TEXTO FRANCO GIORDA
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La pregunta es ¿por qué la película Don’t look up / No mires arriba (Adam McKay, 2021) ha generado tanto adhesiones efusivas como comentarios airados? No es lo corriente, por lo menos en los últimos tiempos, que una producción cinematográfica despierte el debate apasionado, posiciones enfáticas y la proliferación de notas y comentarios de toda índole. En esta discusión no solo interviene el público habitual de las películas y la crítica especializada, sino también se ha expandido a la comunidad científica y a la ciudadanía en general.
Esta producción de Netflix, estrenada el 24 de diciembre, cuenta con un reparto de superestrellas: Meryl Streep, Leonardo DiCaprio, Cate Blachett, Jennifer Lawrence, Jonah Hill, Temothee Chalamet y siguen las firmas.
La película trata sobre el descubrimiento de un cometa por parte de una astrónoma y un astrónomo de Estados Unidos quienes al trazar su trayectoria caen en la cuenta de que impactará contra la tierra en un lapso de seis meses produciendo la extinción de la vida. La evidencia ha sido elaborada a partir de la observación con telescopios y cálculos matemáticos. Esta verdad aterradora es comunicada a las autoridades políticas. Sin embargo, los científicos no son tomados en serio e, incluso, son ridiculizados (y llegado el caso, también son perseguidos por los servicios de inteligencia y las fuerzas represivas). Al no tener una respuesta oficial acorde a las circunstancias, los propios astrónomos divulgan la horrible certidumbre a través de los medios de comunicación, pero solo son acogidos en la medida que producen más entretenimiento y más audiencia (y no por la gravedad de la denuncia). En este ámbito también son víctimas de la burla y el cinismo. Entonces, intentan instalar el tema a través de la acción directa y las redes para buscar una solución en el que debe intervenir la comunidad internacional. Sin embargo, la cuestión es relativizada y manipulada según los intereses del gobierno, los medios concentrados y las grandes corporaciones que buscan sacar rédito económico de esa masa de 9 kilómetros que viene directo a estrellarse contra el planeta. En este marco, la sociedad toma partido de acuerdo a dos posturas: una que niega la certeza científica, desconoce el peligro y elabora teorías conspirativas; y otra que intenta que los máximos representantes intervengan acorde a la real amenaza. En este contexto, tardíamente se organizan misiones espaciales que tienen la impronta del rédito económico y político.
A partir de esta trama, pueden recorrerse varias líneas para saber qué fibra ha tocado la película para que despierte un entusiasmo particular y, a la vez, ataques furibundos desde diferentes posiciones del espectro político y social.
Entre otros puntos, si se reemplaza la cuestión el cometa por los agrotóxicos, los incendios de los bosques, el coronavirus, la megaminería, el calentamiento global, el agotamiento de los recursos vitales o la tala de árboles, la bomba estalla en la cara. Esta relación directa, llevada al extremo de la extinción del planeta, difícilmente no logre interpelar. En este sentido, tal vez, una de las virtudes de la película es que no da margen para la indiferencia. Sea para acordar con los términos planteados o sea para repudiarlos, tanto por tremendistas como por banales, la producción incentiva al pronunciamiento.
Otra entrada posible a la cuestión del fervor despertado puede tener que ver con el tono en el que la historia está narrada. Hay cierto consenso de que se trata de una comedia, pero también se puede decodificar en términos exclusivamente trágicos. Si bien es hartamente sabido que los géneros se mixturan, no es el mismo sentido el que se genera con una comedia que el que se genera con una tragedia. Las alarmas del sentido y el ánimo se activan de modos diferentes. El tipo de relación que el espectador o la espectadora puede experimentar no tiene las mismas implicancias morales ni políticas. Si bien la producción apela a la exageración y a la caricaturización, no necesariamente esto produce risa, sino que también puede generar espanto. La razón podría ser que los perfiles de los líderes mundiales contemporáneos y la insensatez dominante en relación a cuestiones ambientales no están alejados de lo que muestra la pantalla. Entonces, las licencias que se puede tomar la obra no están muy separadas de los hechos cotidianos. Por lo tanto, la distancia entre la representación y lo representado, entre la parodia y lo parodiado, no es lejana sino, por el contrario, es muy estrecha, casi imperceptible. ¿Será que la extravagancia del presente deje poco margen para una ficción de este tipo? ¿Será que esta mínima diferencia es lo que mueve tanto a la indignación como al entusiasmo por la obra?
Podría también considerarse paradójico, y también irritante, que esta crítica social y política provenga de Netflix que, dada su escala de desarrollo, generó un cimbronazo en el cine (muchas películas ya no se estrenan en las salas, sino que salen directamente formateadas para el consumo hogareño). Esto implicaría obras más o menos digeribles para todo el mundo. En este caso, están a la vista los recursos a los que apela toda gran producción destinada al gran público: estrellas, golpes de efectos, estética estandarizada, estrategias de comercialización, etc.
El personaje de Leonardo Di Caprio también aporta un punto para la reflexión. Interpreta a uno de los astrónomos que brega para que los líderes y la sociedad tomen conciencia del descubrimiento y sus consecuencias. A pesar de su auténtico afán, es cooptado tanto por el gobierno como por los medios. De todos modos, tiene tiempo para la redención. Lo interesante de este punto es que en pos de la causa termina siendo funcional, aunque temporariamente, a quienes no les conmueve el problema sino su propia conveniencia. Esto podría también considerarse un indicio para la aceptación o el repudio.
Las consideraciones en torno a Don´t look up / No mires arriba se han extendido también hacia otras esferas en donde se discurre sobre la verosimilitud de los hechos, la conducta de los científicos, las posibilidades de un impacto real, la existencia de asteroides de similares características, entre otras cuestiones. La discusión saltó el cerco del mundo de las películas para instalarse en otros terrenos y eso también puede ser un factor para el apego o el rechazo.
Quedan flotando entonces varios interrogantes sobre cuál es la razón por la cual la película ha generado tal ola expansiva ¿Será que la destrucción del planeta ya no pertenece al futuro lejano y esta película lo plantea sin rodeos? ¿Será que ver a la humanidad (de la que somos parte) comportarse con criterios miserables ante semejante hecho deriva tanto en la indolencia como en el agobio? ¿Será que la película conecta con la impotencia ante la estupidez? ¿Será que fue hecha bajo los términos comerciales, con una forma digerible y para el acceso masivo lo que genera, al mismo tiempo, adhesiones efusivas y furia palmaria? ¿Es el humor «yanqui» lo que provoca simpatías y antipatías marcadas? ¿Es la estandarización estética característica del emisor lo que agrada y desagrada? ¿Es que la película denuncia lo mismo que reproduce y eso resulta en afinidades y rechazos? ¿Es el modo en que se ponen en juego el conocimiento válido, los prejuicios, las creencias, el misticismo, las supersticiones, los caprichos, el relativismo o el escepticismo lo que despierta adhesiones y rechazos? En fin, podría continuarse con las especulaciones. Por lo pronto, son pocos los que se han quedado callados después de ver la película.
En términos de narrativa, la obra está montada sobre fragmentos, por momentos desconectados, que le otorgan un aire absurdo y discontinuo. Si esto forma parte de una deficiencia o si da cuenta de un modo contemporáneo de concebir la realidad, queda a criterio de quien mire. Está claro que esta producción no marcará un hito en la historia del cine, pero tampoco es una aberración. Lo cierto es que, con el fuego en el horizonte, logró algo que no es menor: generar las condiciones para el debate. En la actualidad, ante el desprecio dominante de temas y posturas podría considerarse una virtud lograr que se active la discusión.
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