TEXTO Y FOTOGRAFÍAS NICOLÁS RIGAUDI
Desde Bach hasta Palito Ortega, pasando por Toquinho, Juan Falú, Silvina Gómez, Spinetta, Fito y hasta una sesión de Trap. La noche del Almacén de los 33 se encendió de amor, de amor sagrado, por la música, la poesía y la tierra de la que nace el cancionero que nos susurra respuestas cuando el horror de lo innombrable acecha.
Como salpicaduras en un lienzo, cada tanto ingresaba la luz de un relámpago y, tras él, un trueno escalaría varias octavas a las octavas que sonaban en la ochava, de Bavio y Courreges, el viernes 13 de junio.
A modo de fondo, en el escenario, otro lienzo. Esta vez, de autoría del querido Oscar Ojeda. Artista plástico, vecino del barrio, restaurador de los cuadros de Cesáreo Bernaldo de Quirós, Oscar dejó un cúmulo de obras oníricas unas, sarcásticas otras. Muchas de ellas esperan ser expuestas en el salón del Almacén de su barrio, un barrio de artistas, y oficiaron de abrazo visual a las canciones que tanto amaba escuchar Oscar cada noche.
Los organizadores del evento eligieron una de esas obras. Un cuadro fenomenal que describe, como sólo un parroquiano puede hacerlo, una bohemia atribuible a la década del 50. Un escenario más parecido al que pintó en letras otro vecino del barrio, pero de los felices años 20, el poeta y periodista Nicolás Jozami, que cantó, como el cuadro de Oscar, a las cosas sucias.
A menudo Paraná da señales de continuar defendiendo su carácter de capital. A esta ciudad atravesada no sólo por arroyos, cuyo canto nos esforzamos por contener en sendos entubamientos, sino también por desigualdades igualmente soterradas, por una falta de integración que impide el mismo acceso de todos sus ciudadanos a los centros y espacios culturales, públicos e independientes, le nacen este tipo de iniciativas.
El Re-Si ya lleva dos ediciones. En cada una, los organizadores -Ariel Bertellotti, Carla Franchini y Alexis Chausovsky- ratifican su intención de brindar un espacio para que músicos, músicas, musiques de la ciudad puedan presentar su obra. Tanto interpretaciones como de su propia autoría. Con la generosidad de los pares, y tras la recaudación siempre insuficiente de una «gorra consciente» (¿qué es la conciencia hoy?), además de la oportunidad de tocar en un escenario, ofrecen un registro fílmico, fotográfico y sonoro de calidad para los músicos que se inscriban.
Para empezar cada edición, el Re-Si invita a músicos amigos. En la primera oportunidad la encargada de abrir el escenario fue la bandoneonista Susana Ractliff. Esta vez, fue el dúo de Emiliana Osorio y Luis Barreira, que desarrollaron un repertorio del cancionero popular folclórico exquisito.
Como su pariente, la Peña de Poesía, el Re-Si le abre espacio al diálogo de las canciones y los poemas. Primero fue el querido Juan Manuel Alfaro. Esta vez, la poeta Natalia Bericat en la voz cálida y emocionante de Emiliana.
Cuando la lluvia fría de este final de otoño ya era un hecho, y el agua fluía solícita hacia la laguna soterrada bajo la plaza del barrio 33 Orientales, el Re-Si lanzaba sus últimos acordes. Habían pasado desde músicos académicos hasta verdaderos juglares callejeros; pibes de 16 años (que demuestran que no todo está perdido) hasta personas conocidas en el ambiente cultural de la ciudad. Todo ellos en un clima de camaradería en el que se transaban acordes, versiones, repertorios y proyectos.
La noche entera podría haber sido un cuadro de Oscar. Y la frase de Rodolfo Walsh que Ariel decidió reformular, quedó sobrevolando en el aire: «rompa el aislamiento. Reproduzca esta emoción. Vuelva a sentir la satisfacción moral de un acto de libertad».
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