. «Para nosotros fue una experiencia muy rica, es re interesante tejer redes y lazos con otras escuelas, otros actores que no trabajamos en el cotidiano», señaló Almada. Luego de una serie de reuniones vía Meet para pensar colectivamente, surgieron intenciones de pasar a una nueva etapa para «abordar temáticas ambientales que realmente son preocupantes y recuperar otras voces como de pescadores», detalló Fabricio. Dialogar a partir de los paisajes y encontrar nuevos mundos y experiencias en otros lugares fue otra de las gratificaciones que destacaron desde la Guadalupe.
Sebastián también rescata el gesto mítico de la botella que sube y baja el río de forma metafórica. «Nos parecía importante recuperar esa materialidad de la botella incluso también como vínculo de una promesa, una esperanza que se arroja y anhela tener ojos lectores sin saber a ciencia cierta si eso va a ser así. Algo de ese no saber cobija esperanza y construye tramas de imaginación que entendemos fundamentales para poder pensar problemas políticos, sociales, económicos, ambientales; y es también desde la imaginación, en este caso pedagógica con este dispositivo, desde donde queremos aportar un granito de arena a una problemática trascendental», desarrolló Russo.
El paso siguiente o nueva etapa de esta experiencia incorpora a otras escuelas, una en La Paz y otra en el Delta, modificando levemente la propuesta que de cartas transmuta a postales, «con el río como interlocutor metafórico, fundamental, condicionante de la vida de todos y todas», indicó Sebastián. «Este proyecto va a tener mayores escritores y escritoras, productores de imágenes, bajo la lógica de la crónica escrita y visual que se va a ir acopiando en un blog y en Instagram, entendiendo que en ese ámbito circulan los modos comunicaciones de los pibes y las pibas y permite una amplificación y una dispersión en un sentido de mayor llegada a estos materiales», estableció. «Pibes y pibas van a dedicarse a pensar, a escribir, fotografiar este río que une a estas escuelas y construye la trama central de nuestra Nación; esa arteria constitutiva que también, como se ha dicho, es una vena abierta, no solamente por el problema de la bajante histórica sino por la así llamada hidrovía. El Paraná es clave para pensar la soberanía nacional y el entrelazamiento de voces y de culturas que conforman a nuestra Nación. Por allí las cosas, entusiasmados de este nuevo movimiento», concluyó Russo.