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A Maitén la esperaron en la fuente. Maitén no llegó. El caso es que, a falta de contacto de WhatsApp o tal vez por no tener un conocido o conocida en común que le pase el mensaje, a la persona que propuso la cita fallida se le ocurrió que la parada del transporte público de pasajeros sobre calle Laurencena en la entrada a la ciudad podía ser un lugar seguro para que ella se entere de su desazón. Ella y todos los demás. Posiblemente Maitén use esa parada con frecuencia y haya leído la frase a mano alzada que le estaba destinada.
Debemos presuponer que «la fuente» en cuestión es indicativo de un ornamento de plaza conocido por quienes tenían que encontrarse, porque de lo contrario puede que Maitén haya acudido a la plaza detrás de casa de gobierno o a la plaza 1° de Mayo, mientras que quien la esperó haya escuchado las campanadas de la plaza Alvear. A pesar de todo lo anterior, hay que notar -además de la falta de acentos- que parece existir una última línea que luego fue pintada en azul, borrando de esta manera un remate decisivo para la continuidad de la historia. Hay quienes dicen que allí se indicaba un número de teléfono en el cual seguir la conversación, pero la memoria también suele construir sus propios recuerdos.
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