TEXTO Y FOTOGRAFÍAS PABLO RUSSO
Los pañuelitos de papel que circularon de mano en mano entre les disertantes fueron necesarios para secar algunas lágrimas ante la intensidad conmovedora de los testimonios. El aula magna de la Facultad de Ciencias Económicas de la UNER estuvo colmada de público el miércoles 26 de abril por la tarde, durante la jornada «Relatos en primera persona a 40 años de democracia», actividad de extensión de la cátedra de Ética y Responsabilidad Social con el Centro de Análisis y Estudios para la Transformación y Resolución de Conflictos.
Formaron parte de la charla Teresa Laborde, quien nació en 1977 dentro de un Ford Falcon camino al centro clandestino de detención, tortura y exterminio Pozo de Banfield; Manuel Ramat y Silvia Erbetta, familiares de Victorio «Coco» Erbetta y Raúl Ramat, secuestrados desaparecidos de esa casa de estudio; y Clarisa Sobko, integrante de la agrupación H.I.J.O.S. Regional Paraná (Hijos e Hijas por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el Silencio). Uno de los principales puntos en común que tuvo el panel fue el intento constante de vincular el pasado reciente con el presente.
Luego de las presentaciones formales, de las que participó el decano de la facultad, Sebastián Pérez (también estuvo Aixa Boeykens, decana de la Facultad de Ciencias de la Educación de la UNER, en primera fila), se proyectó un video de presentación -trabajo de estudiantes secundarios cordobeses- con un testimonio de Adriana Calvo (madre de Teresa Laborde) contando cómo, durante su cautiverio, sus compañeras presas le daban de su comida para que pudiese alimentar a su hija recién nacida, y cómo las 20 la rodearon para que no se llevasen a la beba.
Teresa comenzó por ahí, explicando porque sus padres decidieron no irse del país una vez que recuperaron la libertad: «mi mamá nos cuenta esa anécdota, que ella le debía la vida y la mía a esas mujeres, y esta gente (los militares y sus cómplices) quería hacerles creer al pueblo que son malas, que son el otro demonio. Ella nos hablaba de malos malísimos y de buenos buenísimos. Los que somos buenos buenísimos nos tenemos que quedar, los que se tienen que ir son ellos», rememoró. «Esas mujeres no solo le daban el alimento, sino que me acunaban y me cantaban a pesar de ser terriblemente violentadas. Me daban amor, canciones de cuna, morisquetas. Esas mujeres están desparecidas, a pesar de que son memoria, son presente. En cuanto a los 18 bebés que había en el Pozo de Banfield, todavía no encontramos a ninguno. Los seguimos buscando, no sabemos si están vivos, muertos, apropiados y en dónde; pero son personas que pasaron por lo mismo que yo y que no tuvieron mi suerte», continuó Teresa.
A Adriana Calvo la llevaban desde la comisaria 5ta de La Plata, uno de los cuatros centros de detención en los que estuvo durante la dictadura, hacia el Pozo de Banfield, maternidad clandestina. En el camino, nació Teresa. Frenaron para atar el cordón y la dejaron colgando hasta que llegaron, sus secuestradores se bajaron del auto y ellas quedaron ahí unas horas, desnudas adentro del Falcon, en el frío de la noche. «Los malos ganan cuando las buenas y los buenos no hacemos nada por impedirlo, me decía mi vieja. Malos malísimos sigue habiendo. Los milicos y policías fueron el brazo armado de un plan que fue sistemático, regional, latinoamericano y fue económico. Lo digo porque estamos en la Facultad de Ciencias Económicas. Fue un plan económico que arrasó con las industrias nacionales y es un plan económico que aún tenemos, que es de entrega de recursos naturales, de todos nuestros recursos, al norte global. Eso sigue sucediendo», argumentó Teresa.
Destacó la defensa de la empatía que el genocidio quiso borrar, haciendo creer que se está mejor si no ayudamos al otro, si no nos metemos en los problemas de los demás. «Los seres humanos somos esencialmente empáticos. Cuando empezó la dictadura había un 4% de pobreza ¿Cuánto hay ahora? Los desaparecidos y desaparecidas querían que no haya ni un 4, que cada quien tenga su igualdad de oportunidades, porque eran obreros, maestras, luchaban por una equidad. Hablemos de los derechos humanos que se violentan hoy y que como democracia no supimos revertir», cerró su intervención Teresa.
Silvia Erbetta tomó el micrófono y apuntó directamente a la lucha por la educación pública y gratuita. Contó que su hermano, Coco, era un estudiante de esa universidad que en su momento era privada, pertenecía a la Universidad Católica Argentina. «Estudiaba electrónica, la cuota de la Facultad se fue haciendo imposible pagarla para mis padres. Él, con otros compañeros, se juntaron en el Centro de Estudiantes para ver cómo podían hacer para seguir estudiando. Los 30 mil desaparecidos eran todos inteligentes, estudiantes, memorias pensantes. A muchos les molestaba eso. La oportunidad que tienen ahora ustedes es enorme chicos, aprovéchenla, ellos lucharon para eso: para que la universidad sea pública», dijo Silvia.
La mujer contó que su hermano iba de alpargatas, que pertenecían a una familia humilde de San Agustín, y que su hermana mayor -quien estaba entre la audiencia de esa tarde- era la que le podía sostener el estudio. «Me llena de orgullo que este salón esté así, lleno. No crean que esto se hizo solo, se hizo con lucha, con entrega, con amor, porque querían un país mejor», concluyó entre aplausos.
