TEXTO ANA LAURA ALONSO
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«¡No moriremos de hambre, no, por voluntad de un soberbio patrón!»
«La experiencia de la fábrica contradecía en la práctica la noción de que el lugar de la mujer era el plácido espacio del hogar, que debía estar protegido de las tempestades del mundo moderno» (Mirta Zaida Lobato)
En lo que se reconoce como la «primera fábrica moderna» de Paraná, la Fábrica de Fósforos, además de labrarse el progreso, emerge, en 1906, un repertorio de confrontación obrera, donde las mujeres asumen el rol protagónico.
Según la nota publicada en La Libertad –diario local que dice sostener «los principios del Partido Republicano» y explicita su oposición al gobierno de turno- la huelga se inició el 14 de junio y se prolongó por más de 15 días. La decisión fue tomada en una Asamblea General, a la que concurrieron «más de 80 mujeres y como veinticinco hombres». Se confirma lo descripto por otros medios periodísticos: «los obreros en huelga, eran, en su mayoría, de sexo femenino».
Lo significativo no es sólo el número de mujeres que habitaban el establecimiento industrial, o la diferencia cuantitativa entre obreros y obreras, sino también el rol asumido por ellas en esta lucha. Muchas eran «menores» y –aunque parezca un oxímoron- eran nombradas por la prensa de la época como «niñas operarias».
El acontecimiento –según el mencionado diario– se vivió con un «entusiasmo indescriptible». La Asamblea fue abierta con la oratoria del delegado de los obreros, «el joven N. Carlos Álvarez, que puso de relieve los dolores de la clase trabajadora». A él se le encargó la redacción del Pliego de Condiciones. Cuando fue aprobado por las obreras y los obreros, el mismo Álvarez intentó presentárselo al Gerente de la Compañía, quien se rehusó a aceptarlo. Esto motivó el comienzo de la huelga. Una huelga que –por lo que menciona el Pliego, cuyos párrafos principales son publicado por La Libertad– no fue un caso aislado. Se trataba de un movimiento que había comenzado en las otras fábricas de la misma empresa, localizadas en Buenos Aires.
En el mismo periódico, pero en una nota del 16 de junio de aquel año, titulada Ecos de la huelga en la Fábrica de Fósforos, se enfatiza la «solidaridad» del gremio obrero de las demás fábricas de la empresa, que enviaron a Paraná un delegado. Con su orientación «se constituyó la Sociedad de Resistencia Unión de Operarios de la Fábrica de Fósforo – Sucursal Paraná». Y, si bien se conjeturaba un pronto y «posible arreglo», la fábrica quedó «completamente paralizada» por más de quince días y las asambleas gremiales se reiteraron a diario sin ser escuchadas por el Directorio.
La enérgica y decidida compañera
Luego de la negativa del Directorio a reunirse con la Comisión de obreros, el 18 de junio, La Libertad narra que estando reunidos en Asamblea: «una señora madre de familia interrumpió el silencio» para decir «si la Asamblea resuelve (…) doblar la cerviz ante el Director, inmediatamente retiro de la fábrica a mis tres hijas, pues esta actitud denigrante vendría a afirmar ante el Director de la intención de llegar a un arreglo, cosa que no ha pasado por nuestra mente». Ante estas palabras «la Asamblea felicita ardientemente a la enérgica y decidida compañera que veis antes que todos la intención de un mal paso en vez de la intransigencia y firmeza que debe caracterizar a estos movimientos».
Las niñas operarias: ¿una incipiente conciencia de género y de clase?
De este modo, la prensa local informa sobre un grupo de mujeres obreras, caracterizadas como «enérgicas y decididas compañeras» que hacen escuchar su voz en las asambleas gremiales, que se oponen a «doblar la cerviz ante el Director» y asumen un rol protagónico en los debates de la Sociedad de Resistencia: Unión de Operarios de la Fábrica de Fósforo – Sucursal Paraná.
En esta línea, el 20 de junio de 1906, La Libertad publica una nota firmada por el delegado de las y los obreros -y periodista- N. Carlos Álvarez, donde la huelga en la fábrica de Fósforos es vinculaba no sólo con la «intransigencia patronal» y la «consciencia de clase» sino también con la voz de resistencia de las llamadas «niñas operarias».
El diario remarca que «hemos oído hablar a un grupo de niñas operarias y (…) decían “¡Qué nos importa! Hace cuatro años la fábrica no estaba en Paraná y sin embargo, comíamos, vestíamos, etc., no moriremos de hambre, no, por voluntad de un soberbio patrón!”» y su actitud de resistencia, le resulta «…lo más lógico, antes no les eran necesario los miserables centavos que allí ganan, trabajando como máquinas, menos los requerirán hoy que no hacen más que dar (…) un descanso justo a sus miembros, entumecidos por las exigencias del taller, que es la de producir cuanto más posible sea en beneficio del dueño, recibiendo (…) insultos, vejámenes, y humillaciones deprimentes».
