TEXTO Y FOTOGRAFÍAS FRANCO GIORDA
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Este 29 de septiembre se cumplen 201 años de la creación de la República de Entre Ríos, proyecto político federal que duró muy poco, pero que ha quedado como un mojón bien significativo de la historia y la identidad regional. Tal vez sea su aspiración radicalizada de autonomía en relación al poder centralizado de Buenos Aires, tal vez sean las decisiones políticas que se tomaron en ese marco lo que ha hecho que perdure en la memoria; en todo caso, la efeméride permite repasar la experiencia para dimensionar su valía.
Justamente, esta reflexión puede hacerse a partir de la lectura de Supremo Entrerriano, un compilado de artículos recientemente publicado por la Editorial de Entre Ríos en el que se aborda la figura del mentor del mencionado proyecto político, Francisco Ramírez. La edición de este material se da en el marco de la conmemoración del bicentenario de la muerte del caudillo, ocurrida en el campo de batalla el 10 de julio de 1821. En el volumen en cuestión, un grupo de especialistas da cuenta de aspectos de la vida y de la época de esta figura central de la provincia y el país. En varios de los textos reunidos aparece la referencia ineludible de la experiencia histórica de la República de Entre Ríos.
Así, Amelia Galetti en su texto Francisco Ramírez, caudillo en el pentagrama de la historia se ocupa de los procesos de «tiempo largo» que fueron generando las condiciones que dieron lugar a una personalidad como la de Ramírez: «Ese caudillo que sintetiza la defensa del federalismo, el reconocimiento de los valores regionales de la Provincia, el caudillo que le reconoce entidad jurídica creando en 1820 la “República de Entre Ríos” o “República Federal Entre-Riana”. Su propósito no fue secesionista, por el contrario, ubicó a la Provincia en el contexto de las Provincias del Río de La Plata. Su lema identitario estaba en tres palabras: FEDERACIÓN, UNIÓN Y LIBERTAD» y agrega: «Simboliza a la República con la balanza de la justicia atravesada por una pica. La pica en ese contexto histórico era símbolo de muerte justa. También, la pluma de avestruz, queda en los sellos de la República, simbolizando, según la mitología griega, la vida, la muerte y la verdad. Quizás, en esos tiempos de luchas fratricidas y en una sociedad rural con una mentalidad fatalista, el valor de la vida estaba justificado por su propia entrega en la defensa de ideas de federación, república, autonomía, justicia, respeto por el terruño. Allí, seguramente, anidaba la verdad».
Por su parte, Aída Toscani y María Canderalia Churín en Tadea Jordán: entre silencios y memoria dedican su apartado al protagonismo político de la madre de Ramírez, quien fue perseguida y encarcelada por participar de la resistencia en contra de Santa Fe y Buenos Aires, luego de derrotado el programa de la República de Entre Ríos. Allí hacen referencia a este período del siguiente modo: «La nueva entidad dirigida por Ramírez desató la oposición de Estanislao López, provocando la guerra que terminó en la derrota del entrerriano y su muerte en julio de 1821. Tras los trágicos sucesos, Ricardo López Jordán buscó sostener la República de Entre Ríos, pero fue vencido por los ejércitos aliados de Buenos Aries y Santa Fe en Gená. Las tropas victoriosas de Hereñú, entraron a la Villa de Concepción del Uruguay y saquearon sin piedad a la población, confiscando los bienes de los jefes derrotados, entre los cuales se encontraba Cipriano Urquiza, Gregorio Piriz y Tadea Jordán y toda su familia».
Maximiliano Galimberti y Lorena Muñoz en Cepeda: el comienzo de un nuevo orden sostienen que «El 23 de febrero de 1820, Francisco Ramírez rubrica el documento que pone fin a la guerra como “Gobernador”; meses más tarde, el 29 de septiembre, es elegido “Jefe Supremo de la República de Entre Ríos”. Sin embargo, la paz duraría poco. Ramírez, tiempo después de doblegar a Artigas, enfrentó las hostilidades de su ex aliado Estanislao López y nuevamente se vio envuelto en una guerra de la que no saldría vivo» y cierran su nota: «De esta manera cerraba un ciclo de nuestra historia: la República de Entre Ríos que se halló aglutinada también en las provincias de Corrientes y Misiones bajo el poder del Supremo Entrerriano, también sucumbió y poco a poco la vieja ex capital virreinal comenzó a prepararse para volver a decidir y presidir los destinos colectivos».
