7 de diciembre de 2024

Instante urbano ∼ 49

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«No bajar al arroyo vecinos alerta», advierte el precario cartel clavado sobre la tierra al margen de la pequeña barranca del afluente que cruza por debajo de calle Francia, a la altura del Club Universitario.

Si bien pareciera que las cañas que de allí brotan dejan poco margen para una excursión al curso de agua, más intimidante resulta la insinuación de los vecinos. ¿Alerta ante qué? ¿No es el arroyo una corriente pública que forma parte de la ciudad? ¿Acaso estos vecinos son dueños de ese territorio? ¿Qué cosas ocurren o pueden ocurrir en ese resguardo natural como para despertar las suspicacias de los colindantes? ¿Cuáles serán los castigos si se desatiende la solicitud? ¿Habrá una instancia de diálogo? En todo caso, está claro que este tipo de situaciones son características de los suburbios de la geografía paranaense en la que la ciudad avanza ignorando sus cuencas y transformándolas en espacios marginales, de deshechos, de peligros y atajos para personas temerarias.

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