Junto al protagonismo de las mujeres, dentro de las cuales se encuentran las llamadas «niñas operarias», La Libertad decide remarcar la formación de una «consciencia de clase», la de «esos trabajadores que han logrado, (…) conocer sus derechos de clase explotada y que, en la fábrica, (…) comunican y enseñan a sus compañeros de labor sus derechos y deberes para conquistar su emancipación».
Asumiendo esta posición, denuncia a su colega El tribuno, por ser «oficialista», decirse «partidario del bienestar del obrero», y, sin embargo, pretender deslegitimar la protesta obrera considerándola obra de «algunos individuos pretenciosos y perversos que provocan la sublevación de la clase obrera para explotarla canallezcamente (sic.) en medio del entusiasmo, proclamándoles una ruta á seguir (la de su emancipación) que es la ruta de su perdición y de su mal». Como si solamente se tratara de «propagandas malsanas realizadas por individuos que no quieren trabajar explotando a los trabajadores».
Las mujeres se mostraron impertérritas
La Libertad continuó informando el día a día del conflicto. A pesar de las amenazas de despido del Director de la Fábrica, el día de cobro nadie retorna a sus tareas. Las autoridades de la empresa piensan que se trata de un complot y piden intervención a la Policía.
Por la tarde, obreras y obreros se fueron reuniendo frente a la fábrica para cobrar los haberes de la quincena pasada. Y «los policianos se salieron de sus casillas intentando desalojar las proximidades de la fábrica, haciendo uso de la fuerza bruta, para impedir á los operarios que se aglomeren por ahí. «No se puede haber grupos”, decían los guardianes como si estuviésemos en un estado de sitio».
Finalmente, cuando fueron ingresando para percibir sus haberes, el Director –según La Libertad – les pide que suspendan la huelga para poder dialogar sobre los aumentos. Les explica que «no lo hacían antes, por no aceptar una imposición de «ajitadores (sic.) de oficio». La prensa aclara que quienes eran nombrados como «ajitadores de oficio», no eran sino los «delegados del movimiento» de obreras y obreros, elegidos por sus propios pares.
Igualmente, la huelga siguió en pie y «Los operarios, en especial, las mujeres, se mostraron impertérritas, contestando al Director de forma enérgica y merecida, si no tenía vergüenza de pagar a infelices criaturas un jornal de 30 centavos diarios [y] de llamar a la fuerza pública para contener esa columna de mujeres que asumían esa actitud imponente».
Esto agudizó la tensión y el Director informó: «La Fábrica está cerrada por tiempo indeterminado y es por esto que todos los operarios quedan despedidos». El Comité de Huelga, decidió enviar el pliego al Gerente de la Compañía, en Buenos Aires y por medio del Comité en Huelga de Barracas al Norte –otra de las fábricas de la misma empresa–, que es donde «tiene origen este movimiento y en cuyo apoyo se solidarizaron todos los trabajadores de las fábricas de fósforos pertenecientes a la misma compañía, incluso la de Paraná».
Finalmente, ¡triunfó la huelga!
El 25 de junio, La Libertad publicó otra noticia destacando la «cooperación popular»: las donaciones de alimentos y artículos de primera necesidad para las y los huelguistas. Muchas de esas donaciones, provienen de otros gremios obreros: portuarios, estibadores, ferroviarios, panaderos, albañiles, carpinteros. También se distribuyeron «subsidios (…) con el óbolo de las demás sociedades obreras de la república».
El 30 de junio, bajo el titular ¡Triunfó la huelga!, se informó que el delegado de la Unión General de Trabajadores –que había viajado desde Buenos Aires a Paraná– acababa de recibir un telegrama que anunciaba que «Estando en la Asamblea última, se habían aceptado las proposiciones hechas por señor Gerente de la Compañía General de Fósforos á los obreros de las fábricas de Avellaneda, Barracas al Norte, Bernal y Paraná».
Para poner fin al conflicto, el Gerente de la Compañía viajó a Paraná para presentar el Pliego en la Asamblea de obreras y obreros.
La Libertad habló de «un acto de valor demostrado por los obreros» y «un digno ejemplo dado a los demás obreros de Paraná, (…) que se han mostrado débiles ante la prepotencia patronal, llegando al fracaso más triste».
Así, a través de la pesquisa de estos indicios, de estos detalles aparentemente menores, permiten reconstruir –fragmentariamente – las prácticas y las luchas de estas mujeres obreras, de estas enérgicas y decididas compañeras no dispuestas a doblar la cerviz frente a la patronal, de estas niñas operarias que resisten con firmeza la voluntad del soberbio patrón, que también formaron parte de esa Paraná que, a principios del siglo XX, se construye, imagina y exhibe, como una ciudad moderna.
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* El Archivo Provincial de Entre Ríos proporcionó los documentos hemerográficos digitalizados.