TEXTO Y FOTOGRAFÍAS FRANCO GIORDA
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Dos niños juegan sobre la orilla mientras un conjunto de imágenes emblemáticas de la capital entrerriana los circundan. La libertad de la creación artística transforma las perspectivas y las proporciones de espacios, objetos y protagonistas. En la obra se destacan el río, los lapachos en flor, las barrancas y sus escaleras, el túnel subfluvial, la ex fábrica de portland, la estación del ferrocarril, el hotel (Howard Johnson) Mayorazgo y el robot del parque infantil Patito Sirirí. Los colores elegidos atestiguan el policromático paisaje de la ciudad y los edificios convocados hacen pensar en la historia, proyectos, expectativas, frustraciones, conexiones, condiciones ambientales e identidades de la variada sociedad paranaense.
Claro está que las palabras no son suficientes ni definitivas para dar cuenta de la experiencia estética que sobreviene al pararse frente al mural de quince metros de ancho por tres metros de alto que han creado Lucila Solé y Rocío Lobos. La obra lleva por título Intermedios y será concluida este martes 27 de abril. El notable trabajo artístico se encuentra en un rincón de la ciudad que desde no hace muchos años tiene acceso público. Se trata de la calle Patricio Raúl Solanas, abierta durante las obras de integración del borde costero llevadas adelante en 2013, que conecta, a través del puente sobre el arroyo Las Viejas, el Thompson con el Club Náutico Paraná y el predio del organismo interprovincial que administra el enlace vial que se extiende por debajo del gran caudal. Precisamente, la pintura mural fue realizada sobre la pared de uno de los galpones de la institución deportiva.
Las autoras pudieron ejecutar la obra luego de que su proyecto fuera seleccionado en el Concurso Federal de Muralismo, organizado por el Ministerio de Cultura de la Nación. En este marco, se eligieron setenta trabajos para realizarse a lo largo del territorio argentino. «Por esta selección recibimos un apoyo económico. En Entre Ríos hubo dos proyectos seleccionados. Este tipo de incentivo es muy necesario para el trabajo que desarrollamos en el sector artístico. Además, recibimos la donación del material de la pinturería Almafuerte que es una empresa familiar. Eso también es súper valioso para nosotras porque desde la misma comunidad paranaense se apoya nuestro trabajo», afirmaron las autoras.
PROCESO
En cuanto a la labor creativa, Rocío señaló que «la idea fue hacer un relato simbólico que remonte de una manera clara, para cualquier persona que pase por el lugar y a través de elementos representativos, la identidad histórica y multicultural de la ciudad. Por eso elegimos distintas imágenes. Por ejemplo, el túnel como idea de frontera, el ferrocarril como alusión a la inmigración. El protagonista es el río junto al parque, las barrancas, la costa y los niños jugando con el agua. Esta imagen representa nuestras raíces y el vínculo estrecho con el agua. También quisimos incorporar elementos más lúdicos que estén en el imaginario colectivo como lo es el robot del Patito donde todos supimos jugar de niños y que es un elemento que perdura a través de las generaciones y guarda historias en cada uno de nosotros».
Por su parte, Lucila indicó que «a partir de estas ideas vinculadas a lugares representativos o, quizás, icónicos, hicimos una suerte de collage. Si uno mira la composición se ven figuras como si hubiesen sido recortadas y pegadas. Finalmente, todo se unifica trabajando con la misma técnica. Lo pensamos como un collage trayendo a colación un poco la mixtura o lo multicultural. Nos interesaba que se vieran distintas imágenes que están en distintos lugares, pero todas en el mismo plano, en este caso, de la pintura».
Sobre la imagen predominante de los niños, Lucila contó que «está recreada de una fotografía que su autor, Javier Cuneo, nos donó para integrar al boceto. Son dos niños que están jugando en la costa del río en ese límite donde se juntan el agua y la arena, están en esa indefinición. Esto le dio al boceto la idea de que están jugando e imaginando que están sobre ese universo. El hecho que estén tan grandes en relación a todo lo otro hace que, de alguna manera, lo estén construyendo. Esta imagen de los niños tiene que ver con una infancia al costado del río o una infancia en una ciudad donde el río es tan importante y forma parte de nuestra identidad cultural. Justamente, uno de los ejes de la convocatoria era el de la identidad cultural».
