TEXTO FRANCO GIORDA
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Tres veces por semana, Oscar Londero, comunicador social y voraz lector, envía a una lista de whatsapp su lectura en voz alta de algún fragmento de una obra literaria elegida con detenimiento. Este hábito de seleccionar y compartir textos estuvo destinado, al principio, a un puñado de amigos y amigas, quienes tuvieron una recepción entusiasta. El «boca en boca» hizo que ese grupo primario se expandiera a varias decenas de integrantes, quienes a su vez reenvían a sus contactos estas grabaciones; por tanto, se hace difícil, a esta altura, calcular la cantidad de gente que recibe un texto de la voz de Oscar.
A esto se suma que, recientemente, 30 de sus grabaciones (lleva hasta el momento alrededor de 80 registros orales) han sido incorporadas a la propuesta Lecturas compartidas de Radio Barriletes (89.3) Su locución se puede escuchar, entonces, en el aire de la emisora comunitaria junto a varias otras lecturas de lunes a viernes a las 15 y los sábados a las 17.
Como Oscar lo cuenta en la presente entrevista, el primer texto que grabó fue de César Mermet. El segundo de la lista fue El silencio, la desaparición de Tehuel de la Torre de Selva Almada y el tercero, El Canario de Carlos Bernatek. La serie continúa con más autores y autoras de la región, del país y del mundo; los textos elegidos pertenecen tanto a otros tiempos como a la contemporaneidad. Algunos escritores y escritoras de este canon son Martín Kohan, Leticia Obeid, Camila Sosa Villada, Martín Sivak, Orlando Van Bredam, Juan José Saer, Guillermo Saccomanno, Pedro Lemebel, Pedro Mairal, Copi, Fogwill, Claudia Piñeiro, Valeria Luiselli, Antonio Di Benedetto, Ricardo Piglia, Fabián Reato, Juan Filloy, Juan Rulfo, María Gainza, Roberto Arlt, Rodolfo Walsh, Manuel Puig, Carlos Saboldelli, Juan José Manauta, Truman Capote, Santiago Loza, Héctor Oesterheld, Roberto Fontanarrosa, Daniel Moyano, Griselda Gambaro, Josefina Licitra, Emma Barrandeguy.
Con el bullicio de fondo de una cafetería de Paraná, Oscar dialogó con 170 Escalones sobre su afición a convidar literatura y de la recepción generada en quienes escuchan la musicalidad de la prosa a partir de su emisión oral.
¿Cuándo empezaste a grabar las lecturas?
Formalmente, en enero de este año, pero esto tiene un antecedente. El grupo actual se llama «Textos leídos»; pero antes había armado otro que se llamaba «Letras urgentes». Lo que hacía era, de manera muy esporádica, escribir algún comentario sobre un libro o un pasaje de un texto o algo que me surgiera por algún episodio y lo compartía con un pequeño grupo de gente. Deben haber sido unas 10 o 12 personas. No era nada sistemático. Siempre tuve la intención de leer para otros. Entonces, en enero, teniendo tiempo disponible y tratando de soportar el calor, grabé unos textos. Primero, armé un grupo con todo el recelo del mundo porque la gente suele tener otros grupos de whatsapp y pensé que me iban a sacar carpiendo. Entonces, mandé un mensaje pidiendo disculpas y aclarando de qué se trataba. Era un grupo de 25 personas: amigas y amigos de diferentes lugares y momentos de la vida. Empecé, enviando textos los lunes y los viernes, para el principio y el fin de semana. Como me empezaron a decir que les gustaba, amplié a lunes, miércoles y viernes. Después me di cuenta que me había metido en un berenjenal, pero hasta ahora vengo bien.
¿Qué es lo que te motiva a realizar estos envíos?
A mí me pasa algo raro con la literatura. No me gusta que me recomienden cosas, pero cuando leo algo, le digo a mis amigos «esto lo tienen que leer». Me pongo muy pesado. Hago todo lo que no quiero que hagan conmigo, pero creo que mis amigos y mis amigas lo entienden. Puntualmente, esto empezó de una manera muy accidental; recuerdo el día que estaba preparando el mate en la cocina y fui a la biblioteca de mi casa a buscar algo y encontré La pesquisa de (Juan José) Saer y me surgió leerla en voz alta. Tenía una potencia, una fuerza y un ritmo impresionante que lo grabé y se lo mandé a un amigo con quien nos conocemos de toda la vida y que había estado en París. Entonces, le dije «para vos, que estuviste en París». Hay un montón de cosas que están buenísimas, cosas muy divertidas, cosas muy dolorosas y cosas que son muy musicales. A mí lo que me gusta de la literatura es la sonoridad, esa cosa de las cadencias que me llevan a distintos estadios más agitados y, por momentos, más calmos. Eso me entusiasma. Me incentiva a leer.
¿Cómo elegís lo que compartís?
