No en mi nombre

TEXTO Y FOTOGRAFÍAS PABLO RUSSO

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Un fantasma recorre la Iglesia Católica argentina: el fantasma de la apostasía. De forma individual o colectiva, el acto —siempre político— de desvincularse de la institución eclesiástica se extiende cada día más entre los (ex)fieles practicantes o simples integrantes de los registros bautismales. Los motivos son varios y en ciertos casos personalísimos, pero no puede dejar de entenderse el fenómeno como parte del proceso de debate impulsado desde el movimiento feminista, que pone en discusión los cimientos más sólidos de la sociedad capitalista patriarcal. Luego de la campaña por la legalización del aborto cobra vuelo la de la separación del Estado y la Iglesia, y con ella también la acción de apostatar.

En su segundo intento en el Arzobispado de Paraná, Jerónimo Ramos lleva encima los papeles que le exigieron cuando había ido simplemente con la carta de renuncia. Ahora suma una copia del acta de bautismo y del documento. Es una mañana soleada de agosto en la que los escolares rinden homenaje al libertador José de San Martín en la plaza central. Unos pocos escalones llevan a Jerónimo hasta la oficina de la derecha, donde una mujer atiende amablemente el pedido y llama por teléfono a la persona que dará el recibo. «El 8 de agosto vino bastante gente, el resto de los días es intermitente», contesta la empleada del arzobispado ante la consulta de 170 Escalones. Otra mujer entra y saluda, revisa la documentación y firma el recibido. «Nosotros ahora hacemos otro papel y se lo remitimos a la parroquia en la que tuvo lugar el bautismo, en una semana más o menos puede ir a corroborar que ya esté aclarado al margen», le indican a Jerónimo, quien dos minutos más tarde camina nuevamente por la calle Su Santidad Francisco. «Ya está hecho», comenta satisfecho. «Mis viejos me apoyaron en esto. Me bautizaron por convención social, pero nunca fuimos practicantes», agrega. «Hace rato lo venía pensando, y ahora con la discusión por el aborto tomé la decisión», remata antes de posar con su renuncia delante de la Catedral.

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La apostasía de Jerónimo fue un hecho individual, de esos que se están volviendo cada vez más habituales en las ciudades argentinas, aunque también aumentan las frecuencias de las manifestaciones grupales ante las crecientes consultas e interés en el tema. El viernes 24 de agosto a las 11 de la mañana, por ejemplo, se darán cita los próximos apóstatas locales bajo el lema «No elegí bautizarme, pero elijo retirarme». Los inicios de esta movida se remontan a casi una década con una convocatoria originaria que llegó desde la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Jorgelina Londero y Renzo Righelato fueron los primeros apóstatas entrerrianos con repercusiones mediáticas, a mediados de 2009. «Decimos que somos el inicio porque lo hacemos colectivamente. Entendemos que tiene que ser, además de político, público», comenta Londero, integrante de Entre Ríos Laica, que a su vez forma parte de la organización Coalición Argentina por un Estado Laico, impulsada desde la Asociación de Ateos de Mar del Plata, único grupo nacional con personería jurídica. «Lo que se pide desde la campaña es la separación de la Iglesia del Estado, que se le cobren impuestos a las religiones con propiedades, que el Estado deje de entregar terrenos fiscales para construcciones religiosas, y fundamentalmente que deje de financiar a la Iglesia Católica», resume Londero. «Desde el 2015 a la actualidad es el feminismo el que está aportando una fuerza importante a la apostasía. Entre Ríos Laica brinda herramientas legales para sortear las barreras administrativas que la Iglesia empieza a poner», explica.

«El efecto de realizar la apostasía, en lo personal, es de liberación. Es muy significativo romper con una institución que nos es impuesta ni bien nacemos. El bautismo es una actividad cultural, familiar, social que otorgaba un estatus que ahora está en discusión», reflexiona Londero. «Creo que esto les está molestando porque la masividad está desbordando su situación administrativa y estamos saliendo en los medios. Hace diez años no les hacía ni cosquillas, pero ahora les preocupa que haya tanta gente hablando de esto», añade. «Los apóstatas venimos de la clase media, la academia y la militancia; esto recién empieza, no tenemos territorio en los sectores populares en los que la Iglesia sí», manifiesta.

