TEXTO Y FOTOGRAFÍAS PABLO RUSSO
Ficción y realidad se entrelazaron en una conversación, protagonizada por Selva Almada y Ricardo Romero, que indagó en los recorridos personales, recuerdos de provincia y experimentaciones en distintos lenguajes e hibridaciones genéricas, mientras que, de fondo, las llamas y el humo quemaban la flora y fauna del Paraná.
La X Feria del Libro Paraná Lee, organizada por la Municipalidad de Paraná en la Sala Mayo, tuvo, además de la gran concurrencia de público, varios puntos destacados en las presentaciones de libros y charlas de invitados e invitadas entre el 6 y el 10 de octubre. Uno de estos momentos fue la conversación «La ficción de la experiencia, la ficción del futuro», que ocurrió el domingo 9 al anochecer en la carpa montada como sala de conferencias de espalda a la dársena, allí donde el asfalto pega la curva hacia los viejos galpones y el edificio que fue del Ministerio de Obras Públicas. Selva Almada y Ricardo Romero, moderados por Franco Giorda, comenzaron su diálogo con el atardecer de frente y lo terminaron cuando la luna llena había asomado detrás de la barranca del Morro. En ese lapso, el incendio del humedal, que persistió durante todo el fin de semana, ofició de telón de fondo más allá de la pantalla led contrastando las figuras de quienes exponían compartiendo micrófono sentados frente a una mesa ratona.
La escena no pasó desapercibida para nadie. La gente se arrimaba hasta la baranda del río para observar, retratar e incluso obtener alguna selfie con el testimonio del horror. En su introducción, Franco hizo referencia al «marco apocalíptico de las islas prendiéndose fuego atrás» y, desde cierta perspectiva, se podía ver efectivamente a Selva con las columnas de humo o las llamas a un costado.
Lo común entre Almada y Romero es que ambos habitan en Buenos Aires desde hace un par de décadas, son entrerrianos y están vinculados a la literatura y también al cine. Selva nació en Villa Elisa, vivió en Paraná donde estudió Comunicación Social y Literatura, y dirigió una revista hacia finales de la década de los años noventa; ha publicado novelas, cuentos y es co guionista de Jesús López (junto a Maximiliano Schonfeld). Ricardo nació en Paraná, anduvo por Córdoba, estudio Letras, publicó varias novelas de la cual Big Rip es la más reciente, y es guionista de Necronomicón (Marcelo Schapces, 2018). Tomando como disparador el título de la charla, comenzó el intercambio, guiados por las precisas intervenciones de Giorda ante la escucha atenta del público que colmó la capacidad de las sillas, que permaneció de pie o sentado al cordón de la vereda del edificio de la Aduana.
Autobiografía poética, narrativa y futuro
A propósito de la experiencia y la escritura, Selva Almada recordó que Ricardo Romero fue uno de sus primeros editores con Una chica de provincia (Gárgola ediciones), «relatos que son autobiográficos, que había empezado como una serie de poemas. En una época quería ser poeta, era bastante mala, después pasé a la narrativa», comentó. «La mayoría empezamos con la poesía, donde son más evidentes las limitaciones propias. Procesar la experiencia para transformarla en poesía requiere una sabiduría muy especial», compartió Ricardo. «Hay gente que tiene eso de manera innata y otra que lo trabaja», agregó.
Franco indagó entonces en cómo imaginan el porvenir y qué vínculo establecen con ese tiempo. «Las tres novelas y los cuentos que escribí siempre me cuesta ambientarlos hasta en el presente, (así que) me cuesta mucho más imaginar algo como este porvenir», confesó Selva. «En general, siempre los pienso detenidos en los años noventa, donde no había celulares, no había internet. No sabría cómo meter esas tecnologías en un relato. Estos personajes que he ido escribiendo en estos años están como en un limbo de los noventa, o antes», añadió. Respecto a si conjetura un futuro para sus personajes aclaró que no, que les baja la cortina cuando termina de escribir: «es ese pedacito de vida de ellos que se cuenta en ese relato». Ricardo declaró tener un anclaje emocional en los años ochenta y noventa, aunque en los últimos tiempos y con Big Rip se ha sentido seducido por la idea de futuro. «No por un futuro definido. El modo en que nos relacionamos con la idea de futuro nos define como sociedad, como cultura: qué sensibilidad está recorriéndonos, atravesándonos. Me da la sensación de que los que nos pasa con el futuro ahora es como si este hubiera invadido el presente, como que hubiera retrocedido, como que ya estaríamos viviendo todo el tiempo en él y por esa misma razón llegáramos medio tarde, desfasados a esa situación», desarrolló. La experiencia pandémica y la sensación de estar siendo protagonistas de un momento histórico particular fue la argumentación de esta hipótesis. «Cuando pienso en Big Rip, que se basa en la idea del gran desagarro, del universo que se expande y la gravedad ya no lo puede contener, es lo que muchas personas plantean: que estamos ahí, lo podemos estar habitando sin saberlo, sospechándolo. Vivimos en un estado de sospecha de que hay cosas que están terminando y no necesariamente eso es apocalíptico. La definición de lo que es ser humano, por ejemplo, como algo más fluido e impredecible, me resulta muy atractivo», indicó Romero.
