Experiencia Curupí

TEXTO Y FOTOGRAFÍAS FRANCO GIORDA

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Andar en medio de la vegetación exuberante del islote Curupí, visualizar los claroscuros que juegan entra la luz del sol y la sombra de los árboles, observar los cambiantes colores del río, ver otras especies, olfatear el viento, escuchar las aves, las hojas y el agua, y charlar con quienes guían las visitas a esta formación insular, es una manera de conocer el ambiente del humedal que caracteriza a la región y que hace posible la vida tanto en la naturaleza como en la ciudad.

Para los residentes de Paraná, la manera de llegar a esta área natural protegida es retirando un ticket sin costo en la Oficina de Informes Turísticos de la Costanera entre las 8 y las 17 con documento de identidad que acredite el domicilio en la capital entrerriana. Hay dos salidas diarias: a las 8:30 y a las 17:30. Este programa es impulsado por el Ente Mixto de Turismo (Empatur) y la Municipalidad. Para quienes no son de la ciudad, se cobra una tarifa. Los cupos son limitados.

 

 

 

Entre otros anfitriones y anfitrionas de la isla, están Luis Cosita Romero, presidente de la asociación civil Ñangarecó Nderejé, encargada de resguardar el lugar, y Elías Sigura, el guardaparque con base en este territorio. Ambos, con conocimiento y compromiso, hablan de las múltiples dimensiones del río, las islas, el ambiente, la flora, la fauna, la historia, entre otros temas. Más bien, antes que una guía es una conversación con la gente que asiste ya que la charla se desarrolla no solo a partir de una exposición sino también a través de las preguntas que surgen a cada paso y de los aportes de lo que cada uno de los concurrentes sabe con respecto a este hábitat del que los humanos son parte, antes que dueños.

 

En este diálogo se habla sobre cómo se forman las islas en general y cómo fue el proceso del islote en particular. Porqué el río tiene color marrón, cómo es su lecho y qué pasa con su comportamiento. También hay referencias a los árboles autóctonos como el aliso, el sangre de Drago, el curupí, el ceibo, el sauce, entre otros, o los exóticos como la mora o el jacarandá. También cómo llega cada una de estas especies a la isla, cómo se desarrolla, cuáles son sus características, qué propiedades curativas tienen y cuál es su función en el equilibrio biológico. También se habla de las plantas, las flores y los frutos de la isla. Por ejemplo, se explica qué son los mogotes, es decir, enredaderas que se extienden como cortinas vegetales entre las ramas o qué es la sandía de monte. Lo mismo sucede con las numerosas aves que habitan allí, sus nidos, y otros animales como anfibios, lobitos de río, lagartos overos, los peces del Paraná o la rica presencia de insectos de todo tipo, forma y tonalidades. Cada detalle de este entorno tan distinto y, a la vez, tan cercano a la ciudad, se puede convertir en un mundo a explorar.

Otro de los tópicos abordados son las consecuencias ambientales de los incendios, de la contaminación y de las represas hidroeléctricas. Por ejemplo, se informa sobre lo que pasaría si habría cerca una represa como la que se intentó construir a mediados de 1990 en el Paraná Medio.

 

 

Potencial

El islote tiene aproximadamente 15 hectáreas de superficie. En este marco, se ha construido una pasarela de 450 metros desde la punta oeste hacia el centro del islote. A su vez, está proyectado otro tramo de similar longitud que llegue hasta la punta este. También se ha levantado una casilla con paneles solares que proveen de energía a las instalaciones y, en un futuro, a un centro de interpretación, actualmente en construcción, que será punto de informe, museo y mirador. Contará con información geológica, biológica, ecológica, histórica y cultural, entre otros aspectos, en vistas a una función educativa y de concientización ambiental. Esto se ha realizado con aportes tanto del Municipio como del gobierno provincial.

 

 

Cosita Romero cuenta hacia el final del recorrido los antecedentes de lo que se puede experimentar en la actualidad. En este sentido, narra el intento de un proyecto hotelero a mediados de la década del 90 del siglo pasado por instalarse en el islote, y que fuera abandonado luego de una inundación, y la subsiguiente idea de un grupo de ecologistas, artistas y gente de la costa de cuidar el espacio en vistas a su preservación y aprovechamiento público como un aula a cielo abierto en pos de la educación ambiental. De este colectivo surgió la denominación de «Ñangarecó Nderejé» para la asociación civil que vela por el islote y que quiere decir: «cuidamos entre todos lo que es de todos». Esta iniciativa fue reactivada hace un par de años y el islote es aprovechado por paranaenses, niños y niñas de las escuelas y también por turistas.

 

 

Transitar este territorio insular despierta los sentidos y el pensamiento, permite conocer un ámbito de los paranaenses muy significativo para la vida, la identidad y la cultura. La experiencia en el Curupí permite proyectar el gran potencial que tiene este sitio para seguir expandiendo hacia horizontes más amplios la conservación del humedal.

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