TEXTO Y FOTOGRAFÍAS PABLO RUSSO
Al atardecer, Santi vuelve de jugar a la pelota con sus nuevos amigos. Entre dos edificios, él y los suyos ocuparon el pasto improvisando un par de arcos, y cada uno de los gurises soñó por un rato con ser parte del plantel que levantó la copa hace tres meses. Para lo que le queda del día, su plan es seguir leyendo Mafalda tirado en la cama, con vista al poniente sobre los humedales, en uno de los departamentos del nuevo Procrear Paraná Barrio Ecológico 600 Viviendas, que su familia habita desde hace algunas semanas.
En el cuadrilátero delimitado por Pablo Crausaz, General Gerónimo Espejo, General Sarobe y Avenida Ejército se construyó este complejo habitacional hace varios años, en lo que alguna vez fue terreno militar. Por diversas cuestiones infraestructurales y políticas, recién comenzó a ser poblado en 2022, luego de los primeros sorteos de viviendas y sus respectivos créditos hipotecarios. El reluciente vecindario amplía la urbanidad hacia el sur oeste, contando con la Avenida de las Américas como su vía principal, pero conectado además con el centro de Paraná en pocos minutos a través de Espejo y, próximamente, de Ejército, con su reciente puesta en valor más allá del Hospital Militar. Estas edificaciones siguen, a su vez, una línea de obras que pueden leerse como continuidad del entubamiento del arroyo que transita el barrio Villa Mitre, el Hospital de la Baxada Doctora Teresa Ratto -que comenzó a erigirse en 2011 y cuyos consultorios externos se inauguraron en 2015-, y el campus aledaño (en construcción) de la Universidad Autónoma de Entre Ríos.
El Procrear Ecológico, cuyo proyecto se conoce también como Desarrollo Urbanístico Procrear I (el primero de su tipo en la capital entrerriana), propone monoambientes y departamentos de uno, dos y tres dormitorios que cuentan con un living comedor, cocina integrada, baño y balcón, en torres de no más de cuatro pisos. Se destaca la infraestructura de servicios completa y los espacios verdes en abundancia, lo que le brinda un valor distintivo a este rincón de la ciudad, más amigable con la naturaleza. Las viviendas tienen entre 39 y 83 metros cuadrados, algunas de las cuales son aptas para personas con discapacidad. Las empresas constructoras del complejo fueron Ute Caballi S.A y Szczech – Pecam S.A.
«Para mí no hay momento más grato que en el que entrego una vivienda. Quiero decirles a los que recibieron una casa alguna vez, que no me agradezcan nada, porque no me deben nada, ni al gobierno, ni a nadie. Es un derecho que ustedes tenían y nadie se lo reconocía», expresó Alberto Fernández, en febrero de 2023, al adjudicar llaves a familias que se convirtieron en nuevas propietarias.
En las semanas siguientes al acto formal, los sábados y domingos solían verse hasta cuatro o cinco camiones de mudanzas por día, casi inaugurando los asfaltos de las calles públicas internas del complejo. Por las noches, cada torre comenzó a encender más luces en las ventanas y balcones, que a su vez se fueron adornando de macetas y ropa tendida.
Organizados
El estreno habitacional trae aparejada su adaptación. La mayoría de la gente que por estos días anda haciendo cambio de domicilio en sus documentos y demás burocracia administrativa, vivía antes en casas al ras del piso. Será por eso que abundan los perros en todas las torres. Perros que probablemente tenían su fondo y que ahora entonan sus ladridos desde los balcones, esperando el paseo diario. Sus dueños y dueñas van descubriendo las imperfecciones, diferencia de calidades en los materiales (puertas internas y externas, por ejemplo), los modos de uso (como dónde dejar las motos) y asuntos pendientes de las obras o faltantes por tanto tiempo de ausencia humana permanente (luces de emergencia en las escaleras de alguna torre, por caso).
Para resolver estos temas, hay administradores asignados. «Son una gente de Santa Fe, lo cual es una situación bastante particular porque no están todo el tiempo», le comentó a 170 Escalones una mujer de una de las torres más alejadas de Espejo y, por lo tanto, más silenciosas respecto al tránsito. «Hay una aplicación por donde se van gestionando algunas cuestiones y también existe como un servicio de posventa de un año de garantía desde que empezás a vivir acá, que es para solucionar cuestiones que puedan surgir como fisuras, desagües de lavarropas, etc.», agregó. La nueva población se organizó prontamente a partir de un grupo de WhatsApp que funciona como una micro vecinal en cada torre. Al mismo tiempo, hay un grupo grande con un representante por torre. «La idea es formar una vecinal con personería y todo como debe ser», compartió la señora, proyectando a mediano plazo la conformación de un consorcio. Para eso, debe estar completa la torre, que aún tiene departamentos vacíos para entregar. «Nosotros somos los más nuevos, estamos aprendiendo, los que están desde hace un año ya están súper organizados en cuestiones como, por ejemplo, los reclamos de corte de césped, que una parte le toca a la Municipalidad y otra a personas contratadas», explicó. «El barrio es súper cuidado, hay mucha conciencia del respecto al que tenés al lado y de los espacios. Ahora es todo muy incipiente y está todo por mejorarse», se entusiasmó.
