TEXTO VERÓNICA RÍOS
FOTOGRAFÍAS MANUEL MENDOZA – INÉS ROCHA
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Bajo el efluvio de una aguda sensibilidad estética, Pablo Suárez dio en la niñez sus primeros pasos en lectoescritura musical, percepción y ejecución de flauta dulce. Esas experiencias establecieron los cimientos para iniciarse en la interpretación del mundo que hoy intenta modelar. Su paso por Arquitectura y Urbanismo en la Universidad Nacional del Litoral (UNL) aportó a su interés por las raíces africanas en nuestro continente. Desde esa inquietud trasladó un ritmo afro uruguayo a nuestra región, senda que lo conduciría a realizar un trabajo de rescate cultural llamado Candombe del Litoral. Gestor de expresiones artísticas, como el Contrafestejo, que dieron un giro significativo a la idiosincrasia paranaense, en esta entrevista realizada vía Zoom una tarde gris de invierno, asegura que la participación ciudadana en el proceso de una identidad colectiva es la clave de nuestro presente en comunidad.
¿Cómo confluyen tu formación en arquitectura y en música, con tu interés por la inmigración africana en la región?
La arquitectura y la música se relacionan de una manera muy completa y muy fuerte con la cultura de los pueblos y las distintas épocas. La carrera en FADU (Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo), donde cursé, tiene una marcada orientación humanística a través de la sociología, la historia argentina y la filosofía. De ese modo, tomé conciencia del vínculo entre lo artístico con la arquitectura en sí misma, lo cual me llevó a reforzar el interés en las relaciones entre lo humano, la cultura y mi formación musical. Noté entonces que había grandes silencios y omisiones, fundamentalmente acerca de los pueblos originarios y de los afrodescendientes. Por otra parte, la formación académica me dio muchas herramientas para estructurar y diseñar mis ideas, proyectos y pensamientos. A partir de eso, comencé a investigar.
¿De qué manera contribuye a la comunidad entender nuestros orígenes y nuestra historia?
Es bastante claro si uno piensa tratando de entender sobre aquellas personas que empiezan a conocer aspectos de su propia historia personal. Muchas veces comparo a la sociedad con determinados procesos que se han desarrollado a lo largo de la historia como, por ejemplo, la apropiación ilegal de bebés durante la última dictadura. Ese individuo que tiene una historia particular de violencia en su familia biológica, que creció en un entorno adoptivo cómplice de la mentira, de golpe se entera de esa cruel realidad y le cambia la existencia. Esto hace que pueda pararse frente a la vida de una manera más firme, más asertiva. Como sociedad pasa algo similar; una conciencia colectiva basada en omisiones o mentiras es más débil que cuando nos conocemos realmente. Tener en cuenta los orígenes es prestarle atención a la propia cultura y a la identidad de una región. El rol del gestor cultural en ese sentido es un eslabón más para el proceso de construcción y reconstrucción consciente de esa identidad social.
¿Cómo se podría apartar a la sociedad de la mirada eurocentrista de la realidad y la historia?
Creo que se trata de integrar nuestros orígenes y a nuestra gente. Ese es un desafío importante porque tiene mucho peso mirar e idealizar a Europa. Lo identitario se encuentra y es una construcción dinámica constante. Se puede elegir una manera más lúcida de cómo queremos definirnos y ser vistos por los demás, o este proceso puede ser más inconsciente, y en tal caso nos definirá el mercado y así pasamos a ser como marionetas. Si desde la gestión cultural logramos equilibrar y dar voz a quienes el mercado ignora, trabajando y operando en la sociedad con conciencia de justicia y equidad, atravesada por lo estético, la comunicación, y la expresión artística; es evidente que nos vamos a reconocer como latinoamericanos. En consecuencia, redescubriremos que nuestra cultura también es realmente un tesoro. No necesitamos omitir ni forzar nuestra identidad para parecernos a esa Europa idealizada, sino reconocernos, integrarnos, cultivarnos y amar nuestra realidad cultural.
Candombe del Litoral
Las batucadas formaron parte de los sectores sociales más afectados por la pobreza y la exclusión, y aunque es posible advertir su presencia actual en plazas céntricas, muchos ciudadanos desconocen su origen antropológico y étnico. Estudios históricos y crónicas evidencian que, en el siglo XIX en el casco urbano de Paraná, existieron comunidades constituidas por africanos. Sus expresiones artísticas se realizaban en forma vocal-instrumental. En ellas, negros libres y esclavos utilizaban instrumentos de percusión, incluyendo en ocasiones acordeones, guitarras y violines. El recorrido musical y el aporte cultural de Pablo Suárez a la ciudad en materia de inmigración e integración étnica, es sumamente valioso.
