TEXTO Y FOTOGRAFÍAS PABLO RUSSO
La provincia más oriental de la Argentina, tiene, en líneas generales, dos grandes posibilidades exploratorias. Por un lado, el camino de la Ruta 12 que entra por el sur a Posadas y recorre la costa del río Paraná hasta Puerto Iguazú. Es el paisaje predilecto de la gran masa turística que colapsa los espacios tradicionales al punto de que en feriados y vacaciones la visita a las cataratas se convierte en pasión de multitudes. Por otro lado, está el centro, la costa del Uruguay y la frontera casi seca con Brasil en el noreste, sitios a los que se accede por la Ruta 14 o la Ruta 2. Allí, a pesar del desmonte, Misiones mantiene gran parte de su esencia de tierra roja y paisaje de selva frondosa con verdes intensos y abundante fauna.
Norte y centro
Al norte, la ruta 101 permite escapar de la postal más buscada desde la Garganta del Diablo hacia el este. Una vez que pasa la entrada al Parque Nacional Iguazú, esta senda se vuelve de tierra y tosca y penetra por el interior del parque, en el que se disponen algunas paradas para observación de aves desde casillas de madera. Cuando sale de ese territorio, la 101 vuelve a ser asfaltada.
Comandante Andresito, San Antonio y Bernardo de Irigoyen son las tres localidades de la zona norte que tienen paso hacia Brasil (además de Puerto Iguazú). Andresito, de hecho, es una ciudad nueva a pocos minutos del río Iguazú. Es el municipio más joven y de mayor crecimiento de la provincia que surgió como parte de un plan de colonizar el nordeste a principios de los setenta del siglo pasado. Hasta entonces, la región era selva virgen con algunos asentamientos en terrenos fiscales. Andresito no tiene un trazado tradicional, sino que se va expandiendo en una geografía de lomadas. En su plaza central, que linda con un arroyo a cielo abierto, domina una estatua gigante del fiel lugarteniente de José Gervasio Artigas, Andrés Guasurarí (1778 – 1821), sosteniendo una lanza con su mano izquierda y su puño derecho apretado. Por sus calles, al igual que por el resto de las rutas, transitan camionetas y camiones cargados hasta la manija con bolsones de plantas de yerba recién cosechadas, o con los trabajadores de los campos cercanos que van y vienen a sus fajinas.
Los carteles de tránsito indican la presencia del yaguareté, el ñurumí, el tapir y otras especies. Lo más habitual es el avistaje de innumerables variedades de aves y los llamativos hormigueros del tamaño de carpas para dos personas. Un pasafauna, que es túnel para vehículos y que en su momento fue único en Sudamérica, es otra de las características de la carretera selvática. En su vera hay coloridas casitas de madera, generalmente con ropa tendida secándose al sol, en la que casi no se ve el blanco que enseguida toma el tono rojizo de la tierra. En las huertas hogareñas no faltan bananeros y tabacos. También hay pueblos que crecen rodeados de plantaciones de yerba y te, y unas cuantas araucarias.
La ruta 101 termina en Bernardo de Irigoyen, pueblo limítrofe que parece un shopping a cielo abierto en el que abundan las vinerías y parrillas que se llenan de brasileros. Por momentos, la frontera es solamente la elevación de una calle; por otros, el delgado río San Antonio. Irigoyen es el final de la Ruta 14 (kilómetro 1126), que nace en Ceibas, al sur entrerriano. Desde ese punto hacia el sur, el camino va penetrando en el centro misionero entre parques provinciales, reservas privadas y exclusivos lodges.
En la provincia existen numerosos saltos desconocidos para la mayoría de los viajeros y las viajeras. No hay mapas turísticos que los señalen, indefectiblemente son los lugareños quienes indican sus ubicaciones pasando por tranqueras de campos privados que hay que abrir y cerrar, para llegar a las agrestes cascadas. Alguna que otra, con el tiempo, se ha transformado en camping con todas las comodidades.
Desde Aristóbulo del Valle, una posibilidad hacia el sur es seguir hasta Oberá, la otra es tomar la ruta 7 que llega hasta Jardín América, cruzando la reserva Cuña Pirú, en la que resisten numerosos poblados guaraníes mby´a que ofrecen artesanías a la orilla del asfalto, a la vez que luchan por defender el territorio y su cultura. Allí se ve la vida cotidiana de estos caseríos con sus infancias que crecen explorando el monte y pescando en los cursos de agua. El nombre del valle se lo da el arroyo homónimo que significa “mujer flaca” en guaraní, que nace en la sierra de Misiones y desemboca en el río Paraná, a pocos kilómetros de lo que fue la casa del escritor y juez Horacio Quiroga.