En su torre, los ascensores aún tienen restos de funda interna y las motos -como en los demás edificios- se amontonan en el hall. Los autos se estacionan en abanico en el «cul de sac», la pequeña rotonda al final de la calle que llega al edificio. A los ladridos se le suma el llanto de algún bebé y los grillos en la arboleda cercana a la placita de juegos, alterando por instantes la paz nocturna de un domingo.
Más allá de los juegos infantiles, un sendero de cemento conduce a un puente sobre un arroyo bordeado de colas de zorro y un cañaveral. El camino une dos sectores de torres y su recorrido invita a un paseo casi rural. Por las calles aún poco transitadas del fin de semana pasa un móvil policial, un carro de recicladores tirado a caballo y gente haciendo ejercicio inmersa en sus auriculares.
Pioneros
Sebastián vive con su familia en la Torre 9. Fueron de la primera camada en habitar el barrio. «Nos anotamos en el sorteo con la ilusión de tener nuestra casa propia. Ya veníamos de 12 años anotándonos en todo con mi señora y no salíamos en ninguna. En este se dio, y fue todo tan rápido que en menos de 6 meses ya estábamos firmando los boletos y la papelería del crédito», le dijo a este medio. Para fines de abril de 2022 recibieron las llaves y a la semana estaban mudados. «Es una ilusión muy grande, estamos muy felices, el lugar es divino», acotó. «El departamento está todo amueblado, todo nuevo. Por ahí había que cambiar alguna puerta que no cerraba, una perilla de luz, pero porque estuvo tanto tiempo cerrado que hay cosas que se deterioraron por falta de uso», explicó.
«Fuimos muchos vecinos nuevos conociendo las mañas, revisando las cañerías que había que limpiarlas de material de obra, chequear las conexiones, etc.», añadió Sebastián, que cuando se instaló en el espacio se encontró con apenas cuatro o cinco viviendas ocupadas por torre, principalmente de las que llaman «del frente», ubicadas sobre Espejo. «En otros sorteos se entregaron departamentos de las de atrás y de a poquito fueron llegando los distintos vecinos», indicó. «La gran mayoría no había vivido en departamento. Fuimos conociéndonos, juntándonos y aprendiendo a convivir, que es lo importante. Y también con la administración del consorcio, que no es nada fácil», puntualizó.
De las ventajas del lugar, Sebastián destacó que su hijo tenga un lugar donde encontrarse con otros chicos y jugar en un parquecito al aire libre, «como en nuestras épocas, en la calle divirtiéndose y no estar tanto en la play y la compu. Eso le cambió mucho la vida a mi hijo, y a nosotros también». Sus nuevos vecinos –a quienes describe como laburantes de clase media- lo toman como referencia para despejar dudas: «fuimos como los conejitos de india que metimos a prueba todo y ahora estamos duchos», precisó.
Todavía no hay negocios internos. Algunos locales, al pie de las torres, están en venta con ese propósito. Para las compras hay que «salir» a recorrer las manzanas para el lado de avenida de las Américas. Lo más cercano es un quiosco devenido en despensa a media cuadra, que vio aumentada su clientela exponencialmente en los últimos tiempos. También están los puestos callejeros en la esquina de Espejo y Sarobe, en donde en el mismo sitio pero con diferentes gestiones se ofrece verdulería a cielo abierto durante la mañana; churros y tortas fritas por la tarde; y choripanes en la noche. Jorge, que con cada atardecer llega desde San Agustín, está a cargo del fuego y el armado del tradicional alimento. El hombre, que vende su producción a 300 pesos con lechuga, tomate y chimichurri o criolla, confesó que estuvo a punto de dejar el puesto a fin de año porque tanto no le rendía, aunque hoy ya tiene clientes que le encargan por mensaje y de pasada paran a recoger el pedido. «Uno se va haciendo conocido y esta avenida tiene cada día más tránsito», se motivó. «Y en los terrenos de allá atrás está proyectada la construcción de nuevas torres», dijo, señalando con su cuchillo hacia Ejército, por donde una bandada de pájaros vuela hacia el oeste con las últimas luces del día.