¿Qué te motivó a investigar sobre las raíces africanas negras de la región?
Hubo dos perspectivas: una estética y otra humana. Desde lo estético siento una afinidad muy grande y una pasión por ese componente negro que está presente en toda la música americana. Es una pena que ese rastro ancestral haya estado tan oculto para nosotros, ya que tendríamos una cultura más rica si se visibilizara aún más esa realidad en nuestra comunidad. Por otra parte, desde el lado humano, siento que es una cuestión de justicia: si no integramos las raíces afro a nuestra cultura estamos omitiendo una población que ya trae consigo una historia de negación. Hablamos de comunidades raptadas de su continente y cuyos derechos fueron vulnerados con infinita crueldad. Si continuamos reproduciendo esa herencia de negación e invisibilización, si vedamos a los afrodescendientes y a su cultura, estamos colaborando con una injusticia muy grande. Y lo mismo pasa respecto de los pueblos originarios con su problemática particular.
¿Cómo pueden participar los ciudadanos en un rescate cultural?
Eso depende mucho de los actores culturales, pero también es una tarea que puede cumplir toda la sociedad. Es muy importante llevar adelante actividades más participativas que involucren un sector más amplio de la comunidad. Es fundamental recuperar lo social del arte. En esta línea, es primordial sacarlo a la calle, más allá de los museos, salas de teatro y salas de concierto. Es muy conveniente plantear actividades públicas donde el espectador se encuentre con un hecho cultural de casualidad. Lograr mayor integración de nuestra parte y que más gente se sume a los procesos de construcción y reconstrucción de la identidad, que se encuentran en permanente revisión, es algo clave. Cuando estas acciones no son privativas de un sector o de un barrio y atraviesan las clases sociales, y se adhieren a los ciudadanos tratando de ser lo más transversal posible, ahí estamos logrando la participación y el trabajo colectivo. Esto, incluso, nos hace reflexionar sobre nosotros mismos.
¿Qué otros aspectos de nuestra cultura debieran ser rescatados o defendidos?
Hay bastantes si uno empieza a pormenorizar, pero intentando seguir una línea cronológica la Argentina tiene una deuda culturalmente enorme con los pueblos originarios y los afrodescendiente. Esos, para mí, son los primeros. Por derivación, aparece la cultura rural, o muchas expresiones relativas a ella. Cuando estas expresiones rurales se reproducen desde lo urbano se dejan de lado varios rasgos significativos y no siempre se las reinterpreta de la manera más justa. Por otra parte, hoy en día abundan elementos sobre los que podríamos reflexionar y tener mucho más en cuenta, como la cultura suburbana, la música tropical y el hip hop. Hablo de música porque es lo que más conozco. Un cúmulo de expresiones culturales que no son propias de la identidad argentina y que sin embargo forman parte.
¿Cómo evalúas la escena cultural actual de la región?
Es muy nutrida y muy valiosa. Hay gente trabajando en forma muy comprometida a pesar de la precariedad laboral y el escenario económico. En materia de música popular regional, se produce con seriedad y profesionalismo. Un claro ejemplo de esto es el movimiento De Costa a Costa –colectivo entrerriano de difusión de folclore compuesto por músicos, cantores, compositores, bailarines y fotógrafos–. Por otra parte, en el círculo urbano es destacable la calidad de las producciones teatrales, la danza, la poesía y las artes plásticas. En todos estos campos hay mucha producción y excelente.
¿Qué rol cumple la cultura en este contexto de aislamiento social?
Evidentemente es primordial. Es fundamental ya que la mayoría de la gente necesitó acudir al arte. En nuestra normalidad previa a la pandemia estábamos muy distraídos en tantas actividades y, al mismo tiempo, sumidos en asuntos burocráticos, en modo de espera constante para llegar a un objetivo. Con esta situación, todo eso se desvaneció y lo que queda son los afectos, el techo, un plato de comida y la cultura. Eso está muy claro, ¿no?
¿Cuál es el horizonte de la cultura local post pandemia?
En todos los contextos, incluso en la dificultad económica y en la crisis social, la cultura suele florecer mucho. Cuando hay menos de todo, la cultura nunca deja de estar. Así que vamos a seguir haciendo. Todos los que nos movemos por esta pasión, por este sentimiento de aportar algo a la sociedad, este deseo de comunicarnos con los demás mediante el arte y la cultura seguiremos haciendo. Habrá que ver cómo se reconfigura todo y cómo nos adaptamos. Pero no tengo dudas de que la cultura va a continuar floreciendo.
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Excelente
Felicitaciones