Es totalmente arbitrario y tiene que ver con mis gustos. Hasta ahora, no acepto sugerencias; salvo dos excepciones. El primer texto, que fue Monzón, un perfil sobre Carlos Monzón de César Mermet, lo conocí por Raúl Dayub. Él me lo pasó. Quedé fascinado con eso porque soy santafecino y crecí viendo las peleas de Monzón y las carreras de Reutemann. Así que fue como haber vuelto a la infancia. Después, me enteré que fue Pedro Mairal el que rescató a Mermet, que era santafecino y que tuvo un paso fugaz por LT 14. Mermet fue un tipo que escribió durante toda su vida; pero era un escritor vergonzoso, no publicaba. Es más, ganó un premio literario con un libro que, incluso, Borges lo ponderó y en vez de editarlo, ya viviendo en Mendoza, usó la plata para hacer su único viaje al exterior: se fue a Chile. El tipo había escrito un montón de cosas que se las daba a un amigo que dirigía un taller literario al que iba Mairal. Cuando este amigo de Mermet se muere, les dejó como legado, a sus alumnos del taller, las cosas de Mermet y Mairal las empezó a visibilizar en su blog. Entre esos textos, aparece este de Monzón. La otra lectura que acepté fue La historia de Margarito de Pedro Lemebel que también me la pasó Raúl. Es un texto dolorosísimo de lo que ahora llamamos el bullying y el menosprecio al distinto, al homosexual, en Chile, en los años 60. Está tan bien escrito, es tan profundo, tan sentido y también tan musical que es prosa, pero también poesía. Entonces, esas son las dos excepciones que hice hasta ahora. Siempre son los libros que tengo en casa. A veces, me he encontrado con problemas porque he ido a buscar partes de las obras que pensé que las tenía marcadas, pero al final no sé dónde está lo que quería compartir. Un par de veces, he buscado, en la Biblioteca Popular del Paraná, libros que no tengo y que he leído en otro momento.
¿Elegís un momento en particular para hacer las grabaciones?
Si. Por una cuestión doméstica, tengo que evitar a mis perros para que no salgan en las grabaciones. Entonces, el momento ideal es la siesta o los domingos a mediamañana, tipo 11.
¿Qué pasa en esos momentos con los perros? ¿no están?
Están, pero tranquilos. Entonces, puedo perder tiempo grabando una y otra vez. Creo que una sola vez entraron con un ladrido. Hubo amigos que no lo escucharon y otros creyeron que había puesto ese efecto para acompañar el texto.
¿Cuál de las devoluciones que recibís te ha llamado más la atención?
Hay una anécdota que tiene su lado alegre y su lado triste. Me ocurrió un viernes. Había ido a Santa Fe a ver a mi mamá que está internada en un geriátrico. Ella me había pedido que le llevara algún libro. Entonces, le llevé uno de Bioy Casares. Ella está con senilidad y, en ese momento, transitaba una especie de furia. Entonces, como para sacarla del momento, le pregunté si quería que le lea y me dijo que sí. Agarré el libro, empecé a leer y no había llegado ni a media página que ella ya estaba perdida, en otro lado. No me daba ni tronco de bolilla y me fui muy enojado. No se lo dije, pero me sentí interiormente muy molesto. Además, «Textos leídos» ya estaba en funcionamiento y había un montón de gente que me decía «qué bueno esto que vos lees» y, al mismo tiempo, no le podía leer a mi mamá. Al rato que me fui, prendí el teléfono y me encontré con un mensaje de una amiga que me decía: «te paso un audio de tía Clelia»*, que es una tía de ella que tiene 84 años y que se cansaba de mandarme elogios. Entonces me quedé con esa sensación ambigua de no poder leerle a mi mamá y al mismo tiempo encontrarme con una mujer de 84 que me tiraba flores. Esto ha sido lo más fuerte y potente.
*Audio de tía Clelia: «Hermosos los fragmentos que lee este hombre. Me lo como crudo. Hermosos y llegan al alma. Muy lindo. Gracias. Si supiera manejar mejor el teléfono, me darían ganas de coleccionarlos».
¿Vos tenés memoria de haber sido escucha de algo parecido a lo que hacés ahora?
No de forma sistemática. Por ahí, algunos capítulos de la biblioteca parlante de la Facultad de Ciencias de la Educación (UNER). También alguna cosa suelta de Alejandro Apo. Me acuerdo de un día a la noche que estaba lavando los platos y lo escucho a Apo con su voz bien grave que leía La salud de los enfermos de Julio Cortázar. Igualmente, no soy de escuchar podcasts ni audiolibros. Me he llevado muchas decepciones con los audiolibros porque aparecen esas voces neutras y es como que le falta sentimiento. Tampoco quise ahondar en eso. Quizá me estoy perdiendo un montón de cosas bellísimas por puro cabeza dura.
Tus grabaciones han trascendido el whatsapp porque ahora se escuchan por radio…
Si. Gracias a Pablo Russo se escucha en radio Barriletes. Me llamó poderosamente la atención. Primero, porque creció el grupo original al que tuve que hacerle anexos y parches. Creció por tres. Yo estoy sorprendido porque era para los amigos nomás y ahora aparece en la radio. Bienvenido sea. Ojalá que sirva para que otros se incentiven a leer.
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