9 de diciembre de 2024

La cultura santafesina resiste el encierro

 

TEXTO JUAN ALMARÁ

FOTOGRAFÍAS CINE CLUB SANTA FE, TRIBUS, LA ABADÍA, EL BIRRI, JUAN ALMARÁ

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Si bien el pasado viernes 8 se anunció que la mayoría del país ingresó a la Fase 4 de la cuarentena establecida por la pandemia del COVID-19, los espectáculos masivos y las aglomeraciones de personas continúan prohibidas en todo el país. Esta realidad representa un duro golpe para las organizaciones y empresas vinculadas al quehacer cultural.

Todo parece indicar que se tratará de las últimas actividades que volverán a encenderse con cierta normalidad. A las habituales complicaciones de un sector que muchas veces no es dimensionado en su total importancia como generador de empleos, motor económico y productor de bienes simbólicos, se le suma una situación inédita, para la que nadie parece estar preparado.

En esta nota, cuatro espacios de la ciudad de Santa Fe (Cine Club Santa Fe, el Teatro La Abadía, Tribus Bar y el Centro Cultural y Social El Birri) brindan su testimonio sobre los pesados días que les toca vivir.

 

 

Pantallas en negro

Cine Club Santa Fe, pronto a cumplir 67 años de historia este 24 de mayo, es una asociación sin fines de lucro, responsable de la proyección de los filmes que escapan a las grandes producciones hollywoodenses. En sus ciclos DesVelado, Cine Estudio, Cine Bizarro y las funciones regulares para sus socios y público en general, exhibe cine de vanguardia, de autor y de estilo, a través de la pantalla del Cine América.

Guillermo Arch, presidente de la institución desde 2011, manifiesta que antes del anuncio de la cuarentena «ya era muy pronunciada la caída del público, y aparte los cines cerraron el 16 de marzo. En nuestro caso estábamos muy ilusionados por las cifras que veníamos manejando, sobre todo con el estreno de Parasite que se encontraba en su séptima semana de exhibición».

En este caso particular, la reprogramación excede la voluntad de los responsables del lugar, ya que no poseen capacidad de decisión sobre las fechas de debut de las películas. Arch expresa que «aún hoy se sigue moviendo el calendario de estrenos según las noticias de posible reapertura. Hay producciones que van directo al streaming y tanques que van a aguantar hasta su estreno en salas».

Los socios de Cine Club son responsables en gran parte que la institución pueda sobrellevar este momento. Arch comenta que «nuestros ingresos se mantienen de manera mínima por su solidaridad, lo que nos permitió, hasta ahora, sortear los gastos fijos. El resto de las entradas y parte de las salidas cayeron a cero, con lo cual se congelaron los proyectos que teníamos para el año».

Refiriéndose a las estrategias aplicadas para continuar en este contexto, Guillermo afirma que «en principio activamos el préstamo de DVD’s, pero luego fue imposible mantenerlo por las restricciones a la movilidad. Ahora recomendamos material escrito vía mail, como también enlaces de descarga y streaming. Queremos tener un canal de distribución propia».

Si bien no hay precisiones sobre la reapertura (desde Cine Club estiman que será escalonada, de acuerdo al aforo de las salas y con un protocolo) cuando llegue ese momento, se lo vivirá con gran alegría. Arch asevera que «para nosotros será como una fiesta, algo así como cuando se cumplen años con una cifra redonda, y habrá muchas cintas que no fueron vistas en salas, aparte de cómo el mismo cine refleje lo que está pasando».

 

 

Tablas vacías

El teatro La abadía, ubicado en el norte de la ciudad, se dedica al desarrollo de las artes escénicas. Surgido a principios de este siglo, combina talleres de diverso tipo (teatro para niños, adolescentes y adultos, circo, arte decorativo, ajedrez) con el estreno de obras los fines de semana en sus dos salas.

Su director, Walter Alemandi, comenta que el inicio del confinamiento, «nos tomó listos para comenzar el año. Incluso algunos talleres de adultos ya habían arrancado y estaba toda la publicidad lanzada para los que iniciaban en abril».

La incertidumbre es un común denominador en la vida diaria de los diagramadores culturales. Alemandi afirma que «la planificación de los espectáculos en el año ya estaba hecha en un 80%. En este momento estamos en contacto con todos los grupos, pero no reprogramamos porque no tenemos todavía la confirmación de cuándo vamos a funcionar nuevamente».

En lo económico, Walter expresa que, al poseer un recinto propio, están en ventaja respecto a los colegas que deben pagar alquiler. Otra de las ventajas en este escenario incierto es el vínculo que mantienen a través de los medios virtuales con alumnos y elencos.

Acerca del posible regreso, el responsable de la sala no posee buenas perspectivas: «pensamos que la temporada 2020 está perdida. Nos organizamos para el año que viene. Igualmente, no abandonamos la esperanza de poder aprovechar el último trimestre del año, si las condiciones así lo permiten».

 

 

Canciones en volumen cero

Tribus Club de Arte es un referente de los shows musicales de Santa Fe. A comienzos de 2019, mejoró notablemente su capacidad e infraestructura, luego de la mudanza a un nuevo local. Este año comenzó su décimo aniversario con una serie de recitales masivos.

