Una imagen del Zurdo

TEXTO JUAN MANUEL ALFARO

FOTOGRAFÍAS GUSTAVO VACCALLUZZO

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Todos tenemos una imagen del Zurdo. Habrá, sin dudas, experiencias personales y únicas, pero seguramente todos vamos a coincidir en lo esencial, en lo invariable y profundo que pertenece a todos: el Zurdo era un hombre que era un río o un río vuelto hombre: profundo, caudaloso, vital, interminable.

 

 

Más de una vez en nuestras incursiones pesqueras -en las que solía llevar una guitarra, porque cuando escaseaba el pique, no faltaban milongas, chamamecitos, estilos, poemas, recuerdos de amigos y canciones y, por supuesto, memorias de otras pescas ¡que siempre habían sido exitosas!-, bajo la sombra de los sauces o caminando «en pata» por los arenales, se sucedían temas políticos, sociales, culturales, ambientalistas -que siempre fueron su preocupación- y otros no menos significativos, claro, como la fugacidad del tiempo, el amor, la vida y la muerte: que de todo eso estamos hechos. Y, entonces, su filosofía risueña, el fino humor -que era una de sus particularidades, aparentemente reñida con su recia estampa-: «el hombre fuerte vive hasta la muerte», decía, y después de un elocuente silencio: «¡y algunos… tres meses más!».

¡Y él, mucho más que eso! Porque si algo hubo en la vida del Zurdo, fue vida. Fue un hombre todo vida. Y vida será para siempre. No morirá su conciencia de artista, su firme orientación, la claridad de sus principios, su compromiso militante, la fidelidad a su origen costero: todo eso que nos ha legado en su obra, en total identidad con su persona.

 

 

Su pensamiento, coincidía plenamente con el del poeta Marcelino Román en que «lo bello artístico debe contener un ideal, y este ideal no puede ser una pura abstracción, una enajenada figuración estética distante de los pasos del hombre» y con el contundente Destino del Canto, de Atahualpa Yupanqui: «la tierra señala a sus elegidos», pero «los señala para su  sacrificio no para su vanidad».

En el Zurdo, el artista y el hombre eran uno solo. Coherente, serio, estudioso, intransigente, comprometido. Y entusiasta. Muy trabajador. Incansable trabajador. Un militante de la cultura. Y un hombre del río. Río, él mismo, como ya dijimos. Y en su música, se siente correr el río y en el río, de alguna manera, uno siente que está su música. Está en nuestro paisaje. Es nuestro paisaje, porque su sonido es inseparable del espíritu de nuestro paisaje, del Paraná, sus costas, sus islas y su gente.

 

 

Este «Ovillejo» que le escribí en una jornada lloviznosa de pesca, con poco y nada de pique y, mientras hacíamos un asadito y él cantaba entrañables recuerdos (como las Coplas del Viejo Ramúa, de Claudio Monterío, intercalando algún comentario entre copla y copla), procura expresar, también en su síntesis, una imagen del Zurdo:

De la guitarra el más fiel,

Miguel;

Y en el cantar, nunca absurdo,

El Zurdo.

Bien afinados los fines,

Martínez.

Templado hasta en los confines

-guitarra paranasera-

alma en pueblo y voz costera:

Miguel, El Zurdo, Martínez.

 

Miguel Zurdo Martínez será homenajeado este miércoles 5 a las 16 con la colocación de una baldosa con código QR que permite acceder, a través de los celulares, a información sobre su vida y su obra. El dispositivo realizado con la técnica del mosaiquismo fino estará ubicado frente a la costanera, en la zona del balneario Municipal y la playa del Paraná Rowing Club, donde reposa una canoa que lleva su nombre. La instalación se realiza en el marco del proyecto Trama cuyo objetivo es poner en valor el legado de distinguidos realizadores.

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