3 de diciembre de 2024

La balsa de San Justo

TEXTO Y FOTOGRAFÍAS PABLO RUSSO

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La embarcación está inmóvil. Compite en quietud con la superficie del agua que espeja el paisaje costero y el cielo con sus nubes de invierno. Algunas personas están desparramadas por la orilla atentas a sus cañas en un silencio que permitiría conversar de orilla a orilla, si esto fuese necesario. Para llegar al borde del río Gualeguay donde cruza la balsa a maroma en la zona conocida como San Justo, hay dos vías: la que arrima desde el Departamento Tala, o la que llega desde Villaguay.

 

 

Al sendero desde el Oeste (Tala) hay que adivinarlo por la Ruta 6, ya que no existe señalización alguna, al menos transitando desde la Ruta 18 hacia el Sur. Se trata de un camino de tierra que no es recomendable durante las lluvias o días posteriores. Este trazo se vuelve agreste a medida que se avanza entre campos sembrados, algún casco de estancia y montes nativos, al punto de transformarse en una huella entre pastizales que desemboca al Gualeguay. Desde Villaguay, el recorrido es hacia el Suroeste de la ciudad, entre ripio y tierra, hasta la zona de balnearios naturales conocidos como Balsas, Ramblones y San Justo que ofrece playas agrestes que son visitadas durante el período estival. La balsa había dejado de funcionar en los años noventa, pero fue reconstruida en los talleres de Vialidad provincial a principios de este siglo. Cada tanto, es noticia porque sufre alguna avería. La embarcación cumple un rol de conexión fundamental entre los departamentos de Villaguay y Tala, ya que permite que los vecinos de esa zona reduzcan distancias.

Pero en junio de 2021, el curso de agua principal del interior entrerriano está crecido, a diferencia de lo que ocurre con el Uruguay y el Paraná. Esto, definitivamente, imposibilita el trabajo del balsero Abel Pérez, ya que el camino del lado de Villaguay está empantanado en la subida o bajada de los vehículos.

 

 

Uno de los pescadores hace de posta en la conversación entre quienes aparecen en la orilla opuesta y el que tiene la información de la situación. «¿No funciona la balsa?»; «No, está embarrada la salida por la crecida del río», contesta acomodando su línea después de escuchar la respuesta que debe transmitir, que le llega desde un punto más lejano en la costa. No hay nada que hacer, para ir hasta Villaguay los viajeros tendrán que regresar por donde vinieron, reanudando la huella hasta la Ruta 6, luego girar a la derecha hasta el Paso de la Laguna, y seguir por la Ruta 18 -en construcción de futura autovía- hacia el Este. «Salvo que puedan pasar por abajo del agua», bromea como al pasar el interlocutor que disfruta de la tarde distendida.

 

 

Hace una docena de años, anduvo por ese paisaje el ruso Víctor Kossakovsky, un director de cine que llegó con su cámara para registrar a los hermanos Pérez trabajando en la balsa. Entonces filmaba Vivan las antípodas (2011), su documental que muestra diferentes puntos geográficamente opuestos del planeta. Ese rincón del río Gualeguay con sus dos únicos habitantes y escaso tránsito marcaba el comienzo del largometraje que tenía como contraparte una autopista de varios pisos en Shagai, China. En ese sentido, la antípoda no era solamente geográfica, sino también social. El afiche de la película, incluso, es la imagen intervenida del río Gualeguay con la sombra en el agua de los edificios de Shangai. En ese entonces, que un extranjero se haya fijado en ese lugar generó una curiosa atención local que motivó que la balsa fuese declarada de interés cultural y municipal en Villaguay. Uno de los que estuvo en las jornadas fílmicas fue Maximiliano Schonfeld, que hoy representa al cine entrerriano en festivales internacionales. “Fui simplemente un asistente de producción en la parte entrerriana. Era muy joven y con mucha energía, y gracias a eso pude absorber mucho del rodaje. Con Víctor aprendí sobre la luz, sobre la búsqueda incesante de ese momento exacto dónde suceden los milagros; pero también verlo dirigir en un estado de omnipotencia, maltratando a quién se interpusiera en su camino, me hizo reflexionar acerca de qué tipo de director quería ser yo en el futuro y de qué manera trabajar con el equipo”, le contó el crespense a 170 Escalones, en una entrevista de 2018.

Lejos de aquellos tiempos de multiplicidad en pantallas mundiales, desde la costa Este el vehículo se aleja para desandar su camino mientras la gente que pesca instalada en reposeras sigue su rutina de sábado, como en una postal alejada del mundo y sus problemas globales.

 

 

 

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