Gardel obedece
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«Sonríe», manda el esténcil de la cámara, debajo de él, que nos recuerda al mundo de Gran Hermano materializado. Carlitos sonríe como lo hizo en 1930 ante las cámaras de Eduardo Morera para los cortometrajes musicales sonoros que se estrenaron al año siguiente en el cine Astral de calle Corrientes; o tal cual lo ensayó en los sets de filmación de la Paramount, en París y Buenos Aires. ¿O será, acaso, que sonríe por la disputa de las hipótesis francesistas y uruguayistas sobre su lugar de nacimiento? El zorzal sonríe, posiblemente, de aquellos que lo consideraron conservador o irigoyenista, por haberle grabado canciones a unos y otros, y finalmente cantar la discepolesca Yira yira: «Cuando rajés los tamangos, buscando ese mango, que te haga morfar, la indiferencia del mundo, que es sordo y es mudo, recién sentirás». Multiplicada por tres, con dos clones a sus espaldas, la sonrisa de Gardel ilumina la ciudad, también en Paraná.
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