21 de noviembre de 2024

Tres miradas ante la muerte temprana

TEXTO FRANCO GIORDA

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Si hay una certeza en la vida es que la muerte es ineludible. En las últimas películas de los cineastas oriundos de Crespo, Maximiliano Schonfeld, Eduardo Crespo e Iván Fund, la cuestión se hace presente en uno de sus modos más terribles: el fallecimiento temprano, el de un joven o el de un niño. Las tres producciones de ficción componen formas diferentes del duelo. En cada caso ensayan, a través de los personajes, maneras de llenar el vacío, de lidiar con los fantasmas, de hacer frente a lo irreversible, de convivir con la ausencia, de asumir la finitud. Las tres obras fueron programadas en la reciente 3° edición del Festival Internacional de Cine de Entre Ríos (FICER).

En Jesús López (2021), dirigida por Maximiliano Schonfeld, y elegida ganadora, tanto por el jurado como por el público, de la sección competitiva Cine Nacional del FICER, el título da nombre al personaje central (Lucas Schell) quien fue un popular piloto de carreras de Fiat 600 y ha muerto en un accidente de moto. Es su retraído primo Abel (Joaquín Spahn), apoyado por el entorno familiar y de allegados, quien busca reemplazar al fallecido: se hace amigo de sus amigos, sale con su novia, se viste con su ropa y adopta su actitud desafiante. Esta transformación alcanza el punto culminante en una competencia automovilística en homenaje al joven fallecido, donde Abel conduce el auto de Jesús López. El guion fue elaborado entre Schonfeld y la gran escritora entrerriana Selva Almada. En este caso, la necesidad de contrarrestar la inexistencia física de un espíritu ardiente, que se manifiesta más allá de la muerte, se vuelve una obsesión colectiva. Se instala así en la comunidad, aunque con una tibia resistencia de parte de la familia de Abel, una lucha imposible por sostener con vida, a través de un sustituto, a quien se ha ido definitivamente. Los vivos no toleran la partida del héroe y el espectro se hace cada vez más poderoso. Los sobrevivientes parecen ser gobernados por el muerto.

 

 

 

En Nosotros nunca moriremos (2020), de Eduardo Crespo, se desarrolla el duelo de una madre (interpretada por la actriz trans Romina Escobar), y de su hijo más pequeño (Rodrigo Santana), por la muerte del hijo mayor (Brian Alba). La mujer y el niño, al mismo tiempo que realizan los trámites burocráticos del deceso reconstruyen los últimos días de su familiar transitando los lugares por donde él estuvo y conversando con sus amigos, pareja, compañeros y jefe. Este proceso doloroso tiene implicancias reveladoras ya que saca a la luz aspectos desconocidos de la humanidad del muerto. De este modo, la tragedia se convierte en una fuente de conocimiento. La madre y el hijo enfrentan con gran pena la ausencia perpetua. El dolor, a su vez, trasciende el núcleo familiar y se expande, sin imposturas, hacia la comunidad en una experiencia de congoja generalizada que se expresa en el funeral. Aunque no haya consuelo en medio de la intemperie se asume que la fatalidad es parte de la existencia.

 

 

Piedra noche (2021), de Iván Fund, hace foco en Greta (Mara Bestelli) y Bruno (Marcelo Subiotto), quienes han perdido a su pequeño hijo Denis (Jeremías Kuharo). Ambos padres están en proceso de venta de la casa que compartieron los tres en la costa atlántica. En medio del duelo, Sina (Maricel Álvarez), amiga de la infancia de Greta, viaja para acompañarlos y ayudar en la mudanza. En el proceso de embalajes y la entrega del inmueble, Bruno se resiste a dejar el lugar a partir de percibir la presencia de su hijo y de una criatura mitológica que según una leyenda popular vive entre el bosque y el mar. El guion es de Santiago Loza y fue adaptado por el propio Fund y el escritor de ciencia ficción Martín Felipe Castagnet. En esta obra, primero Bruno y luego Greta, van ingresando paulatinamente al mundo imaginado por el niño desaparecido. En el contacto con sus juguetes y objetos empiezan a revivir la fantasía de la mente infantil y a sumergirse cada vez más en una realidad paralela. De ese modo, buscan en la fantasía y en la imaginación del niño que no está un refugio para tolerar lo irreparable.

 

 

En las mencionadas películas de los realizadores entrerrianos hay tres modos de transitar ese abismo que se abre cuando alguien joven y muy querido muere. El cine, esta vez de la mano de los crespenses, exhibe nuevamente los extraños caminos del alma humana frente a la conciencia del límite de la vida.

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