AUTORAS
Lucila Solé es Licenciada en Artes Visuales. Nació en Corrientes y cuenta con larga residencia en Paraná donde llegó para estudiar la carrera en la que obtuvo su título de grado. «Entre otras cosas, me dedico a la producción artística; soy integrante del colectivo Transparenta donde planteamos la obra en el espacio y buscamos generar momentos de encuentro entre la obra y el público y entre nosotras y las personas. Siempre me interesó hacer arte con otros. Este es uno de los motivos por los que me acerqué a la pintura mural. Mi experiencia comienza en la Tecnicatura en Artes Visuales, donde cursé una materia específica que es “Pintura monumental en espacios públicos” que, en ese momento, estaba a cargo de Lisandro Pierotti. Después de haberla cursado me sumé dos años como auxiliar alumna. Ahí tuve la oportunidad de aprender a pensar y practicar la pintura en grandes dimensiones. Durante algunos años fui docente en un taller de murales que forma parte de la propuesta educativa de la Facultad de Humanidades, Artes y Ciencias Sociales de la UADER. Es una propuesta gratuita de especialidades artísticas para jóvenes y adultos. En ese marco, tuve la oportunidad de coordinar y acompañar a las personas que participaron del taller para diseñar y realizar murales. Hicimos murales en escuelas, hospitales, plazas. En ese taller nos conocimos con Rocío que cursó en 2019 que fue el último año que estuve a cargo del espacio».
Rocío Lobos es arquitecta, con vocación para el dibujo y la pintura. Desde hace un par de años empezó a indagar en murales. «Al principio, fue una inquietud que tuve por aprender nuevas técnicas. Empecé sola y después me encontré con el taller que dictaba Lu. En paralelo, arranqué a pintar y a perderle el miedo a las grandes dimensiones. Empecé haciendo trabajos por encargue en distintos lugares: en casas de familia, patios, interiores, dormitorios, locales comerciales, bares. Mi trayectoria es corta pero muy intensa» dijo Rocío y agregó que «la experiencia más reciente fue participar en un festival de arte público que se hizo en La boca de monje, en Santa fe. La temática fue Por el agua. Participamos alrededor de treinta muralistas de diferentes lugares del país. Más allá del conocimiento de la técnica en sí, para mí fue una gran experiencia por el intercambio de saberes, de historias, de problemáticas, en este caso, vinculadas al agua. Además, se crearon lazos humanos muy lindos».
TÉCNICA
Sobre el modo en que hicieron la obra Intermedios, Rocío afirmó que «en este caso, experimentamos con una técnica nueva para nosotras que aprendimos en el encuentro de muralismo al que me referí antes. Esta técnica consiste en una especie de grilla, pero aleatoria. Se trata de llenar la pared de garabatos, símbolos, dibujos simples y palabras. Luego se saca una foto y con una aplicación se superpone el boceto. Ahí se produce la intersección de ambas imágenes. Esos puntos de intersección son los puntos de referencia a trasladar. Esto permite contar con mayor cantidad de puntos de referencia que una grilla tradicional. Así se traslada al muro con mayor precisión y rapidez».
EMPLAZAMIENTO
Uno de los requisitos de la mencionada convocatoria era que la temática del mural tuviera alguna relación con el lugar de su emplazamiento. En las bases se solicitaba que se sugirieran tres posibles locaciones para realizar la obra. En este sentido, dadas las ideas plasmadas en el boceto, las autoras pensaron que debía estar cerca del túnel o de la estación del ferrocarril o en la zona del puerto y de la playa.
Así fue que, luego de identificar el muro sobre la calle Solanas, le pidieron autorización a la comisión directiva del Club Náutico. Finalmente, la producción quedó cerca tanto de la conexión subfluvial como de la playa donde suelen jugar los niños.
CONTACTO
El trabajo en espacios públicos implica un contacto directo con las personas que pasan y con un público que se conforma espontáneamente a partir del trabajo a la vista de todos. «Es una de las cosas más lindas del muralismo. La obra se completa con ese aporte de la gente que pasa y de los vecinos, que lo ven nacer, preguntan y charlan un rato. Ese intercambio de historias va completando la obra. El ida y vuelta se siente como un mimo. Alguien pasa y te lleva unas empanadas o un churro y son las cosas más ricas del mundo porque vienen cargadas de buenas intenciones, de gratitud. Este mural en particular llama la atención porque la gente identifica las escenas. Por ejemplo, pasa un niño y grita: “¡el robot!”. Con eso, concluye la creación. El acto de pintar en la calle, en vía pública, es muy enriquecedor», sostuvo Rocío en relación a la experiencia de crear en un ámbito público.
«Coincido con Rocío que pintar en la calle es una de las partes más lindas de hacer un mural. Poder escuchar a las personas o estar en el momento en que se encuentran con la obra. A mí me sorprende que muchos pasan y nos hacen algún comentario sobre lo que estamos haciendo, sobre nuestro trabajo. Nos llegan muchas palabras de aliento y felicitaciones. Eso es muy valioso, sabiendo que son personas que no nos conocen y que valoran ese trabajo que estamos haciendo. También pasan muchas personas con niños y se detienen y conversan sobre lo que ven. Algunos y algunas también nos preguntan de qué se trata, qué hacemos o quiénes somos. Eso es lo lindo que tiene trabajar en la calle que uno puede conversar directamente con otras personas y escuchar o ver qué sucede porque más allá de las palabras de aprobación que nos puedan dar está bueno saber que alguien se paró a mirar y se preguntó por qué estaba eso ahí o qué significa y por qué aparece lo que aparece. Eso que genera la obra ya está bueno».
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