Hay rincones de la ciudad que, lentamente, se van conviertiendo en un paño colectivo de mensajes superpuestos y colores colaborativos sumados al paso. Generalmente, en el amparo de la soledad y el poco tránsito. Quién sabe porqué unas paredes y no otras. Quién sabe quién lanza las primeras letras. De lejos -y posiblemente para quienes habitan en el edificio- un manchón feo que ensucia la entrada; de cerca, puede entenderse como un cadáver exquisito de lectura salteada.
En el caso de estas imágenes, se trata de la entrada a una construcción de Alameda de la Federación cercana a calle Buenos Aires. Simples firmas (tags), deseos de volverse a encontrar, propuestas sexuales o fragmentos de canciones. Para esta destacada, un interrogante filosófico respecto al tiempo y el dinero.
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