Gustavo Surt es el que le dedica mayor detenimiento a la República de Entre Ríos en El gran entrerriano que dejó su vida por la libertad y el federalismo: «La República, que en los hechos no era tal ya que jamás levantó banderas secesionistas, duró poco tiempo. Su fin llegó con la muerte del Supremo» afirma. A pesar de esta brevedad, Ramírez: «Fundó escuelas, en un claro ejemplo de la importancia que dio a la educación. Pero en este tema, también impuso la enseñanza obligatoria hasta “saber leer, escribir y contar”, decidió que existiera al menos una escuela por departamento y también que la educación fuera gratuita para quienes no tenían recursos» indica y agrega: «Sancionó reglamentos en lo militar, lo político, lo económico y la recaudación de impuestos, eliminando los derechos de importación. Esto era novedoso en aquellos tiempos» apreció. Surt además indica que Ramírez, en el marco de la República, efectuó la división del territorio en departamentos (cuyos gobernadores en lo civil y militar serían elegidos por la población en cada jurisdicción), estableció un régimen de administración de justicia, creó un servicio de correos, ordenó un censo (primero de la provincia), prohibió la matanza del ganado cimarrón, promovió la cría de animales y la agricultura, dispuso los primeros comicios de la región, estableció la primera imprenta e impulsó la creación del primer periódico impreso fuera de Buenos Aires: La Gaceta Federal.
Además de los autores mencionados, el volumen se completa con el prólogo del gobernador, Gustavo Bordet, quien se refieren en su texto al Federalismo como «una obra inacabada» a través de la cual se introdujo «a la discusión pública las vertientes republicanas y democráticas». También se suman los artículos de Rubén Burlot Las batallas de Ramírez y de Roberto Romani quien escribe Ramírez en San Carlos de la Esquina donde rememora el acto de 2010 en el que se inauguró la plaza y el monumento en homenaje al caudillo en la localidad cordobesa mencionada en el título del artículo y escenario de la muerte del entrerriano.
En los diferentes capítulos se abordan, además del tema referido, cuestiones vinculadas a los profundos antagonismos que constituyen la vida social y política de Argentina, las disputas entre Buenos Aires y las Provincias, las características geográficas de Entre Ríos como un factor determinante para la configuración de las relaciones económicas y de poder. También se detiene en Tadea Jordán, Los dragones de la muerte, José Artigas, la Liga de los Pueblos Libres, el Congreso de Oriente o el Tratado de Pilar.
En la contratapa el director de la Editorial de Entre Ríos, Fernando Koziak, informa que las autoras y los autores convocados «prepararon textos que permiten comprender ese tiempo, dos siglos atrás, de una manera accesible, para que esta antología sea leída por todos, especialmente por jóvenes».
Además de piezas escritas, el libro cuenta con fotografías de elementos que pertenecieron a Ramírez y de documentos aportados por el Museo Histórico de Entre Ríos Martiniano Leguizamón y el Archivo General de Entre Ríos. También hay imágenes de retratos, bustos y monumentos que lo homenajean.
«Con el paso de las décadas y los siglos, Pancho Ramírez se ha convertido en uno de los personajes más importantes de la historia, cuestionado o celebrado, es innegable su relevancia en nuestro pasado» sostiene Koziak.
De este modo, la fecha conmemorativa y la publicación renuevan el impulso de pensar, debatir y reflexionar sobre los procesos históricos, figuras salientes, decisiones éticas y políticas, protagonistas olvidados o anónimos como parte de las contradicciones y síntesis que motorizan la marcha de la historia y el destino de los pueblos.
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