Entre el agua y la tierra

TEXTO FRANCO GIORDDA

FOTOGRAFÍAS EMILIANO GRIECO

¤ Especial FICER ¤

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La obra del director paranaense Emiliano Grieco transita esa línea sinuosa, cambiante y, a veces, abismal que es la costa. Sus películas habitan ese mundo atrayente y de cierto riesgo que tiene lugar entre el río y la tierra. La cultura y la naturaleza, desnudas, son registradas en ese vaivén característico del agua en movimiento, que, como dice la canción, algo deja y algo se lleva. Sus tres producciones, Hijos del río (2010), Diamante (2013) y La huella en la niebla (2014) son parte de una misma actitud estética sobre este lugar fronterizo.

La última de las películas mencionadas es parte de la programación del 1.er Festival Internacional de Cine de Entre Ríos (FICER). Se trata de una ficción protagonizada por Elías (Damián Enríquez), un joven herido que busca rehabilitarse (en varios sentidos). No se sabe nada de su pasado pero sus ojos tienen una mirada torva que viene del espanto. Algo trágico flota en el aire cuando el personaje atraviesa el espacio litoral. En un intento fallido de redención, mezcla su sangre con el agua.

La cámara de Grieco se mete en un paisaje isleño no necesariamente amigable. Las palabras chúcaras, los animales, la vida en canoa, el vínculo entre varones y mujeres, los roles de género, los vicios, el trabajo y el fuego nocturno de las islas constituyen el marco de una historia áspera.

El realismo de los rostros, de los cuerpos y de los movimientos, no excluyen el viaje alucinatorio que se alimenta de otras fuentes cinéfilas y  monstruosas como las del director canadiense David Cronenberg. La carne y sus marcas se asocian al absurdo de la existencia.

170 Escalones formuló algunas preguntas al realizador sobre su apuesta artística y narrativa de la película que se verá este jueves 18  a las 18 en La Vieja Usina (Gregoria Matorras de San Martín 861). También fue consultado sobre su film El rocío, próximo a estrenarse.

 

 

¿Cuál fue la idea primigenia de La huella en la niebla?

Es parte de tres películas que hice. Se completa con el documental Diamante y el corto Hijos del río. Todo fue el mismo laburo. No las veo separadas. Todo tiene que ver con lo mismo: la costa, el río, la naturaleza y la gente del lugar. La semilla es esa. La huella en la niebla es la pata que quería tener de ficción pero con no actores. Yo la veo como parte de una trilogía.

 

¿Cómo fue el trabajo con los actores?

Hubo mucho casting en diferentes barrios y mucho ensayo. Como se trata de películas muy unidas, hay muchas personas con las que yo ya había trabajado en Diamante o gente que me ayudó en el corto. De boca en boca se fue buscando  a un pescador que pueda interpretar al personaje principal. La idea siempre fue que sea alguien de la vera del río. Tenía que ser un no actor. Estábamos medio complicados porque no lo encontrábamos hasta que en Bajada Grande vi a este chico que hizo el personaje de Elías. Después de un casting sin resultados me quedé sentado y apareció este loco y me di cuenta que era la cara de la película. El laburo fue intenso. Trabajamos mucho. Lo llevamos a un teatro a hacer ensayos y pruebas a cámara. La otra pata la completan actores profesionales. También actúa Mariela (Emme) Vitale y Germán Da Silva, un tipo muy laburante que fue de la calle y después pasó al cine. Necesitaba de ese realismo en la película: los rostros, las marcas. En el caso del Chimango, como le decíamos al actor principal, no paraba de pescar en esa época así que en la canoa y el río funcionaba bien pero después cuando tenía que estar con una actriz era un poco más difícil. Hubo confianza y lo logramos. Se pudo llegar bien a la película.

 

 

¿Qué recorrido ha tenido el film?

Sale de un concurso Raymundo Gleyzer en otro momento del cine argentino. Hicimos Competencia Latinoamericana en el Festival de Mar del Plata, fuimos a Torino (Italia) y se exhibió en todo el país y en cinco cines de Capital. Presentar una película, el momento de proyectarla o de viajar es algo increíble. Tiene sus buenos y sus malos momentos.

 

¿Qué te pasa a vos con la película a medida que transcurre el tiempo?

Como las mías son películas personales siempre termino volviendo. Ahora me vi todo el material para sacar algunos planos y otras cositas para la película que estoy haciendo que se llama El rocío. Es un material que está vivo, que tengo ahí como mi familia, mis hijos. Este año volvió a tener una importancia en mi vida. Creo que el material es un sample, es como los que trabajan con la música sampleada: puedo agarrar lo que hice hace mucho y volverlo a usar. La relación es eterna, por momentos con buena onda y por momentos con mala onda. Es una satisfacción hacerlo y terminarlo. Es lo más importante que hago y que tengo.

 

¿Qué estás haciendo en el presente?

Estoy terminando mi tercer película, mi segunda ficción. Se filmó una parte en Racedo (Entre Ríos) y otra parte en Buenos Aires. Es una película que cuenta la historia de una mujer que tiene que hacer un tráfico del campo a la ciudad, expulsada por los químicos y todo el quilombo que están haciendo con la producción sojera. Entonces, le enferman a su hija y tiene que empezar a viajar a Capital. Es un drama, es una historia de tráfico, es una película que habla del medio ambiente que es un tema que siempre me interesó y que toqué en todas mis películas. Esto delimita la vida de las personas, por ejemplo, lo que veo que pasa en el campo y la gente laburante de a pie que no tiene ni la Ranger ni la Amarok. Ahora estamos terminando el color. El rocío es una ficción basada en una historia que empecé a hacer como documental por escuchar lo que pasa en Entre Ríos y Santa Fe.

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