21 de noviembre de 2024

La masculinidad, componente de riesgo

TEXTO Y FOTOGRAFÍAS PABLO RUSSO

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«No te estoy mandando a meterte los dedos en el culo, sino a empezar a deconstruir desde el lenguaje, no ser macho y facho o careta», disparó la Marika Combativa ante la escucha atenta de unas treinta personas en la sede de la Comisión Vecinal López Jordán, promediando su charla en la mañana del jueves 25 de febrero.

 

 

El taller «Masculinidades y confusión» había sido convocado por las Mujeres Luchadoras Positivas, una agrupación territorial del Lomas II que trabaja desde hace unos años en temáticas de consumos problemáticos, perspectiva de género y violencias. La comisión vecinal, por su parte, brindó el espacio del polideportivo sobre la calle Alfonsina Storni, entre Quinquela Martín y Lola Mora, donde estacionan habitualmente los colectivos de ERSA en el final de sus recorridos. La reunión ocurrió en el galpón a la vuelta de la comisaría, la iglesia y un bar, rodeado de construcciones de IAPV y otras del Procrear, entre antiguas quintas cercanas a la circunvalación.

«Siempre luchamos para que los barrios sean protagonistas en todo lo que sirva para deconstruir el patriarcado», le dijo Mónica Olivera, de Mujeres Luchadoras Positivas, a 170 Escalones. «Creemos fuertemente en que uno se va deconstruyendo día a día y es algo de nunca acabar. Tenemos que sembrar para el futuro, para que cuando nuestros niños sean grandes ya no tengan ciertos tabúes y preconceptos que son terribles», agregó.

El público fue diverso: vecinos, estudiantes, docentes, gente de los centros de salud cercanos y también algunos funcionarios. «Nos hubiera gustado poder tener un poder adquisitivo para atenderlo de otra forma, pero le abrimos nuestras casas que es la zona donde vivimos», relató humildemente Mónica. «El taller no requería conocimientos previos y estaba dirigido a todos y todas», indicó Jonathan Álvarez, vicepresidente de la comisión vecinal. «A los organizadores nos abrió un poco más la perspectiva. Además de estar nosotros trabajando en género y adicciones, nos dio una pequeña herramienta más para saber sobre el tema masculinidad», añadió Jonahtan, que es también subsecretario de la asociación convocante.

 

 

Como taller, la experiencia que propuso Marika Combativa fue un tanto inusual: una exposición en monólogo sin la participación activa del público. «Ya estoy cansada de escuchar dos horas hablar a los varones y justificar un montón de cosas; hablen entre ustedes, organicen sus charlas a partir de estos conceptos», se justificó.

Marika comenzó hablando de la asignación de atributos, de lo artificial y de las etiquetas con las que las personas son designadas en la sociedad patriarcal. Definió al patriarcado como un sistema de organización social –que siempre existió, acotó- que establece jerarquías y que es piramidal. Es, asimismo, binario y atributivo de privilegios, por lo tanto una organización desigualadora. Además, el patriarcado, que impone un «a» o «b» en lugar de un espectro posible, está unido al capitalismo que tiene como matriz la producción en serie de objetos y de personas heterosexuales «que son las que cogen y reproducen la mano de obra».

La mujer, en este entramado, es una ilusión, una construcción, una etiqueta que es precedente y que no se puede encarnar a la perfección. «¿Qué mujer? ¿Cis o trans? ¿Cuáles hombres matan? ¿Cis o trans?», cuestionó Marika. Ser mujer cis(género) es una normalización; elegir la identidad y aceptarla, una decisión, expuso.

Identificó al mundo privado como el de la emoción, el cuidado, la procreación y el trabajo no remunerado. Esta construcción está asociada a la mujer cis. Lo político nace en lo doméstico, «porque nuestro cuerpo, nuestro deseo, nuestra cama y la casa es político», comentó y añadió que no es casual que sea, justamente, lo que está tan despolitizado. En contraposición, las masculinidades corresponden al mundo público, el afuera, la polis: razón, protección, producción, trabajo remunerado, hiper sexualización y espacio del conocimiento.

Indagó en qué o quién es un hombre para retomar nociones de Derridá. De paso, criticó a las llamadas «nuevas masculinidades» como propias de varones heterosexuales que quieren seguir siendo el centro, hombres cis y blancos que se presentan como sensibles, se pintan las uñas de negro y hablan a favor del aborto.

 

 

Según su punto de vista, la espectacularización en los medios de comunicación de una víctima (de femicidio) por día abona a que siga habiendo más violencia de género. Planteó entonces exigirle al poder mediático el tratamiento con leyes de perspectiva de género. En la representación (mediática) todo es blanco y heterosexual. Lo que no se ve, lo que no se nombre, no existe: en las villas también matan mujeres que no son visibilizadas como las mujeres blancas y cis, argumentó.

Habló entonces de la «criollización»: el criollo es un hombre blanco que imparte ley y castiga todo lo que va en contra de su ley. Es el mandato de la masculinidad que le exige al hombre probarse como hombre todo el tiempo, todos los días, a toda hora. La masculinidad está construida por oposición a lo femenino, y cuando viene un movimiento masculinizante viene también la violencia. «Es una espiral que arranca con el micromachismo de un chistecito y termina con un femicidio», subrayó.

Marika Combativa confesó que cada vez que hay un femicidio le aumentan sus seguidores en Instagram, y que preferiría no tener que hacer más ese tipo de talleres pero que nadie habla de masculinidades. Se definió como «promotora territorial en género» que usa instrumentos digitales. «La masculinidad es el componente de riesgo; no el rugby ni el chupi ni la droga», afirmó. Apuntó entonces a trabajar la crianza y el uso de la violencia: «la ternura revolucionaria es entre varones» y «el activismo no se demuestra en las redes sociales, se vive», fueron dos de sus conceptos claves respecto a estas (de)construcciones.

El cuerpo es igual al territorio: se explota, se comercializa, se vende. Propuso cambiar a partir del lenguaje y con las crianzas. «La heteronorma vive en los heterosexuales, dejen de producirla», pidió. Si el pene y la vagina es lo que nos diferencia, en cambio el ano es lo que nos iguala, interpretó: «el modelo de lo natural se cae abajo con el ano, que es sin género y no reproductivo. Como no reproduce mano de obra heterosexual, hay que prohibirlo». El ano no necesita ni siquiera de un pene para ser penetrado. Lo describió como un lugar de exploración. «El culo se trabaja, es un lugar activo», propuso Marika Combativa en su paso por la barriada del este de la ciudad.

No hubo espacio para intercambio de preguntas y dudas. Habló rápido («a lo Pinti», comparó un participante) y apuró el final de la charla que había comenzado con cierta demora por problemas técnicos. Una presentación de Prezi y algunos videos cortos fueron la apoyatura de la que se valió Marika para que no decaiga la atención en tres horas de exposición. «Estos talleres sirven para deconstruir el patriarcado, más en los barrios vulnerables o donde vive gente mayor. Son necesarios estos encuentros de aprendizaje y de compartir, porque es todo un tema deconstruir al hombre. Por eso es mejor empezar desde chicos, a deconstruir nuestros jóvenes, nuestros niñes», consideró Jonathan Álvarez.

 

 

 

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