TEXTO, FOTOGRAFÍAS Y EDICIÓN DE AUDIO PABLO RUSSO
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«El hecho ficcional manda», afirma Horacio Lapunzina cuando se le consulta por el componente biográfico presente en su serie de trece relatos, publicados recientemente bajo el título Fuego Amigo, por la Editorial Fundación La Hendija.
Horacio Lapunzina es ese músico flaco, alto y de anteojos, responsable de una inconfundible carcajada además de una pluma destacada, de la que hace gala en este primer libro de cuentos y relatos. Sus datos biográficos indican que nació en Ramos Mejía, Buenos Aires, en 1963, aunque creció en Misiones, estudió en Santa Fe y vive en Paraná desde 1990. Una de las líneas que se pueden percibir en Fuego Amigo es justamente la de estos paisajes cercanos al río Paraná, desde el alto hasta su desembocadura; otro, son las etapas de la vida y sus correspondientes situaciones. De los escritos que presenta aquí Lapunzina hay algunos que tienen más de quince años, aunque en ese tiempo sufrieron todo tipo de transformaciones. Cuando corregía esos, aparecieron otros, durante el último invierno, el de la pandemia.
Como músico tiene editado dos trabajos: Espejos y viajes (Trafico de Arte, Paraná, 2003) y Las puertas (Shagrada Medra, Paraná, 2011). Ejerció el periodismo y fue editor de la sección cultura del Diario UNO de Entre Ríos entre 2000 y 2011. Publicó La música y la palabra: diálogos con Carlos Aguirre, basado en una serie de entrevistas con el músico entrerriano, trabajo que contó con el apoyo del CFI y la Secretaría de Cultura de Entre Ríos, en 2007.
Esta conversación con el autor del libro que tiene diseño de portada de Carlos Pagés y prólogo de Rolando Vitas, ocurrió al anochecer de un día de semanas de principios de noviembre, en el fondo de su casa, entre los sonidos del vecindario del Club Universitario de Paraná.
La puntuación como referencia expresiva
Lapunzina coordina, desde 2010, el taller de redacción El bache gramático que, según confiesa, le posibilitó la concreción de esta obra. «Al tener que leer y corregir mucho y adquirir elementos de corrección, como el libro de Marcelo Di Marco Taller de corte y corrección, que conocí cuando fui a un taller de canciones de Jorge Fandermole, allá por el 2008, y que me vino al pelo para trabajar mis propios textos. Ahí me di cuenta de que tenía muchísimo que pulir, que trabajar, que la gramática para mí era algo a resolver en el hecho literario», comparte el flaco.
La crisis por cuestiones personales sumada a la pandemia lo instó a una introspección que lo lanzó a la escritura. En su introducción, Lapunzina se reconoce referenciado en Julio Cortázar «como una razón de identidad que no puedo ocultar». En la charla con 170 Escalones, indica que el enormísimo cronopio «fue el principio de todo, en la adolescencia. Ahora leo a Cortázar con mucha menos ingenuidad; me encanta, pero ya no tengo esa forma de escribir. Eso era bien de adolescente, después, por suerte, fue cediendo. Cuando uno empieza a trabajar un poco dentro de la literatura, a establecer un mecanismo de corrección, se da cuenta enseguida de sus propias trampas, entonces tiene que dejar de repetir».
La escritura es acción: «escribo como yendo en bajada, como alguien que cae al agua y no puede pensar, tiene que nadar», asegura el músico y escritor Horacio Lapunzina, que además, musicaliza el siguiente podcast seleccionando tres canciones que siente representativas de su infancia, adolescencia y adultez.
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