TEXTO Y FOTOGRAFÍAS PABLO RUSSO
.
.
¿Cuál es la forma establecida de recorrer una ciudad? Seguramente será la que indiquen los folletos turísticos, la que transita puntos panorámicos y paisajes fotogénicos para cualquier postal. Pero toda senda es una construcción, incluso en el vagabundeo. El desplazamiento de cuerpos uniendo puntos puede crear relaciones imaginarias; el trazo de un mapa sobre un territorio antes impensado. Y esta es la propuesta en este viaje urbano: enlazar sitios dispersos en base a una premisa, la de los bustos públicos que homenajean a Juan Domingo Perón en la ciudad de Paraná. No se trata de una indagación exhaustiva, ni arqueológica ni histórica, sino apenas descriptiva de rincones que rescatan la memoria del ex presidente, en su mayoría alejados del microcentro.
Empecemos con el único Perón de cuerpo entero y de pie, en avenida Ramírez y Laurencena. Sobre un pedestal de base despintada, con una luminaria y una palmera de fondo, el general mira en dirección al Cristo Redentor, de espaldas al río, en esa zona limítrofe entre el Morro y el Macarone. También hay un banco para sentarse junto (y debajo) de él. Tiene los puños apretados y la mirada seria. Allí cerca estacionan un par de taxis que usan ese cantero como parada. Hay cinco placas en su base. Una con una cita del militar: «Quienes quieren oír que oigan. Quienes quieren seguir que sigan: mi empresa es alta y clara mi divisa. Mi causa es la causa del pueblo. Mi guía la bandera de la patria». La segunda tiene la fecha del 17 de octubre de 1994, en el día de la Lealtad, y está firmada por Julio Solanas presidente municipal. Otras dos son de julio de 2000, en el 26 aniversario de su fallecimiento, y están refrendadas por Militancia Renovadora Peronista y por el Concejo Departamental del Partido Justicialista (nuevamente Solanas). De la quinta quedó solamente la huella, parece que alguien se la llevó de recuerdo.
De allí podemos seguir derecho por Ramírez hacia el sur. Antes de las vías del trencito que une la capital provincial con Colonia Avellaneda, en una plazoleta triangular del barrio que lleva su nombre y nomenclaturas de calles alusivas (José Rucci, por ejemplo), un busto dorado emerge de una base pintada en celeste y blanco en la intersección de Arturo Jauretche y 17 de octubre de 1945. Se trata de un Perón adulto, de camisa abierta, que aunque está serio tiene los ojos achinados que parecen sonreír de modo pícaro como en aquella película que Fernando Pino Solanas y Octavio Getino filmaron en Madrid a mediados de 1971: Actualización política y doctrinaria para la toma del poder. Las inscripciones que acompañan son diversas. Una indica que el Teniente General fue tres veces presidente democrático de los argentinos, y está rubricada por el Honorable Concejo Deliberante. La segunda está dedicada «Al compañero militante Luis Pacha Rodríguez», en el primer aniversario de su fallecimiento (abril de 1996), a cargo de «El Peronismo de Paraná». Más abajo al medio, una placa de la comisión vecinal y vecinos, fechada en 1991. A sus costados, homenajes a los 71 y 72 años del Día de la Lealtad con el lema «Todos unidos triunfaremos», signada por «Militancia de Paraná». A poca distancia del busto, una base queda como recuerdo de alguna otra lámina que ya no está.
La próxima parada es a orillas del arroyo Las Viejas, barraquita arriba: en avenida Almirante Brown, entre Rondeau y Blas Parera, donde la geografía presenta un bajo entre dos lomas. El busto de Perón dorado y vestido con los galardones militares emerge entre una vegetación en la que abundan las cañas. Tiene los ojos abiertos y el rostro serio sobre una base amplia y enrejada. A una lado hay una tranquera de madera y al otro carteles publicitarios y el puente sobre el arroyo sucio a pesar del aviso casero de no arrojar residuos («Vecinos la basura en su casa no acá»). Una plancha de militantes de la seccional 13 que data de 2013 tiene escrita la frase anónima: «Procura que el presente que construyas se parezca al futuro que sueñas». Otra, del 1° de julio de 2002, colocada por la Juventud Peronista Autoconvocada (Paraná), presenta una frase de autoría del general: «La Juventud Argentina en su misión y responsabilidad debe despertar ante una realidad tan agobiante». Al pasar frente a Perón, un remisero que circula rumbo al centro toca bocina y saca su mano izquierda por la ventanilla colocando sus dedos en V.