José Chengo Altamirano es productor, socio y programador. José comenta que el cierre de tareas «nos tomó comenzando un mes súper esperado, porque ahí se produce la reactivación. Veníamos de un verano muy cargado porque nos propusimos celebrar el  cumpleaños a lo largo de todo el 2020 con una programación fuerte. Nuestra cuarentena arrancó el 12 de marzo. Nos avisaron que no podíamos laburar más, y por una cuestión de responsabilidad, lo acatamos».

Como en los casos anteriores, la concreción de los eventos se encuentra atada no sólo al factor temporal, sino también a nuevas disposiciones que por el momento se desconocen: «en principio quisimos reprogramar para mayo y junio, pero cuando nos dimos cuenta cómo era la dinámica de este proceso, entendimos que no teníamos certezas. No vamos a acomodar la agenda hasta que no dispongamos de pautas claras de cuándo y cómo se va a retomar la actividad. Hay un montón de conciertos que no podremos materializar en las condiciones que teníamos pensadas, por una cuestión de capacidad. Sin un determinado aforo, no es negocio. Por ejemplo, un show de mil personas empieza a ser rentable cuando la sala está al 70%. Y sabemos que va a ser muy difícil meter 700 personas para recién empatar un negocio. Eso nos obliga a replantear todo», explica Altamirano.

El programador afirma estar en contacto con los diferentes eslabones de la cadena de producción de espectáculos (productores, músicos, personal técnico) con el fin de pensar nuevas alternativas a futuro, pero la ausencia de parámetros y definiciones, frenan cualquier tipo de iniciativa.

Altamirano asegura que tanto los músicos como sus seguidores comprenden la situación que se está atravesando. En este aspecto, aclara que «por una cuestión de responsabilidad no queríamos cancelar shows, para que no haya movimiento y se genere un desgaste de gente y recursos. Todos están entendiendo y se adaptan».

Si bien tiene dudas respecto a cómo cerrará la ecuación económica al momento de producir un recital con los mismos gastos de siempre pero con menos público, es optimista respecto a que se produzca «un gran cambio, que a veces es esperanzador. Este parate va a servir para reordenar un montón de cosas». En ese sentido, para el momento de la reapertura, espera que las autoridades gubernamentales brinden su colaboración: «vamos a precisar que sean más permisivas frente a algunas cuestiones. Será necesario para salir a flote lo más rápidamente posible. Tienen que ver con habilitaciones y cuestiones de esa índole».

 

 

Renacer por segunda vez

La realidad de El Birri posee un nivel de complejidad mayor al de sus pares. En julio del año pasado, la Estación Mitre (ex estación de trenes donde funciona el centro cultural ubicado en el suroeste de la ciudad) fue víctima de un voraz incendio que destruyó su interior por completo. El inicio de la cuarentena los halló, por un lado, exigiendo fondos a las nuevas autoridades municipales y provinciales a fin de proseguir la reconstrucción. Por otro, se encontraban finalizando los eventos propios de los festejos de carnaval, que suponen uno de los momentos en que más se pone de relieve el vínculo con la comunidad.

Emilia Schmuck, integrante del equipo de Comunicación y tallerista de Escuela de Carnaval, comenta que «estábamos preparándonos para habitar este espacio que, a diferencia del año pasado, no contaba con el lugar para realizar los más de 20 talleres que producíamos antes del incendio. Se nos venía el primer plenario del año, en el que cada dos o tres meses los militantes y participantes nos juntamos para proyectar las actividades y repensar los objetivos».

Emilia precisa que no tuvieron demasiadas opciones al momento de rediagramar la agenda, y se vieron obligados a cancelar talleres de educación y comunicación popular, y ciclos de títeres y teatro.

Entre los principales problemas que la cuarentena trajo en la generación de recursos económicos, sobresale la imposibilidad de utilizar la Sala Popular de Teatro, que ya había sido afectada en su totalidad por el incendio. Schmuck afirma que allí «intentábamos construir formas de autofinanciamiento y también significaba una suma de dinero para las técnicas de salas, que obtenían una entrada simbólica, pero que contaban con ella».

Otro de los sectores desactivados por la cuarentena es la barra en la que se vendía comida y bebida durante las funciones y los shows, y cuyos ingresos servían para el mantenimiento diario y el pago de servicios.

Las herramientas digitales permitieron solucionar cuestiones administrativas, vinculadas a rendiciones de cuenta, presentación de proyectos y trámites bancarios. A su vez, Emilia detalla que «desde la comisión de Comunicación, seguimos teniendo reuniones virtuales y producimos contenidos. Publicaremos un periódico impreso mensual. Vamos a salir con una campaña de suscripciones para que quienes quieran recibirlo en su casa puedan hacerlo. La idea es colaborar con un monto que permita autosubvencionarse».

En cuanto al vínculo con sus públicos Emilia reflexiona que «la respuesta de quienes asistimos cotidianamente, ha sido de mucha conmoción y tristeza. Venimos de un año difícil, en el que volver a encontrarnos en el centro cultural fue muy complicado. Y siempre descubrimos la forma de estar presentes». Si bien el golpe es fuerte, la tallerista enfatiza que siempre se busca resolver las situaciones de forma colectiva y por medios creativos.

Desde El Birri alegan que pese al confinamiento, no han dejado de estar presentes. Es por eso que Emilia sostiene que «estar todos juntes es fundamental para continuar. Pensamos cómo producir materiales que permitan iniciar los talleres bajo otras modalidades, sin excluir a nadie. Estamos activos, imaginando cómo seguir».

 

 

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