TEXTO JUAN MANUEL CIUCCI
FOTOGRAFÍAS 170 ESCALONES
La edición de Al país de las guerras (EDUNER), que incluye también Sobre la tierra, de Diego Angelino, permite un viaje por el universo entrerriano de la era de Justo José de Urquiza, pero también por las búsquedas migrantes que poblaron la provincia.
Narrar la Historia, así con mayúscula, desde las historias pequeñas o personales de quienes pudieron habitarla, puede ser una tarea compleja que lleve por senderos de reconstrucción o de invención incontrastable. Tanto más desde que el subgénero novela histórica se ha puesto de moda y no son pocos los que buscan en sus vericuetos dar mentira por verdad, aprovechando los gajes de la ficción.
Pero hay casos vibrantes, donde la invención desde un personaje que parece encerrar miles cuenta la verdad de una época como sólo puede vivirla quien anda inmerso en ella, pero parece no destinado a trascenderla. Son aquellas almas un tanto ignotas, que han construido nuestro pasado con el sudor y la sangre que en estas tierras han volcado y que un autor o autora elige con un personaje rescatar, como encarnación de quienes sí han existido pero que encuentran en esta ficción, quizás, su mejor versión.
Al país de las guerras y Sobre la tierra son dos ejemplos admirables de esta posibilidad ficcional de recuperar la historia partiendo de una invención, que sin embargo se ajusta a un modo de entender o reconstruir el verosímil de una época. Dos novelas imperdibles de Diego Angelino, que la editorial de la Universidad Nacional de Entre Ríos (EDUNER) ha publicado en conjunto. Con prólogo de Martín Kohan y una cuidada edición, se hace así accesible parte fundamental de la obra del entrerriano que, habiendo emigrado hacia el sur de la Patria, continúo reconstruyendo el pasado de su provincia.
Ambas novelas se conectan por el espacio en que suceden, campos del interior provincial, y por algunos sucesos que van enlazándose a lo largo de los años narrados. Comienza con el regreso del General Urquiza a la gobernación provincial, luego de su enfrentamiento (¿y derrota?) ante Bartolomé Mitre y termina con los comienzos del siglo XX y la inmigración europea consolidándose (o intentando hacerlo) en nuestro país. Tiempos de formación del Estado Nación, de construcción de la nacionalidad, de fuertes enfrentamientos.
El título de la novela es sin dudas una cabal descripción de la Argentina de mediados del Siglo XIX: el país de las guerras. Luego de la epopeya emancipadora, de la independencia consolidada por nuestros próceres fundadores, el territorio se vio sumergido en un espiral de violencia del que no muchas veces tomamos conciencia para pensar nuestra argentinidad. Los fuertes enfrentamientos entre federales y unitarios, que constituyeron una guerra civil prolongada, pero que fue ocultada en nuestra historia oficial detrás del mito rosista y sus vertientes de civilización/barbarie. Con el Mitre historiador y periodista, que supo continuar la guerra por otros medios cuando concluyó su aventura política.
Angelino da cuenta de una dificultad supina como entrerriano: indagar en Urquiza por fuera del mito provincial. Dirá en el texto final que acompaña las novelas -«Esbozos para una autobiografía»- que «escribir una novela sobre una personalidad tan compleja era más que difícil para mí». Sin embargo, llevó adelante una profunda investigación para dar cuenta del personaje y sus pasiones, deseos, bajezas. De allí que en la novela parta de un personaje ficcional que le permite contar la época y los sucesos que llevaron al asesinato de Urquiza. Pavón, Cepeda, la traición al Paraguay de los López, todo se inserta en esta obra que discurre en derredor de quien moriría en manos de sus federales que le cobraron cara su traición. Valiente relato partiendo de un comprovinciano que cuando habitó Entre Ríos «había escuchado hablar mucho de él, hablar demasiado favorablemente, lo que daba para desconfiar». Aún hoy las estatuas de Justo José ocupan el espacio público con predilección, y su nombre es venerado como héroe provincial.
Pero también discurre Angelino sobre otro tópico poco trabajado y que refleja así mismo la violencia de esos años convulsos: la guerra que el gobierno nacional le llevó a la provincia tras el asesinato de Urquiza. La persecución a los gauchos de López Jordán por parte de Domingo Sarmiento, con el ejército nacional que Mitre había construido para perpetrar junto al Imperio del Brasil el genocidio contra el Paraguay. Guerra intestina, feroz, que como avance “civilizatorio” aplastaría para siempre la resistencia entrerriana.
Será la saga de la familia Salamanca la que nos permitirá hundirnos en estas historias de guerras, desde una periferia inmigratoria que poco comprende de los sucesos locales, pero que intenta a su pesar “hacer la América” que tanto desearon. Angelino escenifica esas existencias mudadas, transoceánicas en épocas de cartas y telégrafo, donde una vida cambiaba para siempre cortando lazos con su historia. Especialmente en Sobre la tierra nos internaremos en los sueños y desdichas de quienes habitaron la Patria, apostando a ciegas ante una Europa en crisis que no podía ofrecerles un futuro. Lo hace a través de una pareja que viene a internarse en estos campos en una búsqueda que difícilmente puedan consolidar.
Es en esos pequeños gestos recuperados, en los modos y los dichos pueblerinos, en las existencias de un mundo que ya hace dos generaciones ha dejado de existir, en donde se siente como Angelino vuelve a hacer vibrar la Historia. Porque nos vemos reflejados, porque reconocemos a alguien querido, porque recuperamos una historia que alguna vez oímos de refilón. Esa vida que hemos ido recuperando, transitando, comprendiendo a partir de relatos. Quizás sea allí donde se perciba un resto de oralidad en la escritura del autor entrerriano, por los modos de compartirnos vivencias que quizás ya hemos oído, pero que en la novela toman una nueva dimensión. Como si fuera esta vez la primera en que la sentimos en carne propia, como herencia de los ancestros que nos habitan.
Será por todo esto que se vuelve fundamental la lectura de estas obras, y se agradece la cuidada reedición de EDUNER. Porque así reactualiza relatos de lo que hemos sido, y de lo que sin dudas aún nos sigue constituyendo, como rescates del pasado, pero especialmente como insumos hacia la construcción de nuestro futuro. Partiendo de la ficción, pero consolidando un relato que obliga a no olvidar cómo se han construido nuestras historias, nuestras provincias, nuestra Nación. En tiempos de omisiones programadas y de renacimientos de los relatos oficiales, Angelino nos impone la necesidad de volver a pensarnos, reflexionando nuestros antiguos olvidos.
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