.
.
En la ochava de la esquina de Laprida y Patagonia, cerca de la barranca del arroyo Antoñico, alguien quiso dejar el mensaje que alegró al pueblo argentino. El texto simple y directo no deja de denotar un sentido amplio que enorgullece y levanta el ánimo. En medio de tantas dificultades, ser campeones del mundo es reconfortante. Es una manera también de hacer perdurar la felicidad más allá de los festejos para que no se olvide esa sensación del triunfo y la gloria. Tal vez, de esta manera, cuando baje la euforia, el recuerdo de haber ganado la copa le pueda seguir sacando una sonrisa o generar algún bienestar a quienes transitan por allí en sus rutinas de ganarse la vida.
.