TEXTO Y FOTOGRAFÍAS PABLO RUSSO
Los durazneros comienzan a florecer a finales del invierno hasta mediados de primavera. El paisaje campestre gana esplendor en toda la vecindad de Vuelta de Obligado y San Pedro con esos colores rosas que anticipan las frutas dulces. Las naranjas ombligo que se cultivan en la zona tienen el tamaño de pequeñas pelotas. Si hubiesen existido durante la batalla del 20 de noviembre de 1845, tal vez podrían haber sido usadas como munición pesada. En esa terraza de fincas sobre el río Paraná, en el norte bonaerense, todo parece germinar y crecer.
Obligado -o Vuelta de Obligado- es una localidad del partido de San Pedro, ubicado debajo del talón de la bota santafecina, con vista al delta entrerriano. De hecho, el río Gualeguay desemboca en el Ibicuy a pocos kilómetros frente a su playa pública. Por asfalto se llega desde San Pedro y por brosa desde la Ruta 9 pasando por Gobernador Castro y su antigua estación de trenes. Con menos de quinientos habitantes repartidos en una treintena de manzanas semi rurales en las que las veredas son principalmente de pasto, Obligado alberga el sitio histórico de la batalla entre la Confederación Argentina y las dos superpotencias del Siglo XIX: el imperio británico y Francia.
Además del monumento y placas conmemorativos, hay un pequeño museo y una reserva natural que contiene un ecosistema que incluye unas cavernas con lechuzas y murciélagos. Las leyendas locales se encargan de vincular, a través de túneles, estas grutas con el viejo Castillo de Rafael Obligado.
Más allá del interés histórico y el paseo por la playa con sus carritos de comida, en el lugar se consiguen cruces a la isla y excursiones de pesca. Aunque un cartel indica que solo hay que contratar guías habilitados, los anuncios prosperan entre los ranchos sobre la barranca, que a lo largo de unos doscientos metros tienen un panorama privilegiado sobre el delta, con perspectiva noreste. En ese rincón donde los chicos juegan a la pelota descalzos en la calle de tierra pasan dos personas en moto llevando un gran carpincho muerto cuyas pezuñas asoman de la lona que lo cubre. Una de esas humildes viviendas también ofrece la posibilidad de acampar.
En Obligado, el paso del Paraná se angosta y el cauce gira en esos 600 metros entre orillas. Por eso a Hipólito Vieytes se le había ocurrido, en 1811, que el recodo era ideal para montar una defensa ante un hipotético ataque español. El terrateniente y brigadier bonaerense Juan Manuel de Rosas, al tanto de esas anotaciones, emplazó allí un puesto de combate al mando de Lucio Norberto Mansilla para frenar el avance europeo en post del libre comercio con Entre Ríos, Santa Fe, Corriente y Paraguay. El objetivo anglo francés era desconocer la autoridad porteña en las relaciones exteriores de la Confederación.
Otros motivos que suelen citar los historiadores tienen que ver con la posición de Rosas a favor del caudillo oriental Manuel Oribe frente a Fructuoso Rivera (apoyado por Brasil, vinculado al comercio exterior) y el consecuente sitio de Montevideo.
La desigualdad de las fuerzas era evidente y la estrategia de defensa tuvo su punto destacado con las cadenas que se cruzaron para evitar el avance invasor de seis buques ingleses y cinco franceses que le abrían el paso a una serie de barcos mercantes. La escena es reconstruida en imágenes pictóricas en el pequeño museo del sitio (como en el reverso de los billetes de 20 pesos cuando no traen un guanaco), ya que el daguerrotipo apenas llegaba a las ciudades por ese entonces: tres líneas de cadenas cubrían los 600 metros de río apoyadas sobre 24 pontones.
No es fácil determinar quién fue el ganador de la contienda que tuvo su capítulo en Obligado: a pesar de la tenaz defensa argentina, los europeos avanzaron remontando el río -luego de romper las cadenas a martillazos contra un yunque-, aunque al parecer no conquistaron los mercados deseados y regresaron sin vender toda la mercadería. Por otro lado, el imperio británico pasó a la ofensiva diplomática y, si bien aceptó la soberanía argentina sobre sus ríos interiores, el tratado firmado a fines de los años cuarenta implicó también el final del sitio de Montevideo.
Mas allá del resultado militar, el peso simbólico de la batalla reafirma ideas anti coloniales y contrarias a la injerencia extranjera que determinaron que el 20 de noviembre sea considerado Día de la Soberanía Nacional. En 1973, durante el tercer gobierno peronista, el Congreso Nacional declaró el feriado optativo, que fue abolido por la dictadura cívico militar siguiente hasta que en 2010 Cristina Fernández de Kirchner firmó el decreto 1584 que le daba carácter de feriado nacional en todo el país.
Ese 20 de noviembre del año del bicentenario de la revolución de mayo, la ex presidenta también inauguró el Monumento a la Batalla de la Vuelta de Obligado, que consiste en una gran valla circular de eslabones de cadenas, con una estrella federal de ocho puntas en el centro. Esa obra, la más importante de las escultóricas que realizó el pintor y escultor Rogelio Polesello (1939 – 2014), ya no está iluminada por la llama votiva ni cae agua de los caños que acompañan la circunferencia de su estructura, aunque la figura recortada de Juan Manuel de Rosas pintado de naranja sí permanece a su lado.
El paseo está ubicado al sur de la playa pública, en el Parque Histórico y Natural Vuelta de Obligado, que cobija -además de las obras conmemorativas y el museo que se promociona como «la historia en su lugar»- uno de los últimos y más completos reductos de talar de barranca junto a sus ambientes contiguos: el Delta del Paraná, bajos y pastizales ribereños. En esos bosques se han registrado más de 270 especies de aves en libertad de los ambientes del Espinal, Delta y Pampa, con mejor suerte que el pobre carpincho con destino de milanesa.