Lo más cercano para continuar la marcha es la avenida Don Bosco en la entrada principal de la Escuela Hogar. Perón y Evita dan la bienvenida a ese espacio histórico; pero más interesante resulta adentrarse en el popular barrio vecino, el 1° de Julio, entre los departamentos de monoblock de dos pisos. Tomando por Batalla de Suipacha y doblando por Luis Galloli se llega al corazón del lugar, donde se encuentra un busto de Perón dorado y sonriente, con la banda presidencial atravesando su pecho, a la sombra de los árboles de una pequeña plaza interna. Las tres placas que acompañan en la base —dos de ellas partidas— son del Sindicato de Petróleo y Gas Privado de Entre Ríos. La de más arriba es de 2010 y rinde homenaje al «líder indiscutido de la organización nacional y del movimiento obrero» en su paso a la inmortalidad. Debajo, fechada en 2011, la siguiente porta una cita de Eva: «Sabemos perfectamente que el peronismo no se proclama, ni se aprende, el peronismo se siente y comprende». La última, de ese mismo año, es un reconocimiento a Ángel Vásquez y Luis Galloli, «quienes en vida fueron militantes peronistas y defensores de los derechos del barrio».
En tiempos pasados el recorrido podría habernos conducido hasta la puerta del Club Atlético Estudiantes, cerca del monumento La danza de la flecha donde Alameda de la Federación se funde con el Parque Urquiza. Hubo un busto a Perón en ese espacio utilizado por su gestión, pero con el golpe de Estado de 1955 —autoproclamado «Revolución Libertadora»— sus enemigos cobraron venganza. «Esos mismos días de septiembre lo tiraron abajo y lo arrastraron por la calle. En ese entonces el CAE estaba intervenido y la UES hacía sus clases de ejercicios ocupando el predio», señala el periodista Claudio Cañete consultado por 170 Escalones. «La misma suerte corrió un busto de Perón que había en la antesala del Policlínico Ferroviario, en la calle 25 de junio que hoy es dependencia de la Provincia. Igual pasó con el de Evita en el Cementerio, lo tiraron y lo arrastraron atado con una cuerda a un auto. También al que estaba en la casa de Gobierno», agrega.
El militante peronista Nicolás Rigaudi nos indica una posible siguiente parada: la casa del suegro de Isabel Vergara de Basualdo —madre de Martín Basualdo, desaparecido por la Policía de Entre Ríos, en 1994, junto a Héctor Gómez—. Esta queda en calle Burmeister 347, La Floresta, a media cuadra del Club Sportivo Urquiza. «Había un Perón y una Evita en la entrada del jardín», confirma Isabel. «Mi suegro los puso ahí, frente a su casa, cuando el busto de Evita estaba en la esquina de Aceval y Ameghino y los militares lo hicieron sacar», explica la mujer que ya no vive en esa vivienda. Lo cierto es que el Perón de Don Eduardo Basualdo no está, aunque si se mantiene la Evita rescatada de las garras de la dictadura que comenzó en 1976. La mujer, sonriente, con el pelo recogido, en bronce oscuro, se aprecia desde la calle por sobre el tapial, entre las plantas del jardín de la casa. Una pieza histórica salvada por un militante, en exposición pública para todo el barrio.
Esa Evita podría ser el inicio del siguiente circuito, que pasaría por la plaza de San Agustín, el Puente Eva Perón sobre el arroyo Antoñico —en el que se lee: «Por Evita y su legado somos los Descamisados» sobre la pintada de una estrella federal en la base de su busto— y continuaría tal vez por la Plaza Mansilla sobre calle Santa Fe o por Salta entre Andrés Pazos y Uruguay (la casa Santa Evita). Pero este viaje termina en los Juandomingos, y deja a la «abanderada de los humildes» para otra historia, con vínculos más limítrofes a la deriva que cualquier mapa oficial.
.
.
.