ILUSTRACIÓN JAIMO
No pasa nada: lo impensado en pantalla plana
La mujer sentada de Copi, Juan y el Preguntón de Bróccoli (¡Y el mago Fafá!), los chistes contundentes de Feiffer, con sus lineales perfiles, la profundidad de Kalondi con sus frases y estudios realizados de su contemporaneidad hacia el absurdo, solo visualizando lo realizado por la humanidad en su perfecta autodestrucción. Henfil y su concepto de sociedad. Sempé y su mirada general del humor desde lo colectivo. Como hacía Jacques Tati en sus films. Max Cachimba me persigue con su teatro ilustrado lleno de incomprensión razonable. Santo Varón de Lizan y Varlotta (solo un hombre parado en una esquina para que le pregunten cualquier cosa). Además de la matriz que tenemos en el humor gráfico nacional e internacional. Todos estos estímulos son parte de mi forma de pensar que, a veces, roza el delirio en el lenguaje gráfico.
En este caso trato de identificarme con estos cuadritos.
Creo que por eso recaigo, tropiezo con No pasa nada.
Nadie no existe. Solo es parte de un espejismo de nosotros mismos, mirando pantallas para que pase el tiempo, mientras todo, o casi nada, sucede. O ya sucedió y nadie, y Nadie se dieron cuenta. Y nadie puede entender esto. Ya que Nadie es parte de nosotros mismos, tratando de existir, aunque sea en nuestra cotidianeidad, defendiéndonos de todo lo que parezca humano y cruel. No pasa nada es esto que recibimos impávidos, como un mensaje claro que debemos mirar lo que pasa, sin ser protagonistas de ningún acontecimiento, como siesta permanente interior, como parte de nuestra forma de pensar que no incidirá en ningún concepto filosófico, salvo que la IA lo dicte. Quizás, y lo admito, sea yo mismo cuando la rutina alcanza su máxima expresión y no puedo más que identificarme casi completamente.
No pasa nada es parte de lo que comienza y termina. Una y otra vez. Es el infinito letargo de vivir hasta que no nos demos cuenta. Como siempre. Como nunca. Como nada.
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