TEXTO Y FOTOGRAFÍAS PABLO RUSSO
En la víspera del centenario del nacimiento de Haroldo Conti se realizó una vigilia en Tigre que reunió a editores, periodistas, escritores y otros yuyos de río frente a ese rincón del delta bonaerense. De la reunión e intercambio de variadas y ricas experiencias participó 170 Escalones, en un viaje de sábado que culminó con un brindis por la memoria del gran autor y militante político en su casa en la isla en el arroyo Gambado.
La «vigilia contiana» fue organizada por la Casa Museo Haroldo Conti, dependiente de la Subsecretaría de Cultura del Municipio de Tigre. Allí, Sebastián Russo Bautista coordina el Taller Conti, que invitó al encuentro que propuso como «de reparación y restitución de memorias». Originalmente, la idea era navegar hasta la casa y ocuparla con el cuerpo, la palabra y las prácticas. «Pacha manda» dicen en las islas, y la marea baja impidió el cónclave insular que debió trasladarse a otra dependencia municipal: la Casa de las Culturas Villa Carmen, un palacete arquitectónico a metros del río Tigre.
El primer acercamiento fue alrededor de una mesa en la que se compartió el almuerzo a base de empanadas. Luego, el sol otoñal de la siesta iluminó el círculo de la palabra. En la presentación, Russo Bautista resaltó la labor general del municipio y el pedido de la familia para que la casa que habitó el autor de Sudeste sea un espacio vivo, en el que el legado contiano se transmita en diversas prácticas. Una de ellas, ese encuentro. Otra, la presentación formal que se dio el 24 de mayo al taller de crónicas Gente de Islas, que constará de visitas y lecturas y del taller abierto a la comunidad.
En la Casa de las Culturas confluyeron voces y cuerpos que llegaron tanto desde el continente como desde las islas. Cierto soplo post 2001 rondó con los proyectos de la editorial autogestiva Milena Caserola, representada por Matías Reck, y el taller de fanzines que estuvo a cargo de Pablo Strucchi.
A su turno, Nathalie Goldwaser Yankelevich, de la Universidad Nacional de Avellaneda (UNDAV), compartió el espíritu del libro de autoría colectiva Mirar el río, pensar la ciudad; Las nuevas recovas de Buenos Aires y el puente transbordador Nicolás Avellaneda. Espacios de inclusión sociocultural; y también se compartió la lectura de un poema de Alejandro Lemos, quien no pudo llegar, pero envió su obra por WhatsApp. Victoria Ciaffone contó la experiencia de la Muestra Entre Islas, que el 3 de mayo (a 49 años de la desaparición de Conti), tuvo su parada en la casa de Tigre, como un inicio al homenaje presente.
Otro momento sumamente interesante fue cuando tomaron la palabra los integrantes del Taller de Poesía Guerrera, del espacio Vientos de Libertad, un proyecto del Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE) para el acompañamiento a personas con consumos problemáticos. El grupo llegó desde Isla Silvia junto a su coordinadora Madeleine Wolff. Alguno de ellos eligió cantar a capela una canción compuesta recientemente, otros compartieron sus escritos. Además de la arista artística, estos pibes ofrecían una lectura política de su situación en la que las narco estructuras ocuparon ausencias de instituciones estatales, familiares, laborales.
La exposición de 170 Escalones, por su parte, consistió en resumir el recorrido periodístico cultural de esta página y sus derivas en papel, audio, exposiciones y cortometraje. También en la lectura, seguida con atención, de un fragmento del libro autobiográfico de Dominga Ayala de Almada, Mujer de la costa, que concitó incluso la atención de transeúntes ocasionales arrimados a la reja del lugar, prestando oído atento. Así mismo, Mariano Pagnucco compartió la última edición impresa de Cítrica, otra publicación integrante de la Asociación de Revistas Culturales Independientes Argentinas (ARECIA).
Entre mates compartidos, en una mesa tablón se concretó el taller de fanzines cuyas primeras producciones -incluyendo un original de 170 Escalones– pasaron a formar parte de la naciente Fanzinoteca Conti, alojada en la biblioteca de la Casa Museo. Para el lunes 26 de mayo, esa incipiente obra ya itineraba en la Peña Literaria en honor a Haroldo realizada por la tarde en el campus de la Universidad Nacional de General Sarmiento.
Concluido el encuentro, del que algunos partieron más raudos que otros en virtud de los horarios de lanchas colectivas de la zona, los integrantes de publicación periodísticas de 170 Escalones y Cítrica pudieron realizar, finalmente y gracias a la marea en ascenso, una visita a la isla. Cuando el sol comenzaba a colarse entre las ramas de la vegetación, Oski, el lanchero, recogió a la comitiva cerca de una de las amarras para adentrarse en el transitado arroyo Gambado, entre kayaks, piraguas, lanchas y otras embarcaciones que ya encendían sus luminarias verdes y rojas para hacerse notar.
A menos de diez minutos de cruzar el río Luján, se produjo el desembarco y recorrido por la pasarela alfombrada de hojas, unos ochenta metros isla adentro hasta la pequeña construcción de dos plantas en las que habitó el escritor, docente y militante del Partido Revolucionario de los Trabajadores (del que se cumplieron sesenta años de su fundación, el mismo 25 de mayo). El espacio es conocido como «Punto Muerto», isla Les Palmiers. Como señaláramos alguna vez en esta página, a pesar de haber nacido tierra adentro en la provincia de Buenos Aires -Chacabuco, 1925-, Conti quedó atrapado por el paisaje del Delta desde que lo sobrevoló a fines de los años 40. Pudo hacerse de esa casa a orillas del Gambado en 1955 y allí comenzó a pasar temporadas largas a partir de 1960, momento en que inició la escritura de su primera novela, Sudeste (1962), en la que recrea el mundo que lo rodeaba.
La casa del fondo conserva algunos muebles y objetos que amigos y vecinos preservaron después de su secuestro por la última dictadura cívico militar. «Este es mi lugar de combate y de aquí no me moverán», había escrito sobre su escritorio, en latín, días antes de su desaparición. Acompaña a la vieja construcción un centro de interpretación -que recorre la vereda de madera con carteles e imágenes que narran vida y obra- y una biblioteca con ejemplares de sus libros en varios idiomas, así como primeras ediciones y la colección completa de la revista Crisis (primera época). Entre esas mismas paredes en la que los periodistas actuales comenzaron a pergeñar una posible reunión de publicaciones culturales, décadas atrás Conti recibía a Eduardo Galeano, Rodolfo Walsh y Mario Benedetti, entre otros amigos.
En su honor y por su memoria, al anochecer de la víspera de su centenario, los presentes elevaron sus vasos plásticos colmados de vino, para recargar las tintas del legado contiano.
Para más información sobre lo que ocurre en el Taller Conti y en la Casa Museo en el Tigre, o para pedir información sobre las visitas al lugar, se puede escribir a casamuseoharoldoconti@tiger.gob.ar