TEXTO Y FOTOGRAFÍAS FRANCO GIORDA
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Uno de los elementos más representativos de estos días, caracterizados por la propagación mundial del virus Covid 19, es el barbijo. Este dispositivo sanitario es indicado para reducir los contagios. Un anónimo o anónima se ocupó de que la Venus del Rosedal de Paraná también cuente con su tapabocas, tal vez pensando en que la deidad es también nombrada como Pandemia. La tela violeta (ya desteñida por el sol y la lluvia) utilizada para la confección podría, a su vez, referir al color elegido para la campaña Ni una menos que lucha contra la violencia hacia las mujeres y que tuvo su manifestación el pasado 3 de junio.
Las placas que se encuentran al pie de la figura dicen mucho más de lo allí escrito. Por un lado, se conserva la referencia original que alude a la obra robada en 1989. Es la huella de la pieza desaparecida. En bronce, se informa que se trata de una reproducción de la Venus original del célebre escultor italiano Antonio Canova. La copia estuvo a cargo de Pietro Bazzanti y la donación de la misma fue realizada por el destacado Pedro Ernesto Martínez, cuyo nombre porta el Museo de Bellas Artes de Entre Ríos. Lo curioso del caso es que la placa tiene una errata ya que está cambiada la inicial del segundo nombre del célebre catedrático: en vez de una «E» el autor de la placa le colocó una «B». Más allá de la perpetuidad del desliz que puede llamar a la confusión, está largamente documentado que no fue otro que Pedro E. Martínez el donante y que quien recibió en 1934 el regalo en nombre de la ciudad fue el intendente Francisco Bertozzi. Este mandatario local también tiene su estatua a pocos metros de la Venus, sobre la barranca, en una actitud de caminata hacia la costa del río. La escultura de Bertozzi, además de llevar corbata roja (dada una vieja intervención con aerosol sobre el bronce), también portó durante un tiempo su correspondiente barbijo.
La otra leyenda escrita sobre el mármol indica que la actual Venus (la que reemplaza a la sustraída) es una reproducción de la escultora Amanda Mayor, cuya fecha de colocación fue el 24 de septiembre de 1990.
En la nota Vestigios de la pandemia en las barrancas del Paraná, escrita por el profesor Diego Dumé (e ilustrada con un collage original de Victoria Tolisso) para 170 Escalones, se señala con gran erudición que, además de Afrodita, otro de los nombres de Venus, es nada menos que el de Pandemia. El autor del texto comenta que la divinidad de triple apelativo remite a una serie de prácticas amatorias caracterizadas por su carácter prosaico y encamina su influjo erótico hacia una dimensión estrictamente política. Sin embargo, a partir de mediados del siglo XIX, el término pandemia se reduce a significar sobre una enfermedad que ataca a muchos individuos. De este modo, quedó reservada la palabra solamente para el sentido médico de su uso.
La observación atenta sobre una intervención efímera inspirada en la coyuntura sanitaria permite retrotraer la mirada hacia la accidentada historia de la referida estatua, ahora embarbijada, y hasta viajar al origen mismo de la cultura occidental. Un simple adminículo puede llenar de digresiones la cabeza del paseante o la paseante que transita por allí en una tarde soleada de otoño.
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