Hasta hace poco no se veía y, posiblemente, la mayoría desconociera su existencia. El arroyo Colorado, a la altura de la Circunvalación José Hernández quedó expuesto luego de un movimiento de máquinaria en la zona, que despejó de vegatación el curso de agua en su encuentro con el asfalto -por donde pasa por abajo y sigue costeando el Plumazo-. Ese lugar entre Rondeau y El Quijote está situado pocos metros más adelante del salto escondido del arroyo, y en el sitio abunda el rastro del desperdicio humano que transforma esta posible estampa fluvial en un instante urbano de los afluentes negados, ocultados bajo el cemento o simplemente descuidados.