Más adelante en la exposición, ambos hicieron referencia a las formas en las que Paraná y sus vivencias en la ciudad se manifestaban en sus obras. «No sé si puntualmente una anécdota en particular pasa a ser una escena, pero sí para construir el universo de una novela o de un cuento (los personajes, el lenguaje, el paisaje) siempre estoy echando mano a la propia experiencia», señaló Selva. Ricardo remarcó que Paraná está siempre presente, más allá de su novela Perros de la lluvia, que transcurre en la capital entrerriana: «hay mucho de lo que a uno le quedó de la textura de esos años, de la manera en que uno vivía las cosas; aparecen sin que uno se dé cuenta, sin que uno lo busque, y siempre es interesante darme cuenta que hay cosas que están volviendo o están siempre ahí».
Lenguajes e hibridaciones
Luego de repasar sus situaciones productivas en el período de pandemia, Franco introdujo a la pareja disertante en el mundo del cine.
Selva se refirió al primer guion que había escrito y lo que le había costado ese trabajo por encargo, que finalmente nunca se llevó a la pantalla. «La había pasado bastante mal, tenía que responder a ciertas cosas. Me habían convencido diciéndome que es como escribir una novela, y nada que ver», comparó y precisó al guion de cine con una estructura encorsetada en relación a la novela en la que «podés hacer cualquier cosa porque después no hay que poner plata para que el lector lo vea». Pasada esa experiencia frustrante lo conoció a Maximiliano Schonfeld: «empezamos a charlar y a trabajar a partir de algo que el tenía y un poco se linkeaba con un cuento mío. Después de eso llegamos a un tratamiento. Maxi tenía escrito un guion que era muchísimo más largo, una película medio épica con varias partes. Me pidió ayuda, empezamos a leer y comentar y de a poco me fue enlazando para que escribamos ese guion. Pero encontramos una forma de trabajar que me encantó», reconoció. Schonfeld se ocupaba de cómo llevar la escritura a la estructura de guion y ella focalizaba en los personajes, sus biografías y algunas situaciones que les pasaba. «De esa manera yo no me sentía tan guionista sino como una colaboradora y mi trabajo tenía que ver con el universo que iba a tener esa película y no con la historia o lo que fuera a pasar. Esa experiencia me resultó bárbara», completó.
La autora también contó su experiencia con el cine a partir de la escritura de El mono en el remolino, una suerte de versión libre de lo que ocurría ente bastidores durante la filmación de Zama (Lucrecia Martel). «Tenía miedo de pisar un cable, toser y arruinar una escena, cosas así. Sentía que me iba corriendo del set, cada vez más atrás para no molestar; un poco el libro tiene ese espíritu. Definió el resultado como «instantáneas del rodaje, un libro bastante caprichoso» -todos los libros lo son, acotó Ricardo- construido en base a sus notas y entrevistas a los participantes, muchos de ellos integrantes de las comunidades qom y pilagá.
Romero relató que Necronomicón fue su primera participación en cine y que actualmente participa en otros proyectos. «Lo disfruto, aunque tengo los mismos pruritos que Selva con esta cuestión de la estructura y el tratamiento en el que en diez o quince páginas tenés que contar la película de tal manera que eso le sirva a quienes la van a hacer para conquistar productores. Tiene que haber algo de la seducción que uno no sabe manejar», dijo. «Pero es trabajo, y además de guiones para cine ahora estuve escribiendo para podcast de ficción, adaptaciones de cuentos policiales argentinos y de una novela, Nadie es inocente, que se va a estrenar en la plataforma Contar, como un radioteatro. Y también en un comic que va a salir el año que viene. Son todos formatos con lógicas muy fuertes y limitaciones precisas. Eso, de alguna manera, te permite desplegar otros músculos creativos que después cuando vas a la novela por ahí te sirven», remarcó. Desde su punto de vista, esas escrituras le permiten aprender distintas lógicas, formatos y lenguajes, «y además me siento un privilegiado de poder desplegar cuestiones laborales ahí».
Para cerrar la conversación -Selva tenía otra charla y en la sala de conferencias al aire libre continuaban las actividades- Franco preguntó respecto a los géneros y sus hibridaciones. «Me gusta cuando aparecen casi sin tener mucha conciencia de eso», expresó Almada. «En No es un río está esa cosa más fantasmagórica, y no es que me lo planteé como una novela de terror. Apareció pensando en ese espacio y en la isla como un no lugar, que es tierra, pero no es continente, el espacio rodeado de agua, el río que corre, que cambia. No soy una lectora de género, he picoteado cosas», reconoció.
Ricardo, por su parte, relacionó la hibridación con la sensibilidad de época: «si los géneros son la identidad de un texto, tenemos que tratar de pensar con las mismas lógicas que ahora estamos pensando nuestras identidades. Esa hibridez es natural. Si ahora nos ponemos a escribir no podemos pensar los géneros como hace 50 años, sino con nuestras condiciones de época. Ahí surgen cosas interesantes que me entusiasman mucho, para leer y para escribir» cerró entre aplausos, mientras del otro lado del cauce el fuego arrimaba al futuro.
Franco fuiste el único en esa charla que hizo un comentario comprometido respecto a la quema del humedal, esperé que tanto Selva cómo Ricardo se expresarse, pero nada.