TEXTO Y FOTOGRAFÍA FRANCO GIORDA
El fuego consumiendo el entorno natural se ha convertido, desde hace varios años, en un paisaje catastrófico y habitual. Sin ir más lejos, este 2025 empezó con la noticia de la incineración de la isla Los Mástiles, cerca de Rosario. Además, según lo informado por el medio especializado Era Verde, esta última semana hubo incendios en Concordia, el Delta (en el sector de islas de Victoria) y en Concepción del Uruguay; a los que se suma el del basural de San José que ha ardido de manera ininterrumpida durante siete días. Según lo referido a ese medio por el director de Áreas Naturales Protegidas de Entre Ríos, Pablo Aceñolaza, «todos han sido causados por el hombre».
A esta enumeración hay que sumarle el incendio de este miércoles 15 de enero de un sector de islas santafesinas, frente a Paraná. La imagen de esta nota es el registro de ese hecho y está tomada desde la perspectiva del barrio Thompson, cuyo balneario se observa hacia la izquierda del cuadro.
A su vez, llegan noticias desde Bariloche donde el fuego ha consumido más de 4.000 hectáreas del Parque Nacional Nahuel Huapi. Allí, la tierra arde desde hace tres semanas. La reciente llegada de algunas lluvias abrió un halo de esperanza para frenar el avance del infierno.
Al mismo tiempo, la mayor atención mediática se la llevan los dantescos incendios en California que han destruido tanto la vida natural como así también miles de viviendas. Sumando al desastre ambiental, el saldo en ese lugar es de, al menos, 25 muertos y más de 150.000 evacuados hasta el momento.
Con solo observar lo que ocurre, acá o allá, en estas primeras dos semanas del año alcanza para dimensionar o prestar especial atención a la profundización de la crisis ambiental en curso. Esta situación no solo afecta a la población humana, sino que también se lleva puesta buena parte de la vida del planeta.
En todos los casos mencionados, las condiciones de sequía, vientos y calor son un denominador común. El aumento promedio de la temperatura del planeta tiene, entre sus consecuencias, estos acontecimientos destructivos por excelencia.
Las crónicas suelen hacer foco en la magnitud de estos desastres, en la heroicidad de quienes combaten las llamas, en los casos particulares de personas o animales que se salvan o mueren en medio de la hoguera, en las medidas o en la negligencia de las autoridades gubernamentales (según sean los casos) y en los esfuerzos solidarios de la sociedad civil. Enfoques válidos y necesarios que aportan información y perspectivas para conocer los hechos. En menos medida, hay espacio para reflexiones o debates sobre las causas estructurales de los incendios y de las condiciones que les favorecen. Más allá del caso de personas indolentes o pirómanos que prenden llamas donde no deben o sin los cuidados correspondientes, también hay cuestiones de fondo vinculadas a la economía, a la explotación agropecuaria, a proyectos inmobiliarios, a la ocupación de territorios, al tratamiento de los residuos, en definitiva, a un modo de relacionarse con el entorno que debería ser reconsiderado si la intención es ocuparse racionalmente del asunto. Caben, en este sentido, preguntas y discusiones, por ejemplo, sobre los impactos del sistema extractivista vigente.
La atención suele estar enfocada en atender las urgencias o las consecuencias de los desastres. Sin dudas, algo imprescindible. Sería también saludable, discutir modelos de producción y generación de riqueza que se vinculan con estas situaciones catastróficas que degradan el mundo y la vida.
Tarea difícil en tiempos donde hay avales sociales y políticos para gobernantes nacionales e internacionales que niegan, entre otras cosas, el cambio climático y desfinancian programas preventivos o de preservación de la naturaleza.
Ante el fuego, la destrucción y las cenizas como signos característicos de esta época, queda la incógnita de si predominará la pulsión de vida (y por lo tanto la modificación de las actuales condiciones de existencia) o más bien la consolidación de un sistema que solo responde al criterio de acumulación y concentración sin medir las consecuencias como son los actuales incendios.
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