A su turno, Manuel Ramat, quien además de militante perseguido, torturado y encarcelado, compartió historias de lucha con Coco Erbetta y con su hermano Raúl (quien fue presidente del Centro de Estudiantes), señaló que «lo que uno quiere contar es quiénes eran, qué buscaban, qué es lo que querían, cuáles eran sus sueños y utopías». Recordó que Ingeniería y Económicas compartían actividades: bailes, centro de estudiantes, edificio; y destacó la movilización que evitó que la Escuela Hogar Eva Perón sea transformada en liceo naval. «Ver hoy Ciencias Económicas así era impensado en aquella época. Y es vernos reflejados en la lucha y decir “valió la pena todo lo que hicimos”», indicó.
Relató que Raúl se recibió y fue a trabajar a Techint, que dirigía «una de las cabezas sostén que financiaba a los militares e impulsaba la dictadura: Agostino Rocca. Hoy está Paolo Rocca. En el asesinato de mi hermano, acribillado a balazos una noche por una patrulla militar en la casa en la que vivía, tiene mucho que dar explicaciones la familia Rocca; como hoy los Ledesma que nos encloquecen con el precio del azúcar, como los Pérez Companc que nos enloquecen con el precio de los alimentos, como todos los integrantes de la pata civil de la dictadura, relacionados con el plan económico», fundamentó Ramat.
«Todos queríamos y seguimos creyendo y queriendo hacer un mundo mejor, un mundo donde esos derechos de los cuales ustedes hoy disfrutan sean cada vez más plenos, más posibles. Sigamos teniendo sueños y utopías por todo aquello por lo que vivieron, lucharon y murieron nuestros compañeros y compañeras», manifestó el integrante de La Solapa, organización de derechos humanos querellante en las causas de lesa humanidad.
Clarisa Sobko cerró la ronda de presentación. «Para nosotros es re importante que haya gente que quiera escuchar, que podamos contar algo en lo que creíamos hace unos años que habíamos avanzado muchísimo y después cayó nuevamente el negacionismo», dijo la integrante de HIJOS Regional Paraná, que contó su historia personal: hija de Olga Goyeneche, de Corrientes, y de Pedro Miguel Sobko, de Posadas, dos estudiantes de medicina cuya militancia universitaria devino luego en partidaria en el Partido Revolucionario de los Trabajadores. «Terminamos acá porque a mi viejo lo secuestran y matan en Paraná. El mismo que a Coco Erbetta», resaltó.
«Lo que quería traerles, porque acá hay un centro de estudiantes, es cómo militar en una organización cambio mi vida, cómo me hizo feliz la lucha y la reivindicación de la lucha de mis padres y compañeros», confesó Clarisa, que además puso el acento en el mapa de los centros clandestinos de exterminio coincidente con los centros industriales productivos de los años setenta. «No es casual, tiene que ver con los objetivos de las dictaduras en Latinoamérica: el obrero organizado y los estudiantes, mayoritariamente organizados», concluyó.
Comenzó luego una ronda de preguntas e intercambio con las y los presentes. Integrantes del centro de estudiantes, con sus remeras del MNR (Movimiento Nacional Reformista) interrogaron sobre cómo era la militancia estudiantil en los setenta. También apareció la consulta sobre la posibilidad de repetición histórica y, finalmente, la duda sobre dónde y con quién construir.
Respecto a lo primero, Ramat señaló que los estudiantes en los setenta trabajaban mucho en sintonía con las organizaciones barriales, con el compromiso por el estudio y por mejorar la vida de los compañeros y compañeras de los barrios. Silvia rememoró que su hermano brindaba apoyo escolar de primaria y secundaria en los barrios Pronunciamiento y el Morro.
En relación la posibilidad de que vuelva a ocurrir algo similar a un golpe de Estado, Clarisa indicó que «el desafío nuestro y de ustedes como estudiantes y futuros profesionales es ver cuáles son las mismas raíces, cuáles son los hilos y cuáles son las nuevas formas para acallar al movimiento social y al grupo de personas que busca otro tipo de país más solidario, distributivo de riquezas y con alianzas estratégicas latinoamericanas». Apuntó entonces al poder judicial, «la utilización de un poder que parecería monárquico». Por su parte, Teresa opinó «para mí nunca se fueron del todo. En mi familia siempre vivimos con amenazas. Cuando desapareció por segunda vez Jorge Julio López, en 2006, estaban por condenar a (Miguel) Etchecolatz por genocidio, nace mi hijo y yo sufría amenazas. Nunca se fueron, pero tienen diferentes estrategias de dominación. Lo que se está profundizando es la política económica del saqueo». Manuel expresó que «no van a volver como dictadura militar porque no les hace falta, hoy han conseguido (lo mismo) a través de los medios de comunicación» y propuso dar el debate sobre modelos económicos, para pensar qué significa y cómo interviene el Estado en la vida de cada quien y analizar cuántos derechos tenemos por esa intervención.
Finalmente, sobre los frentes de batalla actuales, Teresa invitó a organizarse ante las injusticias más cercanas. «Hay muchas violaciones de derechos humanos a nuestro alrededor. No mirar para otro lado, empezar por informarse, por chequear la información, comunicar lo que no se comunica. Hacer política no necesariamente es pertenecer a un partido político. Los malos ganan cuando los buenos no hacemos nada por impedirlo. Y la rebeldía siempre es con alegría», cerró.