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La última apostasía colectiva coordinada a nivel nacional fue el 8 de agosto, fecha en que los senadores rechazaban el proyecto de ley con media sanción de Interrupción Voluntaria del Embarazo. Entre quienes hicieron el trámite en el Arzobispado de Paraná estaba Sandra Miguez con su hija Florencia, de 21 años. «Hacía bastante tiempo que lo venía pensando. No me siento, desde hace mucho, para nada representada ni por los representantes de la Iglesia ni por las cuestiones que tienen que ver con el catolicismo. Fui muy activa y participe de adolescente y joven, pero tomé distancia», le cuenta la periodista a 170 Escalones. «Cada cosa que va sucediendo me molesta cada vez más: los abusos y los representantes que se hacen los distraídos o no asumen responsabilidades. En este proceso de deconstrucción, la religión fue tomando una veta donde más me cuestionaba. Lo hice ahora porque me pareció una fecha histórica. Tomamos la decisión de ir juntas con mi hija», completa. «En lo personal es una acción que tiene que ver con ser coherente con lo que vengo pensando y sintiendo. En términos políticos es un posicionamiento que se da a través de la militancia en temas de género. Es un proceso intenso, de revisión constante», opina Sandra. «Fue un camino largo y extenso porque fuimos criadas en esta sociedad, pero creo que además implica quitarle un poco de poder a la Iglesia como institución y que dejen de usarnos a nosotras como parte de ese poder», completa Florencia.

«No en mi nombre» es el eslogan del movimiento de apostasía nacional, que expresa que no se usen datos y números en favor de estadísticas que son, asimismo, poco fiables. «Independientemente de la postura de cada uno de los que la realiza, todos coincidimos en que el debate por la legalización del aborto puso de manifiesto de forma muy evidente la influencia que tienen las iglesias en decisiones en las cuales no debería tener ningún tipo de injerencia: salud pública, derechos civiles, educación, derechos humanos y hasta economía», dice Iván Escobar, creador, junto con su novia, de la fan page Apostasía Colectiva Entre Ríos. «El tema de la apostasía es una cuestión de derecho a tomar una decisión que no muchos pueden tomar porque no tienen la información necesaria. Muy pocos saben que aunque no vayan a la iglesia o no sean fieles practicantes, igual están inscriptos. Brindamos la información sobre qué representa el bautismo y la apostasía, para darle la posibilidad a la gente de tomar la decisión», indica Escobar. Una de esas formas es compartir, vía Facebook, la carta formal de renuncia. «La Iglesia Católica Apostólica Romana atraviesa a toda la sociedad y a la política. Se ha beneficiado muchísimo de las dictaduras militares, no ha mostrado casi ningún tipo de evolución en su pensamiento y dogma en muchísimos años. El pequeño progreso que hemos visto no ha sido por voluntad propia, sino porque la sociedad la llevó a eso. Creemos que es una institución realmente dañina. No es que no queremos que exista ni pretendemos que la gente deje de tener su religión; lo que queremos es que deje de tener privilegios e influencias. Es una fe privada, no debería estar sostenida por el Estado», fundamenta Iván. «La apostasía es una de las formas de quitarles ese poder, aunque sea un granito de arena. Le reducimos el número de fieles y principalmente nos manifestamos, es una voz alzada gritando el repudio hacia el accionar y las influencias de la institución», subraya.

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La contabilidad que llevan de las apostasías colectivas en los últimos años en Paraná suma unas 270 personas, aunque suponen que son más ya que no tienen registros de los trámites individuales, como el de Jerónimo. En los últimos días, las organizaciones se encontraron con un aluvión de consultas, y el interés ahora se extiende además a evangelistas y protestantes. «Estamos averiguando porque no hemos hecho nunca; la intención de ayudar está, pero el objetivo principal es la Católica ya que es la que sostiene el Estado», avisa Iván. La campaña actual que cobró fuerzas en el Encuentro de Mujeres en Chaco (2017), aumenta hoy su masividad con la visibilidad de los pañuelos —en versiones naranja o negro— con la imagen de un templo y una institución estatal separada por una línea de punto. «La institución creemos que es algo a combatir para que retroceda, no la fe religiosa de cada uno», aclara Iván Escobar.

Sobre el vínculo entre Iglesia y Estado indaga el documental Bienaventurados los mansos, de Patricio Escobar (coautor de La crisis causó dos nuevas muertes), disponible en YouTube. Allí se cuenta que por uno de los decretos firmados por el dictador Jorge Rafael Videla se les concede a los obispos y arzobispos el 80 % del sueldo de un juez de paz. Además, la Iglesia cuenta con donaciones de terrenos fiscales, dinero constante para la reparación de templos, excepciones impositivas, subsidios en el pago de servicios y capellanes en instituciones estatales (principalmente militares) que son sacerdotes con rango que cobran sueldos del erario público. Por eso el «Acto formal de defección de la fe católica» —como es anotado en los registros eclesiásticos por los curas de cada parroquia— es un trámite sencillo, pero de profunda dimensión política libertaria.

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