TEXTO JOHANNA PELTZER
FOTOGRAFIAS Y GRÁFICA EVA CABRERA
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Esa es la consiga de El Club del Baile, un espacio que empezó para que las personas puedan moverse sin tapujos, al ritmo de Don Omar hasta ABBA.
Muchos pensarán que se necesita práctica, un espacio preparado, indumentaria acorde y música especial para bailar, pero esta propuesta promete romper con todos esos mandatos. La pista es de arena, la tarde se hace noche y en los parlantes suena la mezcla más loca de canciones. El Club del Baile se llama la iniciativa impulsada por un grupo de amigos donde la premisa es moverse sin juzgar ni ser juzgado.
La historia se remonta a una simple reunión de amigos: entre cervezas y risas, el volumen subía y en el living se armaban coreografías de todo tipo. Después de un año agotador por la pandemia, donde el nivel de estrés de la gente parece constante, sólo bailar despega los pies y la cabeza del suelo a la vez. Al menos así lo veían Eva, Leandro y Natalia cuando se les ocurrió la idea de abrir el juego para que más personas pudieran disfrutar de lo que ellos hacían en la intimidad.
La articulación no fue difícil con Parientes del Bar, local gastronómico cultural en el corazón de Puerto Sánchez, y con DJ’s de la ciudad. Con día y horario establecidos, sólo restaba hacer la invitación y la convocatoria fue de lujo. El domingo pasado se llevó adelante la segunda edición, donde más de 50 personas bailaron hasta el anochecer.
«La consigna es darlo todo», contó Eva Cabrera, reconocida comediante e impulsora del espacio, a 170 Escalones. «Por ahí uno necesita que alguien o algo lo habilite a bailar: alcohol, oscuridad, luces. Acá no. Acá tenés que venir a moverte y hacer el ridículo, divertirte, no quedarte mirando. Militamos esto de liberarse, bailar en broma y perder el miedo sin pensar en que otro te está viendo», indicó.
Como todo club, hay reglas. Por eso, crearon un manifiesto donde se establecen pautas para quienes se acerquen al lugar. Respetar el distanciamiento, no quedarse parado, copiar un buen paso y no pedirle temas al DJ son algunas de ellas. Además, se admite la presencia de niños y, como todo espacio autogestionado, se solicita una colaboración: «La idea es que cada edición tenga sorpresas, una batucada o una banda en vivo, por eso es a la gorra, para poder sostenerlo», explicó Cabrera.
El Club del Baile permite ver las combinaciones más locas de edad, ropa y música. Desde 20 hasta 65 años, vestido largo a bikini y Salió el Sol de Don Omar hasta Voulez-Vous de ABBA. «Acá hay de todo y el que viene tiene que entregarse a la experiencia. No hay nadie que baile bien o que haya que seguirle el paso, es simplemente ver qué sucede con gente que no conocés. Pero, aun así, se logra una complicidad y por eso la idea de un club, porque sabés que encontrás gente como uno», expresó.
Con la llegada de la noche, en la playa los movimientos se mezclaban con las formas de espantar los mosquitos. Sin embargo, poco importaba entre risas y repelente. En épocas de pandemia, bailar separados es bailar y el espacio es propicio para que se cumpla la distancia social, aunque eso no quita que al que tire un buen paso se le copie y se le arengue.
«En el medio se van generando situaciones que te hacen sentir en comunidad. Por ejemplo, espontáneamente surgió que cada persona que llegaba era recibida con aplausos, como diciendo ‘te estábamos esperando, gracias por venir’ y era muy gracioso ver la cara de la gente cuando sucedía», contó Eva quien, junto a la comisión organizadora que comparte con Leandro Jacob, Natalia Hallam y Rocío García, al finalizar entregan premios a aquellos que «la rompieron toda».
Bailar porque sí
La iniciativa busca repetirse cada dos semanas, según la disponibilidad del lugar. El horario es de 19 a 21 horas y las fechas se anuncian a través de su cuenta de Instagram @elclubdelbaile. «Planteamos un horario amigable para que la gente se pueda acercar a pesar de sus obligaciones y porque bailar al atardecer es un viaje de ida. Acompañar ese trayecto del día terminando y hacerlo moviéndote no tiene precio. A las 22.30 estás bañado y acostado si querés», dijo Cabrera entre risas.
«Bailar tiene algo particular. No podés estar enojado y bailar, porque lo hacés y se te termina pasando. Es como reírse. Del club te vas liviano y, a pesar que al otro día volvés a la rutina, no lo hacés igual. Acá te das cuenta que la gente está harta de esta situación y me llena de orgullo que se motiven y vengan a pasarla bien un rato», cerró.