Este y sur
Otro viaje es la Ruta 2, que bordea el Uruguay desde el sur de Misiones hasta los saltos del Moconá.
Desde Apóstoles, en el sur, tomando un camino de tierra entoscada se llega hasta el establecimiento La Cachuera S.A., donde se puede visitar el Museo Histórico Juan Szychowski, homenaje a un pionero de la zona. La Cachuera es una de las principales empresas yerbateras del país y es la más antigua de la provincia en actividad. Su marca más conocida es Amanda. En el museo Szychowski se rescata la obra de su fundador, un inmigrante polaco, visionario y laborioso, que arribó a esas tierras cuando despuntaba el siglo XX. El paseo es un viaje en el tiempo al 1900, a los antiguos modos de producción de yerba mate (hoy mecanizado en todos sus niveles, desde la siembra misma), y a las incipientes maquinarias que fue inventando don Juan, que incluyen el primer torno de precisión enteramente de metal del país y una represa construida en la década del 20 sobre el arroyo Chirimay. Szychowski es un héroe regional, aunque poco y nada se dice sobre los antiguos habitantes de esas tierras que constituyeron la mano de obra sobre la cual creció la empresa: los mensúes y tareferos, aquellos campesinos de la yerba que representó Hugo del Carril en Las aguas bajan turbias (1952), película basada en El río oscuro, del escritor comunista Alfredo Varela; o que rescata el mismo Chango Spasiuk –otro ídolo de la vecindad- en su disco Tarefero de mis pagos.
En derrotero hacia el río Uruguay, el primer pueblo que se cruza sobre la Ruta 2 es Concepción de la Sierra. Allí también hay un cumplido hacia el trabajador tarefero: un monumento que representa a un hombre que camina encorvado por el peso de la plantas de yerba mate que carga en una bolsa en su espalda. Otras aldeas de la región ofrecen distintos monolitos significativos: un mate gigante aparece en la entrada de varios municipios; o un enorme Ananá sostenido por varios peces simboliza la producción local de Colonia Aurora. Camino a San Javier se localiza Santa María la Mayor, las ruinas jesuíticas Patrimonio de la Humanidad menos visitadas de la provincia. Esta ex colonia, que fue uno de los 30 pueblos organizados por los jesuitas entre 1609 y 1818, tuvo su fundación en 1626 cerca de la actual ciudad de Foz de Iguazú, pero debió trasladarse asediada por los bandeirantes (piratas de tierra, de origen portugués y mestizos, provenientes de San Pablo). A fines del siglo XVII se asentó en su emplazamiento actual, y hoy en día se puede pasear por sus restos arquitectónicos en admirable estado de conservación, a diferencia de la popular pero reconstruida San Ignacio Miní (en el litoral del Paraná). En Santa María la Mayor se deambula en absoluta soledad por una senda bajo una galería de árboles para encontrarse luego con los vestigios de viviendas construidas de piedra y adobe; y con los muros de gran porte de la monumental residencia. No hay poblado limítrofe, ni espectáculos de luz y sonido, ni comercio afín a las ruinas: solo selva; por eso, los encargados del lugar llegan a trabajar en colectivos desde localidades cercanas.
La ruta 2 suele ser poco transitada y el paisaje que la rodea es imponente. La cinta de asfalto serpentea sobre el relieve, de izquierda a derecha y de arriba abajo, y en varios tramos se descubre bordeando el curso de agua limítrofe, con las curvas y contra curvas del Uruguay y el territorio brasileño al alcance de la mirada, como también ocurre al norte con la 101. Hay poblados en sus márgenes, como San Javier, Puerto Panambí, Alba Posse o El Soberbio, que son cruces fronterizos a través de balsas. Muchos de sus habitantes mixturan el castellano, el portugués y el guaraní. El portuñol también suena en las radios locales.
Siguiendo el curso del río hacia el noreste, se entra en la Región de los Saltos y Cascadas, de las cuales El Soberbio es la última población sobre la ruta 2. En la zona se producen esencias, y en la villa un Museo de los Aromas destaca como atractivo cultural. Unos 80 kilómetros más lejos el pavimento conduce hacia el Parque Provincial Moconá, cuyos saltos en un marco de selva nativa son la atracción del litoral misionero, pero a cuyo espectáculo natural solo se puede acceder cuando el Uruguay está bajo.
La provincia de guaraníes, inmigrantes y jesuitas tiene, todavía, mucho para descubrir saliendo de su circuito más explotado.
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