TEXTO PABLO RUSSO
FOTOGRAFÍAS SANTIAGO, ITALIA
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Un país que elige la vía democrática al socialismo; otro que lo derroca, apoyado en la burguesía local; y un tercero que rescata a los perseguidos del régimen de facto. De eso va Santiago, Italia (2018), construido con una narración coral de testimonios de quienes vivieron una época, principalmente las víctimas directas sobrevivientes del golpe de estado del 11 de septiembre de 1973. «Yo no soy imparcial», le aclara Nanni Moretti a un militar secuestrador de la dictadura de Augusto Pinochet, que le ha concedido una entrevista desde la cárcel para su documental. En ese corto diálogo entre cineasta y personaje se ve casi por única vez al director italiano en pantalla. El otro momento es la apertura de la película, donde un Moretti de espaldas contempla a Santiago de Chile desde la altura de las montañas que la rodean.
El relato logrado, a su vez, no es necesariamente coincidente desde las sensaciones que causa y los motivos que cada uno y cada una dilucida de la historia. La subjetividad de la interpretación de los hechos queda expuesta, por ejemplo, respecto a las tesis de si Salvador Allende se suicidó o si fue asesinado. Los años del gobierno de la Unidad Popular a principios de la década del setenta, sus impulsos de transformación social y la reacción de la burguesía y de los Estados Unidos hasta el derrocamiento del presidente socialista son retratados mediante la combinación de imágenes de archivo con (una edición de 40 horas de) entrevistas registradas durante una docena de días en el año 2017. Hasta ahí, nada que un latinoamericano más o menos enterado de la historia reciente no sepa -y que posiblemente haya visto en los audiovisuales del realizador chileno Patricio Guzmán, uno de los entrevistados en Santiago, Italia-; eso sí, contado desde la sensibilidad particular de este gran cineasta italiano de izquierda que se autoproclama «humanista». Entonces, viene la historia poco conocida: de cómo la embajada de Italia albergó a centenares de refugiados chilenos luego del golpe. Diplomáticos italianos de entonces narran los acontecimientos, así como quienes encontraron amparo tras los muros de la embajada y, al tiempo, asilo en el país europeo.
El documental tiene una estructura clásica, con un Moretti entrevistando fuera de cámara pero cuya voz se oye en repreguntas claves, respetando los silencios y los instantes más conmovedores de quienes rememoran aquellos años bellos y oscuros a la vez. Moretti, que en la mayoría de sus películas ha tenido una presencia incluso autobiográfica, ha producido un registro anterior en la misma modalidad: La cosa, de 1990 (sobre la disolución del Partido Comunista Italiano). En Santiago, Italia, si bien no hay una relación directa evidente, el director juega con el contraste de la Italia contemporánea donde, al igual que en el resto de Europa, se le cierran las puertas a los inmigrantes. El contrapunto -apenas sugerido en un par de testimonios- es entonces entre aquel país solidario de 1973, tan parecido al sueño de los militantes de la Unidad Popular que recibió con los brazos abiertos, y el presente cínico e individualista de la Italia de hoy. Una película claramente política, desde el gesto mismo del rescate histórico de la experiencia latinoamericana de socialismo por la vía democrática en un contexto de avance de la extrema derecha a nivel mundial.
En la región litoral, Santiago, Italia (Italia, 2018, 80 minutos), se puede ver hoy martes y mañana miércoles en el Cine América (25 de mayo 3075, Santa Fe), con una entrada de 85 pesos para los socios del Cine Club Santa Fe, 150 pesos las generales y 100 pesos los jubilados.
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