.
Seguir a los conejos suele tener consecuencias inquietantes: lo aparente de la superficie se desvanece mientras el mundo nocturno de las madrigueras se abre bajo los pies. La literatura (Alicia) y el cine (Matrix, Cujo, etc.) enseñan que los simpáticos y peludos saltarines tienen el poder de guiar a dimensiones desconocidas y un tanto peligrosas. También las fantasías animadas se han encargado de jaquear las leyes de la realidad con personajes dientudos como Bugs Bunny o Roger Rabbit.
En Paraná no faltó un afiebrado por estas verdades de la ficción que recortó una plantilla y estampó con aerosol la silueta de un conejo en el rincón de una casilla en calle Buenos Aires. Esa sombra permanecerá estática, a la vista de todos, hasta que un alma bella sea capaz de verla saltar y, luego, perseguirla al país de las maravillas…
.
.
.